Homilía para el Domingo de Pascua 2013

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Ser testigos y dar testimonio

Textos: Hch 10, 34. 37-43; 1 Cor 5, 6-8; Jn 20, 1-9.

Durante la Cuaresma nos estuvimos preparando para celebrar bien dispuestos y con mucha alegría la Pascua del Señor. La Cuaresma ha sido el esfuerzo de sacudirnos la antigua levadura, que es vicio y maldad, para celebrar la Pascua con sinceridad y verdad, como dice Pablo. Hoy nos hemos reunido para agradecer a Dios con la Eucaristía el don de la Resurrección de Cristo. Los textos proclamados nos impulsan a ser testigos y a dar testimonio de Jesús Resucitado.

Ser testigos y dar testimonio

Textos: Hch 10, 34. 37-43; 1 Cor 5, 6-8; Jn 20, 1-9.

Durante la Cuaresma nos estuvimos preparando para celebrar bien dispuestos y con mucha alegría la Pascua del Señor. La Cuaresma ha sido el esfuerzo de sacudirnos la antigua levadura, que es vicio y maldad, para celebrar la Pascua con sinceridad y verdad, como dice Pablo. Hoy nos hemos reunido para agradecer a Dios con la Eucaristía el don de la Resurrección de Cristo. Los textos proclamados nos impulsan a ser testigos y a dar testimonio de Jesús Resucitado.

María Magdalena, Juan y Pedro, se convirtieron en testigos de la resurrección de Jesús. A ellos les tocó ser los primeros en captar que Jesús de Nazaret, el que había sido crucificado, había resucitado. No fue algo fácil aclarar que realmente había resucitado, no fue sencillo convencerse de su Resurrección. Para nosotros tampoco es fácil explicar y sostener este acontecimiento, pues no se trata de un dato comprobable sino que es un asunto de fe.

Ellos lo único que se encontraron fue el sepulcro abierto y los lienzos con que había sido envuelto el cuerpo muerto de Jesús en el suelo. No había más. No vieron a Jesús, al menos en lo que nos relata el texto de san Juan, no se encontraron con Él en ese momento, no podían decir que sí había resucitado. Pero, Juan comparte su experiencia al decir que en ese momento cayó en la cuenta de lo que decían las Escrituras, es decir, de que Jesús tenía que resucitar.

Para estar bien seguros fue necesario que Jesús los encontrara, se pusiera a platicar con ellos, se dejara tocar, compartiera la mesa. Esto fue lo que sucedió durante el día de su Resurrección y a lo largo de cuarenta días más. Esto fue lo que los convirtió en testigos. Pero una cosa es ser testigos y otra dar testimonio. Ser testigos implica ver, oír, tocar, estar seguros; dar testimonio significa afirmar con seguridad lo que se ha conocido, sostenerlo, defenderlo.

Esto fue lo que ellos hicieron una vez que se encontraron con su Maestro Resucitado. En la primera lectura escuchamos el testimonio que dio Pedro en casa de Cornelio. Con toda seguridad habló del bien que hizo Jesús de Nazaret, de que fue crucificado, de que Dios lo resucitó al tercer día, de que los había enviado a predicar y ser sus testigos. Para esto fue necesario encontrarse con Él, comer y beber con Él, aceptar el envío a predicar y ser sus testigos.

Entonces ellos fueron testigos y dieron testimonio de Jesús, de su predicación, de su servicio, de su muerte y Resurrección. No se quedaron en ser testigos, sino que salieron a la misión, compartieron su experiencia de seguimiento y de encuentro con Él ya resucitado. Esto es lo que nos falta a la gran mayoría de los bautizados. Esto es lo que la Palabra de Dios nos impulsa a fortalecer en nuestra experiencia de seguimiento, en nuestra vida de discípulos y misioneros.

Nos hemos encontrado muchas veces con Jesús a partir de nuestro Bautismo: en la Eucaristía, en la escucha del Evangelio, en la Reconciliación, la Comunión y la Confirmación, en las reuniones de la comunidad. Sabemos de su vida, muerte y Resurrección, sabemos que él nos ha enviado a la misión, sabemos que tenemos que vivir en comunidad. Es decir, somos testigos de Jesús y la vida que Dios nos ofrece en Él. Pero, ¿estamos dando testimonio de Jesús?

Repensemos nuestra vida cristiana. No basta con saber de la Resurrección del Señor y celebrarla en la Eucaristía. Es necesario dar testimonio de Jesús con nuestras palabras y hechos, como hicieron Pedro, Juan, María Magdalena, Pablo y como han hecho muchísimos otros hombres y mujeres a lo largo de la historia. Hoy que somos testigos una vez más de Jesús resucitado al compartir la Mesa con Él, comprometámonos a dar testimonio de su Resurrección.

31 de marzo de 2013

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