Homilía para el domingo de la Santísima Trinidad 2017

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Vivir en el amor

Santísima Trinidad A 17

Estamos celebrando este domingo la fiesta de La Santísima Trinidad. Con la Eucaristía le agradecemos la vida que Él nos dio y que nos sostiene día a día. Hoy nos fortalece con el Cuerpo y la Sangre de Jesús, para que proyectemos esa vida en la misión, que tiene el amor como manera de vivir. Los textos bíblicos que se acaban de proclamar nos ayudan a descubrir que Dios nos ama y que ese amor lo tenemos que prolongar en la familia, la comunidad, la sociedad y la Casa común.

Vivir en el amor

Textos: Ex 34, 4-6. 8-9; 2 Cor 13, 11-13; Jn 3, 16-18.

Santísima Trinidad A 17

Estamos celebrando este domingo la fiesta de La Santísima Trinidad. Con la Eucaristía le agradecemos la vida que Él nos dio y que nos sostiene día a día. Hoy nos fortalece con el Cuerpo y la Sangre de Jesús, para que proyectemos esa vida en la misión, que tiene el amor como manera de vivir. Los textos bíblicos que se acaban de proclamar nos ayudan a descubrir que Dios nos ama y que ese amor lo tenemos que prolongar en la familia, la comunidad, la sociedad y la Casa común.

Cuando alguien se porta mal o hace algo que no está bien, continuamente se escucha en las familias o en los lugares de trabajo: “Dios te va a castigar”. Tenemos la idea de que Dios se enoja, se desquita, se venga, por lo que hacemos y que no le agrada a Él. Por lo que escuchamos en la Palabra, no es así. A Moisés se le reveló como un Dios compasivo, clemente, paciente, misericordioso, fiel; Jesús nos dice que Dios amó a tal grado al mundo que nos entregó a su Hijo único; Pablo lo confiesa como el Dios del amor y de la paz. ¿Cómo puede ser que lo concibamos como un Dios castigador y eso transmitamos a los demás?

Dios es amor. Signos de esto son la vida que recibimos, la familia en que nacimos, la comunidad en que vivimos, el mundo que habitamos. La mayor muestra de su amor es el regalo de su Hijo Jesús. Se desprendió de Él para nuestra salvación, para que tengamos vida eterna. ¿Qué papá o mamá entrega a su hijo para regalarlo, y más sabiendo que le van a quitar la vida? Y eso hizo Dios para nuestro bien, para salvarnos y no para castigarnos o condenarnos. Lo que tenemos que hacer es creerle a Jesús. Eso fue lo que le dijo a Nicodemo, como acabamos de escuchar.

Lo que hace Dios con nosotros, lo tenemos que prolongar con los demás. Si nos muestra su amor, nosotros debemos prolongar ese amor en la familia, para lograr que la propia familia se convierta en un reflejo del amor que hay en Dios. Lo mismo entre vecinos, con la conciencia de que estamos luchando por hacer vida de Iglesia en el barrio o rancho. Es la invitación de san Pablo a animarnos mutuamente y a vivir en paz y armonía; si lo logramos, la familia y la comunidad serán presencia y manifestación del Dios del amor. El desafío para nosotros consiste entonces en convertir nuestras familias y cada barrio en espacios donde Dios Trino habite y se manifieste.

El amor de Dios por nosotros lo tenemos que prolongar hasta la sociedad, en la lucha por la justicia, la solidaridad, el bien común, y hasta la Casa común, cuidándola. Las personas, organizaciones, comunidades, que se esfuerzan por el bien común de la sociedad, están proyectando la vida y el amor que reciben de Dios. Cuando lo hacemos los miembros de la Iglesia, estamos prolongando el amor que Dios nos manifestó en su Hijo único. Todo esto es obra del Espíritu Santo.

Participar en la Eucaristía y comulgar el Cuerpo y la Sangre de Jesús nos compromete a vivir el amor a lo interno de las familias: entre esposos, entre papás e hijos, entre hermanos y hermanas; nos compromete a abrirnos al barrio para llevarla bien con los vecinos, reunirnos como comunidad para las celebraciones, la escucha de la Palabra y la atención a las necesidades de los pobres; nos compromete a asumir la lucha por la justicia y el bien común de la sociedad; nos compromete a cuidar con amor de la Casa común que Dios nos dio.

Pidamos al Señor que su presencia se mantenga en nuestras familias, en nuestros barrios y en vida de la sociedad, sobre todo porque nosotros vivimos en el amor mutuo, porque le creemos a Jesús y ponernos en práctica su mandamiento de amarnos unos a otros como Él nos amó.

11 de junio de 2017

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