Homilía para el domingo de Epifanía 2019

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Buscar a Jesús
Este domingo celebramos la fiesta de la Epifanía o Manifestación de Dios a todos los pueblos de la tierra, que están llamados a reconocerlo y adorarlo. En los textos bíblicos hemos escuchado cómo todos los pueblos lo buscan y Él distribuye su gracia entre todos los habitantes de la tierra, lo que significa que la salvación no es exclusiva de un pueblo, ni de Israel, el antiguo pueblo de Dios, ni de la Iglesia en la actualidad. Dios quiere que todos los pueblos, independientemente de su cultura, religión, Continente, participen de la vida que nos promete y ofrece en su Hijo. Esto lo vivimos nosotros como Iglesia, domingo a domingo, en la Eucaristía, al comulgar sacramentalmente.

Buscar a Jesús

Textos: Is 60, 1-6; Ef 3, 2-3. 5-6; Mt 2, 1-12

Este domingo celebramos la fiesta de la Epifanía o Manifestación de Dios a todos los pueblos de la tierra, que están llamados a reconocerlo y adorarlo. En los textos bíblicos hemos escuchado cómo todos los pueblos lo buscan y Él distribuye su gracia entre todos los habitantes de la tierra, lo que significa que la salvación no es exclusiva de un pueblo, ni de Israel, el antiguo pueblo de Dios, ni de la Iglesia en la actualidad. Dios quiere que todos los pueblos, independientemente de su cultura, religión, Continente, participen de la vida que nos promete y ofrece en su Hijo. Esto lo vivimos nosotros como Iglesia, domingo a domingo, en la Eucaristía, al comulgar sacramentalmente.

Todos los pueblos de la tierra están asumidos en la persona de los magos de oriente que llegaron a Jerusalén buscando al Rey de los judíos recién nacido. De algún modo Dios se revela hasta los últimos rincones de la tierra para darse a conocer, para mover a sus habitantes a ir en su busca. En esto, Él tiene sus caminos y modos, y nosotros se lo agradecemos con la Eucaristía de hoy.

Los magos pensaban que el Niño estaría en el palacio de Herodes, porque era el rey de los judíos. Pero no fue así. El Hijo de Dios no tenía por qué nacer en el palacio, y menos en la casa de un tirano, como Herodes, que con el corazón roto –es lo que significa corrupto– no se medía para oprimir al pueblo ni para mandar asesinar a la gente. La pregunta lo tomó de sorpresa y se atemorizó. ¿Cómo era posible que hubiera nacido un rey y no en su casa ni en su familia? Se le activó lo perverso y comenzó a investigar. Para eso mandó llamar a otros perversos y corruptos, los sumos sacerdotes y escribas. Ellos le explicaron que, según las Escrituras, el Mesías debía nacer en Belén.

Con la maldad que cargaba en su corazón y, poniendo cara de bueno –era un malvado–, mandó llamar a los magos, con quienes se entrevistó en secreto, y los envió a Belén para que investigaran y le trajeran la información. Los quiso utilizar de “halcones” para realizar su plan de acabar con el Niño. Hasta les dijo que a Él también le interesaba ir a adorarlo. Con tal de quitar la vida, la gente pérfida se hace pasar hasta por una persona humilde, santa, benefactora, interesada por su pueblo, abierta a Dios. Pero Herodes no se movió ni un centímetro para ir a buscar al Niño.

En cambio, los magos se pusieron en camino, se dejaron guiar por la estrella –que no eran ni Herodes, ni los sumos sacerdotes, ni los especialistas en las Escrituras–, hasta llegar a donde se encontraba el Niño. Lo buscaron y lo encontraron. Ellos sí iban a adorarlo y a ofrecerle sus regalos, a ponerse a su servicio, a fortalecer el sentido de su vida. Se encontraron con el misterio de Dios en un recién nacido, en la pequeñez, en la fragilidad, en la periferia. Así es Dios y desde ahí y en esa condición se manifestó al mundo. Los magos nos ponen el ejemplo a los bautizados.

Preguntémonos: Nosotros ¿buscamos a Jesús? ¿De veras lo buscamos? ¿A esto se orienta nuestra vida, a encontrarnos con Él? ¿Dónde lo buscamos? ¿Sólo en el templo, o en la comunidad, en los sacramentos, en los pobres? ¿Para qué lo buscamos? ¿Para adorarlo y alimentarnos de Él o para buscar sus favores? ¿Compartimos esta experiencia de encuentro con Jesús o nos quedamos en lo bonito y sentimental del encuentro? Después del encuentro con Él, ¿lo proclamamos?, ¿nos convertimos en testigos suyos?, ¿nos hacemos sus misioneros?… ¿o nos quedamos como si nada?

Hoy domingo tenemos la oportunidad de saludarlo, ofrecerle nuestra persona, adorarlo, alimentarnos de su Cuerpo y Sangre. Mantengámonos en la actitud de búsqueda de los magos y alejémonos de la actitud maléfica de Herodes, que aparentaba bondad e interés por el recién nacido.

6 de enero de 2019

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