Homilía para el domingo de Ascensión 2014
Ser misioneros y formar discípulos
Este domingo celebramos la Ascensión del Señor. Es el hecho de que, después de resucitar, Jesús se elevó al cielo y Dios lo sentó a su derecha, como testimonian los textos bíblicos proclamados. Es el acontecimiento que confesamos en el Credo: “subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre”, decimos. Enseguida lo recitaremos una vez más. Pero, antes de su Ascensión, Jesús encomendó a sus discípulos ser misioneros y formar discípulos suyos.
Ser misioneros y formar discípulos
Textos: Hch 1, 1-11; Ef 1, 17-23; Mt 28, 16-20.
Este domingo celebramos la Ascensión del Señor. Es el hecho de que, después de resucitar, Jesús se elevó al cielo y Dios lo sentó a su derecha, como testimonian los textos bíblicos proclamados. Es el acontecimiento que confesamos en el Credo: “subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre”, decimos. Enseguida lo recitaremos una vez más. Pero, antes de su Ascensión, Jesús encomendó a sus discípulos ser misioneros y formar discípulos suyos.
La misión de Jesús ya había terminado, pero la construcción del Reino todavía no. A partir del regreso de Jesús a su Padre, sus discípulos y discípulas recibieron la tarea de ir hasta los últimos rincones de la tierra a anunciar el Evangelio, a ser testigos de Jesús, a hacer que todos los pueblos se convirtieran en discípulos suyos, a enseñar a cumplir todo lo que Él les había enseñado. Hoy se nos recuerda que eso mismo lo tenemos que estar realizando nosotros… y con fidelidad.
Los discípulos fueron enviados ese día a la misión; nosotros fuimos enviados el día de nuestro Bautismo. Allí se nos dijo como a ellos: “Vayan”. Es necesario tener conciencia de este envío y asumir nuestra responsabilidad. Ciertamente sabemos que todos somos misioneros porque a todos nos corresponde ir a la misión; pero eso no basta. Se ocupa que nos decidamos y formemos a los demás en la conciencia de haber sido enviados por Jesús como los Once.
Jesús espera que sus discípulos seamos testigos de su persona, su vida y misión, desde Jerusalén hasta los últimos rincones de la tierra. Ser testigos es mucho más que saber de Jesús. Ser testigos es decir lo que conocemos de Él, sostener eso que decimos con las palabras, manifestarlo con los hechos. Eso implica conocerlo, profundizar en su persona, aceptarlo con todas las condiciones que plantea, seguirlo en su estilo de vida, vivir en comunidad, ser misioneros.
El proyecto de Jesús es que todos los pueblos lleguen a ser sus discípulos. Ya había dado la vida en la cruz por todos, pero falta la respuesta a esa entrega de Jesús. Ni siquiera todos los bautizados son discípulos. Para ser discípulos se ocupa estar viviendo exactamente como Él. Si nos revisamos, tampoco nosotros estamos siendo plenamente discípulos, a pesar de que venimos a Misa cada ocho días, mucho menos los hijos o los que vienen detrás de nosotros.
Para que haya discípulos, quienes recibimos el Bautismo y la Confirmación y nos alimentamos de la Comunión, tenemos que dar testimonio de que estamos siguiendo a Jesús. Ese es el respaldo para lo que digamos de palabra a los demás sobre Jesús. Con nuestras palabras y hechos es con lo que tenemos que enseñar a los demás a vivir lo que Jesús nos mandó. Personalmente y como comunidades nos hace falta un mayor testimonio que convenza a los demás.
La celebración Eucarística de los domingos nos hace realidad el encuentro con Jesús. Pero, no podemos ni debemos quedarnos en la oración, en la contemplación, en la tranquilidad que da el hecho de comulgar sacramentalmente; es necesario poner los pies bien firmes sobre la tierra y salir a la misión, a comunicar nuestra experiencia de encuentro con Jesús, a vivir como Él nos enseña, a realizar la misión como testigos. Esto nos ayudará a formar discípulos suyos.
Para el cumplimiento de la misión, Jesús prometió la fuerza del Espíritu Santo. A sus primeros discípulos y discípulas se lo envió en Pentecostés, acontecimiento que celebraremos el próximo domingo; a nosotros nos lo dio en el Bautismo. No hay que esperar más. Salgamos a la misión alimentados y fortalecidos por la Eucaristía, vayamos a ser testigos suyos con la confianza de que Él nos acompaña todos los días. Dispongámonos a vivir el encuentro sacramental con Jesús.
1º de junio de 2014