La paz no es sólo la ausencia de la guerra
El pasado 8 de mayo llegó al zócalo de la Ciudad de México, procedente de Cuernavaca, la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezada por el poeta Javier Sicilia. Ahí se leyeron los siguientes acuerdos para lograr la paz:
1. Exigir a las autoridades verdad y justicia para esclarecer y resolver los asesinatos, desapariciones, secuestros, fosas clandestinas, la trata de personas, y el conjunto de delitos que han agraviado a la sociedad.
II. Poner fin a la estrategia de guerra y asumir un enfoque de seguridad ciudadana, no militarizada.
III. Combatir la corrupción.
IV. Combatir la raíz económica y las ganancias del crimen organizado.
V. Brindar atención de emergencia a la juventud y acciones efectivas para la recuperación del tejido social.
VI. Buscar la creación de democracia participativa, mejor democracia representativa y democratización de los medios de comunicación.
Al mismo tiempo, en otras ciudades y en otros países se hicieron marchas por la paz, en solidaridad con la petición que hizo el poeta Javier Sicilia. Fue muy significativa la marcha que hicieron los zapatistas en el sureste mexicano, en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas. Cerca de 15 mil zapatistas marcharon en silencio. En sus pancartas dijeron: “Vamos a marchar, porque una palabra digna nos convoca”.
Después, el 10 de junio en Ciudad Juárez, Chihuahua, organizaciones civiles avanzaron la discusión sobre los seis acuerdos, que posteriormente darán forma al Pacto Cívico Nacional.
Todos estos hechos y la necesidad de encontrar un camino para la paz en medio de tanta violencia en nuestro país, plantean la urgencia de una reflexión de fe sobre la paz.
El pensamiento sobre la paz
Quienes han reflexionado sobre el tema de la paz, nos muestran que en los últimos Dos mil,400 años, el tema de reflexión ha sido la guerra, no la paz. Norberto Bobbio (1909-2004) llega a una constatación fatal: “Una historia sin narraciones de guerra, no sería la historia de la humanidad”.
Sobre la guerra hay tratados filosófico-políticos. Desde Tucídides (455 a.C.) hasta Maquiavelo. En todo caso, aparece la dupla: guerra-paz. El fuerte es la guerra, el débil es la paz. Esto indica que la guerra ha estado en todos los países. Se habla de guerra territorial; guerra para ganar un rango más alto y tener más privilegios; guerra como “un mal necesario”, “como un mal menor”, “como un mal aparente”, o como “un castigo divino”. La discusión está abierta.
Y cuando se acaba la guerra, hay un tratado de paz, que no es otra cosa, sino el conjunto de acuerdos políticos para que cesen las hostilidades entre las naciones o grupos en conflicto. Así decimos: la pax Romana, la paz de Westfalia, la paz porfiriana. Pero la paz, no es sólo la ausencia de guerra.
Muy tardíamente inició la reflexión sobre el tema de la paz, con Erasmo (1466-1536), Tomás Moro (1478-1535), Domingo de Soto (1494-1570), Francisco Vitoria (1486-1546). La base para la reflexión la había puesto Santo Tomás. De esta participación en el bien sumo derivan el gozo, la paz, la misericordia, la concordia, la armonía interior. A cada uno de estos efectos, Santo Tomás opone un vicio: la discordia, la disputa, la desarmonía, la violencia. Sin embargo, los autores del siglo XV y XVI que hemos señalado, piensan que en algún lugar será posible construir esta paz. Es lo que llaman: “la utopía”. Así lo desarrolla Tomás Moro. Don Vasco de Quiroga, obispo de Michoacán en el siglo XVI, que había leído a Tomás Moro, buscará realizar este ideal en sus Pueblos-Hospitales de México y Michoacán.
A contrapartida de la guerra, se habla de la paz. Pero ¿Qué es la paz? No basta decir entonces que la paz es ausencia de guerra. Hay que ir más allá y señalar que es ausencia de violencia personal e institucional (Johan Galtung). La segunda implica avanzar en la justicia social, en el desarrollo económico y político de los pueblos, en la eliminación de las desigualdades. De aquí que tener hambre a causa de la mala distribución de los recursos, es causar violencia a quien tiene menos posibilidades. Esta es la violencia estructural, es una especia de guerra callada.
Y todavía hay que añadir otros conceptos. Cuando se habla de guerra, se habla de ejercer la fuerza física, de hacer violencia. Así, un gobierno que usa la fuerza del aparato del Estado: el ejército, la policía, para solucionar conflictos genera violencia.
Para caminar hacia la paz, es necesario tener en cuenta la violencia personal e institucional. Si no se eliminan ambas, aún no se puede hablar de paz en una sociedad. En nuestro México tan lleno de violencia y tan urgido de paz, es necesario abordar la violencia en todas sus manifestaciones para poder instaurar la paz desde sus raíces. Como dijo el Mahatma Gandhi, un gran constructor de la paz: “No hay camino para la paz, la paz es el camino”.
Publicación en Impreso
Número de Edición: 111
Autores: P. Juan Manuel Hurtado
Sección de Impreso: Ventana desde la fe