Homilía para el domingo de La Sagrada Familia 2015
La familia, espacio para la misericordia
En este último domingo del año celebramos en la Iglesia a la Sagrada Familia. Es la familia integrada por el Niño Jesús y sus papás, María y José. En ellos se hace presente la vida de Dios y también podemos ver reflejadas todas y cada una de nuestras familias. Esto se lo agradecemos al Señor con nuestra celebración Eucarística. A la luz de la Palabra de Dios podemos contemplar a las familias como espacio para la misericordia, tanto para cultivarla como para vivirla.
La familia, espacio para la misericordia
Textos: 1 Sam 1, 20-22. 24-28; 1 Jn 3, 1-2. 21-24; Lc 2, 41-52.
En este último domingo del año celebramos en la Iglesia a la Sagrada Familia. Es la familia integrada por el Niño Jesús y sus papás, María y José. En ellos se hace presente la vida de Dios y también podemos ver reflejadas todas y cada una de nuestras familias. Esto se lo agradecemos al Señor con nuestra celebración Eucarística. A la luz de la Palabra de Dios podemos contemplar a las familias como espacio para la misericordia, tanto para cultivarla como para vivirla.
Dios escogió a José y María, que ya estaban haciendo su proceso matrimonial y familiar, para que su Hijo naciera, creciera y fuera educado con ellos. Ambos aceptaron, cada uno por su lado, la propuesta del Señor. Esto es interesante porque luego pudieron trabajar juntos al servicio del proyecto de Dios. Unieron su propio proyecto al de Dios, lo pusieron en sus manos y lo sacaron adelante no sin dificultades. Se encontraron con muchas situaciones que tuvieron que resolver.
El Evangelio nos narra una de estas situaciones. Después de haber participado en la fiesta de la Pascua, Jesús se les quedó en Jerusalén. Cuando se dieron cuenta, comenzó la angustia para los dos. Algo semejante a lo que está sucediendo en nuestros días. Salen las personas de su casa y simplemente no regresan; pasan horas, días, semanas, meses, años y no se sabe nada de ellas. La angustia, la desesperación, la impotencia crecen y desgastan a su familia.
Así están los papás y hermanos de los normalistas de Ayotzinapa, los familiares de miles de desaparecidos por todo el País, las familias de los centroamericanos que iban hacia los Estados Unidos y perdieron el contacto con sus gentes; así viven muchas familias del sur de Jalisco y de nuestra ciudad, de nuestra colonia o barrio. Cómo quisieran decirle a su hijo, a su hija, a su esposo o esposa, lo que María le dijo a Jesús al encontrarlo: te hemos buscado llenos de angustia.
Cuántas veces hemos escuchado a los familiares de desaparecidos que al menos quisieran ver su cuerpo si es que murieron, para llorarle, velarlo y sepultarlo, y tener así un consuelo. Pero poco sucede esto. Esas familias y muchas otras que tienen a sus hijos o hermanos perdidos en el alcohol o la droga, son para nosotros y para la comunidad espacios para vivir la misericordia. Pidamos al Señor que seamos misericordiosos con las familias que están sufriendo.
María y José no comprendían todo lo que les pasaba con Jesús. No entendieron la respuesta que les dio. Él les hablaba de su responsabilidad como judío: estar en las cosas de su Padre; era algo que ellos ya sabían porque se lo habían enseñado. Esto lo tuvieron que meditar, platicar, discernir, aclarar, para seguir formando a su Hijo una vez que regresaron a Nazaret. Allí en su casa aprendió lo necesario para vivir la misericordia a lo largo de su vida y ministerio.
La educación que recibió en su casa fue fundamental para ser misericordioso con los enfermos, pecadores, desahuciados, excluidos. Formar a los hijos e hijas en la misericordia es una de las tareas que tienen quienes son cabeza en su familia. San Juan recuerda el principal mandamiento de Dios: que nos amemos unos a otros. El amor, igual que el odio, se aprende y cultiva en la familia; de ahí la responsabilidad de los papás y de las mamás, de dar ejemplo de amor.
Amar es dar la vida por los demás, poner toda la persona al servicio de los otros, vivir la tolerancia, la amistad, el respeto, el perdón, la ayuda, la misericordia. Pidamos a Dios que esto, que se vivió en la Sagrada Familia, sea algo ordinario en nuestras familias. Que en ellas se eduque para amar y no para odiar, para servir y no para servirse de los demás, para ser misericordiosos y no para pasar indiferentes ante el otro, sobre todo el que está sufriendo.
27 de diciembre de 2015