Homilía para el domingo de La Epifanía del Señor 2018

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Encontrar a Jesús en las periferias

Epifanía B 18

Este domingo estamos celebrando la Epifanía del Señor, es decir, la manifestación de Dios a todos los pueblos de la tierra, porque a todos los quiere salvar. Epifanía significa manifestación. Dios se dio a conocer en la persona de su Hijo, nacido en Belén de la Virgen María. Los pueblos de la tierra están representados en los magos de Oriente, a quienes llamamos los Reyes Magos. Con esta Eucaristía agradecemos a Dios que nos dio a su Hijo, que vino al mundo para hacer que todos los pueblos fueran uno solo, y que se dio a conocer en la pequeñez del recién nacido y desde Belén, periferia de Jerusalén.

Encontrar a Jesús en las periferias

Textos: Is 60, 1-6; Ef 3, 2-3. 5-6; Mt 2, 1-12.

Epifanía B 18

Este domingo estamos celebrando la Epifanía del Señor, es decir, la manifestación de Dios a todos los pueblos de la tierra, porque a todos los quiere salvar. Epifanía significa manifestación. Dios se dio a conocer en la persona de su Hijo, nacido en Belén de la Virgen María. Los pueblos de la tierra están representados en los magos de Oriente, a quienes llamamos los Reyes Magos. Con esta Eucaristía agradecemos a Dios que nos dio a su Hijo, que vino al mundo para hacer que todos los pueblos fueran uno solo, y que se dio a conocer en la pequeñez del recién nacido y desde Belén, periferia de Jerusalén.

Dios había anunciado a Jerusalén a través de Isaías que se convertiría en centro de convocación de todos los pueblos y reyes y que sobre ella resplandecería el Señor y se manifestaría su gloria. Esta promesa se cumplió con Jesús, nada más que no sucedió ni en el templo, centro religioso de los israelitas, ni en el Palacio, centro del poder tiránico de Herodes, sino fuera de Jerusalén. Jesús nació en Belén y murió crucificado fuera de la ciudad. Tanto en el pesebre como en el Calvario se manifestó la gloria de Dios.

Los Magos de Oriente –unos paganos– captaron el mensaje de la estrella que anunciaba el nacimiento del rey de los judíos. Fue un centurión romano –un pagano– quien descubrió y confesó que el crucificado que tenía sobre su cabeza la inscripción: “Jesús nazareno, rey de los judíos”, era el Hijo de Dios. Con ellos aparece bien claro que Dios se da a conocer no sólo a los israelitas sino a todas las naciones, independientemente de su color, cultura o credo religioso. Con nuestra Eucaristía dominical agradecemos al Señor su proyecto universal de salvación.

Lo interesante es que Dios se manifiesta desde las periferias y no desde el centro. Y nosotros tenemos que estar abiertos a presencia y a sus signos, para ir a buscarlo y encontrarnos con Él, como hicieron los Magos. A ellos la estrella los guio, los apartó de los espacios de poder, tanto político como religioso, los llevó hasta Belén para encontrarse con el recién nacido. Pero para eso estuvieron abiertos a los signos del cielo, se pusieron en camino, preguntaron por el rey de los judíos recién nacido, se mantuvieron atentos a las indicaciones de la estrella y se dejaron guiar con sencillez. Esta disposición suya les hizo realidad el encuentro con Jesús, el cual que los llenó de alegría, los animó en su búsqueda de Dios y los convirtió en misioneros entre los suyos.

Ayer vivimos algo parecido: la imagen del Santo Niño nos sirvió de estrella durante el recorrido por las calles de nuestra comunidad parroquial: nos sacó del Santuario y nos fue guiando por las periferias hasta donde se encuentra el mismo Jesús en los enfermos y ancianos. Allí nos hizo llegar para encontrarnos con Él, que quiso quedarse en los hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos, migrantes, presos. Cuando llegaron ante la presencia del Niño, los Magos lo adoraron y le ofrecieron sus regalos, que eran oro, incienso y mirra. Algo semejante tiene que suceder con nosotros en relación a las personas enfermas y ancianas: la estrella nos fue llevando ante cada una para que, al encontrarnos con Jesús presente en ellas, lo reverenciemos y le ofrezcamos nuestra ayuda. Esto es algo que debe asumirse como comunidad de manera permanente, tanto el encuentro como la ayuda con nuestros propios recursos.

Que esta Eucaristía, con la que agradecemos a Dios la manifestación de su Hijo, nos impulse a servir a las personas de nuestra comunidad, a donde nos condujo la imagen del Santo Niño.

7 de enero de 2018

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