Homilía para el domingo de Pascua 2014
Testigos convencidos
La Cuaresma la vivimos como tiempo de preparación para la Pascua. La oración, la meditación de la Palabra de Dios, el ayuno, la solidaridad, la conversión, nos dispusieron para celebrar la Resurrección de Jesús, acontecimiento que nos ha convocado desde anoche. Hoy, domingo de Pascua, los textos bíblicos nos ayudan a ver el sentido de la Resurrección para los discípulos de Jesús y a aclarar que si nos encontramos con el Resucitado es para ser sus testigos.
Testigos convencidos
Textos: Hch 10, 34. 37-43; Col 3, 1-4; Mt 28, 1-10; Jn 20, 1-9; Lc 24, 13-35.
La Cuaresma la vivimos como tiempo de preparación para la Pascua. La oración, la meditación de la Palabra de Dios, el ayuno, la solidaridad, la conversión, nos dispusieron para celebrar la Resurrección de Jesús, acontecimiento que nos ha convocado desde anoche. Hoy, domingo de Pascua, los textos bíblicos nos ayudan a ver el sentido de la Resurrección para los discípulos de Jesús y a aclarar que si nos encontramos con el Resucitado es para ser sus testigos.
Las lecturas de este día nos presentan a María Magdalena, Simón Pedro, otro discípulo, los discípulos de Emaús y Pablo dando testimonio del Resucitado. Los tres primeros fueron al sepulcro y no se encontraron más que la piedra removida y las telas con que habían envuelto el cuerpo de Jesús. Para el acompañante de Pedro, esto bastó para creer en la Resurrección. Los de Emaús lo reconocieron al partir el pan. Pablo tuvo un encuentro distinto, años después.
Pero todos se convirtieron en testigos convencidos de la Resurrección de Jesús. El resto de su vida lo dedicaron a hablar de este acontecimiento, que es el fundamento de nuestra fe. ¿Qué fue lo que los convenció? ¿Por qué, a pesar de persecuciones, castigos, tortura, condena a muerte, se sostuvieron en que Jesús, el crucificado, había resucitado? Fueron los encuentros vivos, personales y comunitarios, con Él. En ellos se convencieron para ser sus testigos.
En la primera lectura escuchamos un testimonio dado por Pedro. Habla bien de Jesús, dice que ellos fueron testigos de todo lo que Él hizo en Judea y Jerusalén, sostiene que lo mataron y que Dios lo resucitó. Y luego señala que lo dice porque él –Pedro– y los demás comieron y bebieron con Jesús después de su Resurrección. Los encuentros vivos con Jesús impulsan a la misión. Y la misión consiste en dar testimonio, con las palabras y los hechos, del Resucitado.
Para esto se necesita la conciencia de haber sido enviados, algo que falta a la mayoría de los bautizados. Pedro se sabía enviado por Jesús a predicar y dar testimonio de Jesús. Y no sólo él, porque dice que Él los mandó; los mandó, en plural. Esto también es fundamental en la misión. No basta el solo encuentro con Jesús para ser misioneros; no es suficiente escucharlo y comer con Él para ser sus testigos. Se ocupa tener clara conciencia de haber sido enviados a la misión.
Nosotros nos encontramos continuamente con Jesús. Escuchamos su Palabra en el Evangelio, comemos y bebemos con Él en la Eucaristía, oramos ante su presencia sacramental, nos relacionamos con personas sufrientes, participamos en celebraciones comunitarias. Ciertamente no lo vemos en persona, como les sucedió a Magdalena, a Pedro y al otro discípulo, según lo que nos narra el Evangelio. Pero yo creo que estos encuentros bastarían para convencernos.
En nuestro ambiente, casi todos sabemos que la misión es responsabilidad de todos los bautizados, que es tarea de todos anunciar el Evangelio, que los papás son los primeros catequistas de sus hijos, que hay que salir hacia los alejados. Pero, en la práctica son muy pocas las personas que viven conscientemente esta tarea, que dedican tiempo al anuncio del Evangelio, que se capacitan para hacerlo lo mejor posible, que nutren su mística para sostenerse en la misión.
Nos falta fortalecer los momentos de encuentro con Jesús; no sólo que haya muchos ni que nos dejen emocionados sino que nos convenzan de dar testimonio de Jesús; encuentros que nos impulsen a salir la misión, como les sucedió a María Magdalena, Simón Pedro y el otro discípulo, Cleofás y su acompañante, Pablo. Nos vamos a encontrar sacramentalmente con el Resucitado. No lo veremos, pero lo llevaremos con nosotros para ser testigos conscientes y convencidos.
20 de abril de 2014