Homilía para la Navidad 2018

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La Palabra de Dios

Hoy es la Navidad, celebración para la que nos fuimos preparando a lo largo del Adviento. Festejamos al Niño recién nacido y nos encontramos con Él de varias maneras, para ir luego a ser sus testigos: lo tenemos en la imagen que está recostada en el Nacimiento, en la imagen que preside la vida de nuestra comunidad parroquial, en el texto del Evangelio y, sobre todo, en la Comunión sacramental, culmen de esta Eucaristía. Este Niño es la Palabra de Dios de que nos habla san Juan.

La Palabra de Dios

Textos: Is 52, 7-10; Hb 1, 1-6; Jn 1, 1-18

Hoy es la Navidad, celebración para la que nos fuimos preparando a lo largo del Adviento. Festejamos al Niño recién nacido y nos encontramos con Él de varias maneras, para ir luego a ser sus testigos: lo tenemos en la imagen que está recostada en el Nacimiento, en la imagen que preside la vida de nuestra comunidad parroquial, en el texto del Evangelio y, sobre todo, en la Comunión sacramental, culmen de esta Eucaristía. Este Niño es la Palabra de Dios de que nos habla san Juan.

Dios nos da su Palabra y espera que lo escuchemos, como esperamos que nos hagan caso los demás cuando les hablamos. Es la Palabra que creó todas las cosas con orden; es la Creación que Dios nos encomendó para que la custodiáramos y la tenemos muy descuidada y maltratada. De esto tenemos que pedir perdón. Es la Palabra que trae la Vida que Dios quiere para la humanidad, no una vida en la que se medio se sobreviva o se sufra porque no hay lo suficiente para vivir, sino una vida digna. Una Palabra que ilumina nuestra vida para que no caminemos en las tinieblas del pecado, del mal, de la destrucción, de la injusticia. Una Palabra que nos revela lo que Dios es y nos comunica todo lo quiere que hagamos como hijos suyos. Una Palabra que espera ser escuchada, reflexionada, meditada, traducida a los hechos.

La Palabra de Dios se hizo carne en el vientre de María y de ella nació este Niño, a quien ella y José le pusieron el nombre de Jesús. Este acontecimiento es el que agradecemos hoy a Dios. Él quiso hacerse uno de nosotros, uno como nosotros, uno para nosotros, uno con nosotros. Así, metido en nuestra carne nos podía hablar de modo que le hiciéramos caso, porque tiene nuestra misma condición, participa de nuestras mismas limitaciones, habla nuestro mismo lenguaje.

A nosotros nos toca no sólo agradecer este regalo a Dios, sino encontrarnos con Él, escucharlo, hacerle caso, poner en práctica sus enseñanzas, ser sus mensajeros que llevemos la buena nueva y pregonemos la salvación. Encontrarnos con el Hijo de Dios, su Palabra hecha carne, se necesita mucho más que venir a la Misa hoy y celebrar sus fiestas Patronales durante estos días hasta el 6 de enero. Es necesario reunirnos de manera permanente en la comunidad, en los barrios, para leer y reflexionar la Biblia, especialmente los Evangelios, para iluminar nuestra vida con ella, para alimentar nuestro ser testigos suyos, para crecer como Iglesia misionera, para responder organizadamente a las necesidades, para colaborar en la construcción del Reino. Es algo de lo mucho que nos está faltando promover y sostener en nuestra vida ordinaria de parroquia.

La Palabra de Dios encarnada en nuestra condición mortal es para todos los bautizados, no sólo para quienes se reúnen ordinariamente en la comunidad. Es para niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos, para casados y solteros, para presbíteros, consagrados y laicos. A nosotros, que continuamente nos encontramos con Jesús en su Palabra, en esta imagen, en las celebraciones y acontecimientos de la comunidad, nos toca salir por los montes, por las calles, por las casas, a transmitir nuestra experiencia. Para eso fuimos consagrados profetas, sacerdotes y reyes en el Bautismo. Recibimos la vida de Jesús, pero también su misión de dar vida.

Que este encuentro sacramental que vivimos hoy como comunidad, en la fiesta del Nacimiento de la Palabra de Dios hecha carne, nos reanime en nuestra condición de discípulos de Jesús, de testigos de la Luz, de mensajeros del Evangelio, de misioneros del Niño, de servidores en la comunidad, de cuidadores de la Creación, de colaboradores del Reino. Dispongámonos a recibirlo.

25 de diciembre de 2018

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