Homilía para el domingo de Cristo Rey

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Jesús va a volver para el juicio, como confesamos en el Credo: “vendrá para juzgar a vivos y muertos”. El criterio con que nos va a juzgar es la atención que se le dé o se le dio en la persona de los pobres.

Servir a Jesús en los pobres

Textos: Ez 34, 11-12. 15-17; 1 Cor 15, 20-26. 28; Mt 25, 31-46

Los domingos anteriores escuchamos parábolas con las que Jesús describió el Reino de Dios y en ellas se insiste en que se nos van a pedir cuentas sobre la responsabilidad que tenemos de colaborar en el anuncio y realización del Reino: el aceite de repuesto para las lámparas que las jóvenes previsoras tenían mientras estaban a la espera del esposo y los talentos que un señor encomendó a sus servidores. Las jóvenes previsoras entraron en el banquete de bodas del esposo; a los que trabajaron y multiplicaron los talentos, el señor los invitó a compartir su alegría; en cambio, las jóvenes necias quedaron fuera de la fiesta de bodas y el que escondió el talento fue echado a las tinieblas. Esta misma dinámica aparece en el texto del evangelio de hoy, que nos prepara para la Comunión.

Jesús va a volver para el juicio, como confesamos en el Credo: “vendrá para juzgar a vivos y muertos”. El criterio con que nos va a juzgar es la atención que se le dé o se le dio en la persona de los pobres. Esa es la referencia con que nos pondrá o entre los de su derecha, a quienes llama “benditos de mi padre”, o entre los de su izquierda, a quienes llama “malditos”. Hoy, Fiesta de Cristo Rey, tenemos la oportunidad de revisarnos a la luz del Evangelio y de asumir nuestra condición de discípulos y discípulas, ya sea fortaleciéndola o entrando en proceso de conversión.

Jesús se identificó con los pobres, quiso quedarse en ellos, tomó el rostro y aspecto de hambriento, sediento, migrante, desnudo, enfermo, encarcelado. Así se nos presenta continuamente, incluso maloliente, tambaleándose, pidiendo y esperando una ayuda. Por eso, cada pobre es presencia sacramental y real de Jesús. Entre nosotros hay gente que no tiene qué comer o qué beber, que no tiene cobija para pasar la noche, que está enferma, que está en la Penal; cuántas personas de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Veracruz, Michoacán, Hidalgo, Honduras, El Salvador, Nicaragua… viven en nuestra población o pasan por aquí porque andan buscando la vida. Es el mismo Jesús que viene a nuestro encuentro, que nos lo encontramos en la calle, que vive a nuestro lado. ¿Qué hacemos con Él? Es decir, ¿cómo tratamos a todas esas personas? ¿Cómo las estamos atendiendo?

Aunque sí hay personas en nuestra comunidad que los ven como hermanos, los escuchan, ven por ellos, les tienden la mano, la gran mayoría generalmente los vemos con indiferencia; muchas veces los despreciamos, nos burlamos de ellos, les decimos nombres despectivos, los tratamos mal, lo que indica que somos indiferentes con Jesús, que lo despreciamos, nos burlamos de Él, lo llamamos despectivamente, lo tratamos mal. Y la mayoría de los habitantes de esta comunidad nos confesamos creyentes en Jesús. Si seguimos así y no cambiamos, lo que nos espera, de acuerdo a las palabras del mismo Jesús, es el castigo eterno, preparado para el diablo y sus ángeles.

A las personas y barrios que descubren a Jesús en los pobres y los atienden, Jesús los llamará benditos de su Padre, les dará en posesión el Reino y los llevará a la vida eterna, tal como lo anunció. Por ser bautizados, estamos llamados a vivir de esta manera, personalmente y como comunidad; nos lo recuerda el texto del evangelio para que asumamos nuestro compromiso hacia los pobres.

Al participar de esta Eucaristía en el domingo de Cristo Rey, pidamos a Dios el don de la conversión, para que dejemos de blindar nuestro corazón a su Hijo, que se nos presenta hambriento, sediento, desnudo, migrante, enfermo y preso, y que más bien estemos atentos a su situación y necesidades para tenderles la mano. Dispongámonos a recibir sacramentalmente a nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, en la Comunión, para que unidos a Él regresemos a casa y a la comunidad a vivir nuestra tarea diaria de servirlo en los pobres, presencia suya entre nosotros.

22 de noviembre de 2020

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