La invasión del hogar
Por: Rosa Eugenia García Gómez
Entre todos los espacios que la pandemia de Covid 19 afecta hoy toca hablar del contexto educativo que invade el familiar. Si alguien nos hubiera dicho al cierre del 2019 que pocos meses después alumnos desde jardín de niños hasta universitarios y de posgrado, así como sus profesores se tendrían que confinarse y resolver sus procesos escolares desde casa probablemente lo acusaríamos de ingenuo al haberse creído una novela surrealista o de perderse en las pinceladas de un cuadro de Dalí.
Hoy atestiguamos desde la ventana que nos separa de la calle que este 2020, tan anunciado en los planes de desarrollo gubernamentales e institucionales, lejos de ser escenario de logros y concreción de metas, lo ha sido de asentamiento de certezas de limitaciones en temas de salud y de cultura de compromiso social.
Las reflexiones de colegas académicos comprometidos con la docencia dejan ver el cambio en el modo de resolver la cotidianidad. En los últimos días pasamos horas y horas frente a pantallas de trabajo: para reuniones de academia, de colegios, de acuerdos. Para atender cursos y seminarios y para hacer tareas como corresponde a la constante preparación y actualización de quien es docente. Hay quien empezó a las 10 de la mañana y a las 11 de la noche seguía frente al ordenador, con teléfono a un lado para atender constantes llamadas y furtivos mensajes de aplicaciones móviles.
La separación de la labor solo es para comer o ir al baño, porque al estar en casa los límites del hogar están siendo invadidos por los del trabajo y los hijos y pareja se desplazan cuidando no importunar la pantalla de quien resuelve asuntos laborales al ser compartida con personas de otros ámbitos.
La intimidad hogareña se rompe y con ella un resquicio de tranquilidad que hasta hace meses no éramos conscientes teníamos ganado.
La economía es otro aspecto. Las cuentas de electricidad aumentaron, igual que las de todos los espacios domésticos que encontraron en el incremento del uso de televisiones y computadoras el remedio para el hartazgo de la reclusión. También se agudizó la necesidad de conexión a internet, y los 5 megas de los paquetes básicos ya no alcanzan para una familia donde dos personas o más deben estar conectadas constantemente, y no para actividades lúdicas, sino para el trabajo.
El futuro dirá qué otras cuentas habremos de saldar, las de los oftalmólogos que atenderán visiones cansadas por las pantallas; las de otras afecciones que por ahora no atiende el sistema de salud rebasado por la pandemia; las de psicólogos, psiquiatras y terapeutas que revolverán nuestras neuronas, conexiones nerviosas y cortos circuitos de la química de cerebros atosigados por el cansancio, la incertidumbre, el hartazgo y el miedo.
Queda dar la batalla desde la trinchera doméstica, en medio de hijos, mascotas y urgencias para solventar lo más básico como ir por la comida o tirar la basura sin olvidar el cubrebocas, con suerte bajo la mirada tolerante de una pareja que ve desfilar todo lo que hacemos en un cubículo o frente al aula y ahora… ahora ha invadido la sala y el comedor del otrora espacio íntimo y exclusivo de la familia.
Rosa Eugenia García Gómez
Coordinadora de la Licenciatura de Periodismo en el Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara.