Homilía para el domingo 11 de abril de 2021
Jesús ya resucitado fue a buscar a sus discípulos y discípulas, así como viene cada domingo para dejarse encontrar, escuchar, tocar y comer por nosotros. El evangelista san Juan nos ofrece su testimonio sobre los dos primeros encuentros dominicales del Señor con ellos.
Dar testimonio de que creemos en Jesús
Textos: Hch 4,32-35; 1Jn 5,1-6; Jn 20,19-31
Jesús ya resucitado fue a buscar a sus discípulos y discípulas, así como viene cada domingo para dejarse encontrar, escuchar, tocar y comer por nosotros. El evangelista san Juan nos ofrece su testimonio sobre los dos primeros encuentros dominicales del Señor con ellos.
La comunidad estaba encerrada por miedo a los judíos, nos dice el evangelista. En esa situación de miedo, tristeza, desesperanza, Jesús se hizo presente. Los saludó, deseándoles la paz; les mostró sus llagas, los envió a la misión, les comunicó el Espíritu Santo y les dio el poder de perdonar. Todo eso, junto con el compartir el alimento, sucedió en aquella tarde del día en que Jesús de Nazaret resucitó. Eso mismo acontece cada domingo en la Eucaristía, nada más que casi no lo descubrimos ni experimentamos. Hoy Jesús está presente en esta Asamblea reunida en su nombre, la mayoría temerosos de salir a evangelizar; se nos presenta en medio de nuestra realidad de pandemia, empobrecimiento, problemas, que vivimos en las familias y la comunidad; nos ha saludado con su gracia y su paz, nos recuerda que tiene llagas en la comunidad, nos vuelve a enviar a la misión, nos renueva la acción de su Espíritu, nos pide perdonar, nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre.
Su presencia llenó de alegría a la comunidad y compartieron con Tomás esa alegría, diciéndole que habían visto al Señor. El testimonio de la comunidad era de su experiencia de encuentro con el Resucitado, no tanto de lo que les dijo o lo que platicaron, sino de haberse encontrado con Él. Como escuchamos, Tomás no les creyó, a pesar de que su testimonio era verdadero. Es lo mismo que pasa con muchos bautizados; no le creen a la comunidad, sobre todo cuando les comparten su experiencia de encuentro con Jesús y los invitan a unirse para que la vivan. Pero también sucede con muchos no creyentes en Jesús: no creen en la comunidad porque no damos testimonio, sobre todo con nuestros hechos, de estarnos encontrando con Jesús. En esto las primeras comunidades cristianas son un referente para nosotros. En la primera lectura escuchamos cómo vivían, con lo que daban testimonio de ser comunidad de discípulos y discípulas de Jesús: tenían un solo corazón y una sola alma, todo lo ponían en común, nadie se apropiaba nada, nadie pasaba necesidad.
Tomás pidió ver y tocar sus llagas para convencerse de que Jesús, el Señor, había resucitado y de que sí había estado con ellos. El Señor se lo concedió en su segunda visita dominical. Se las mostró y le pidió que dejara sus dudas y creyera a la palabra de la comunidad. En sus llagas tenemos otro modo de reconocer al Resucitado. Sus llagas son hoy los pobres, los borrachitos y drogadictos, los que sufren por no tener para el pan del día, por alguna enfermedad, por situaciones de violencia, por la discriminación, por la falta de trabajo y oportunidades. Y en nuestra comunidad parroquial hay muchas de estas llagas, para que reconozcamos a Jesús que está presente entre nosotros, nos encontremos con Él, lo escuchemos, lo toquemos y entremos en comunión con Él, atendiendo a esas personas.
Preparémonos para recibir sacramentalmente a Jesús y para salir de esta celebración a dar testimonio de nuestro encuentro dominical con Él y provocar que otros lo busquen.
11 de abril de 2021