Homilía para el domingo de Pentecostés 2014

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Espíritu para la misión

Pentecostés A

Estamos celebrando la solemnidad de Pentecostés. Con la Eucaristía de este domingo le agradecemos a Dios el don del Espíritu Santo que, como escuchamos en la primera lectura, vino sobre los discípulos de Jesús. Pentecostés se convirtió en el cumplimiento de la promesa hecha por Jesús a sus discípulos de que Él y el Padre les enviarían su Espíritu para que fueran sus testigos por todo el mundo. El Espíritu descendió para llevarlos a la misión y sostenerlos en ella.

Espíritu para la misión

Textos: Hch 2, 1-11; 1 Cor 12, 3-7. 12-13; Jn 20, 19-23.

Pentecostés A

Estamos celebrando la solemnidad de Pentecostés. Con la Eucaristía de este domingo le agradecemos a Dios el don del Espíritu Santo que, como escuchamos en la primera lectura, vino sobre los discípulos de Jesús. Pentecostés se convirtió en el cumplimiento de la promesa hecha por Jesús a sus discípulos de que Él y el Padre les enviarían su Espíritu para que fueran sus testigos por todo el mundo. El Espíritu descendió para llevarlos a la misión y sostenerlos en ella.

El Espíritu Santo es don de Dios, un regalo inmerecido de parte de los que estaban reunidos en Jerusalén en aquella ocasión y de nosotros que lo recibimos en el Bautismo. Cuando alguien nos da un regalo, inmediatamente le agradecemos; igualmente hoy damos gracias al Señor por ese don, que es para nuestro bien y para el bien del mundo. No es para guardarlo sino para descubrirlo, contemplarlo, gozarlo, hacerlo que se vea. El modo de manifestarlo es misionando.

El Espíritu es para nuestro bien porque nos anima, nos fortalece, nos sostiene, no solamente con vida, o con la vida de hijos e hijas de Dios, sino en el cumplimiento de la misión; se nos dio para que realicemos con fidelidad la misión. Es para el bien del mundo porque Jesús nos envió al mundo a anunciarle la Buena Nueva, a hacer discípulos, a enseñar todo lo que Él nos mandó, a llevar la paz, a vivir el perdón. Entonces somos instrumentos para la acción del Espíritu Santo.

Inmediatamente después de haberse llenado del Espíritu Santo, los discípulos comenzaron a predicar la Buena Nueva a todos los pueblos, representados en las gentes de muchos lugares, que estaban en Jerusalén para la fiesta de las cosechas. Eso era pentecostés para ellos. El Espíritu Santo hizo que los discípulos, que primero estaban encerrados por miedo, se animaran a predicar a Jesús; y también hizo que quienes los escuchaban, comprendieran su predicación.

Esto mismo deberíamos estar realizando los bautizados. Si a todos se nos dio a beber ese mismo Espíritu, como dice la segunda lectura, de todos se esperan los mismos frutos. Eso quiere decir que todos tendríamos que estar dando testimonio de Jesús con nuestras palabras y hechos, todos tendríamos que estar evitando la violencia y construyendo la paz, todos tendríamos que quitarnos rencores y perdonar. Y esto comenzando por la propia familia.

San Pablo, hablando de la acción del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia, resalta la diversidad de dones, servicios, actividades y ministerios. Todos ellos son dones del Espíritu a las personas y a las comunidades, y las personas tenemos que estar abiertas a recibirlos, descubrirlos, cultivarlos, proyectarlos. Si el Espíritu los da no son para beneficio personal, para un lucimiento, para sentirse más que los demás sino para construir la comunidad y para salir a la misión.

En nuestra Diócesis hemos impulsado mucho la promoción, el nacimiento, la formación de servidores laicos y el reconocimiento de algunos de ellos como ministros. Los servicios y ministerios son los instrumentos para la misión en barrios, colonias y ranchos, pues están encaminados a que en ellos se viva como Iglesia teniendo como centro la Palabra de Dios; y están también orientados a que cada parroquia se constituya en una comunidad de comunidades.

Agradezcamos a Dios el don del Espíritu. Pidamos que lo dejemos actuar en nuestra persona para la construcción de la comunidad, la vivencia del perdón y la paz y para el anuncio del Evangelio. Sigamos trabajando en nuestra comunidad en la promoción de servicios y ministerios laicales, de acuerdo a la iniciativa del Espíritu Santo. Dispongámonos al vivir encuentro sacramental con Jesús, que nos fortalece para ser misioneros, agentes de comunión, paz y perdón.

8 de junio de 2014

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