Homilía para el 6º domingo ordinario 2019

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Dichosos los pobres
Esta semana viviremos una Asamblea Diocesana, la décima primera después del Sínodo, en la que trataremos algo de lo que nos dice la Palabra de Dios hoy: la atención a los pobres. Ellos son llamados dichosos por Jesús, como acabamos de escuchar en el texto del Evangelio, y, además, fueron tratados por Él de tal manera que los hizo experimentar la felicidad. Este es el desafío para nosotros bautizados y para nuestra Iglesia diocesana. Además, si nos alimentamos de la Comunión sacramental es para vivir unidos a Jesús en su proyecto de vida al servicio del Reino, sintetizado en las bienaventuranzas.

Dichosos los pobres

Textos: Jr 17, 5-8; 1 Cor 15, 12. 16-20; Lc 6, 17. 20-26

Esta semana viviremos una Asamblea Diocesana, la décima primera después del Sínodo, en la que trataremos algo de lo que nos dice la Palabra de Dios hoy: la atención a los pobres. Ellos son llamados dichosos por Jesús, como acabamos de escuchar en el texto del Evangelio, y, además, fueron tratados por Él de tal manera que los hizo experimentar la felicidad. Este es el desafío para nosotros bautizados y para nuestra Iglesia diocesana. Además, si nos alimentamos de la Comunión sacramental es para vivir unidos a Jesús en su proyecto de vida al servicio del Reino, sintetizado en las bienaventuranzas.

Jesús llamó dichosos a los que el mundo actual considera desgraciados y los desecha. Los pobres, los que no tienen para el pan del día, los que lloran por las penalidades de la vida, fueron considerados felices por Jesús. En nuestros días se considera personas afortunadas a las que tienen dinero, poder, bienes y comodidades en abundancia, a las que andan al último grito de la moda, que poseen buen carro y nada les falta para vivir; incluso se valora como bienaventuradas a muchas personas que se la pasan infundiendo miedo y haciendo el daño, a los demás y a la naturaleza. De ellos, Jesús se expresa con advertencias. Les dice: “¡Ay de ustedes!”, porque ya no serán consolados ni saciados ni reirán, sino que pasarán hambre y penas. Vivirán, como dice Jeremías, en la aridez y la sequía, por no enraizarse en Dios; se quedarán fuera de la vida del Reino.

¿Por qué Jesús se atrevió a decir que los pobres, los hambrientos y los que lloran son dichosos, y, además, les devuelve la esperanza? Lo explica en la segunda parte de las bienaventuranzas: de los pobres es el Reino de Dios, los hambrientos serán saciados, los que lloran reirán. Se les anuncia una situación nueva, pues esas condiciones de sufrimiento siempre impiden una vida digna. Además, los que no tienen para pasar el día, generalmente viven confiados y esperanzados en Dios.

El profeta Jeremías bendice a quienes confían en el Señor y ponen toda su esperanza en Él. Tienen la vida asegurada, no tanto en relación a dinero y bienes materiales, a subir de categoría y quedar por encima de los demás, como sucede en nuestra sociedad llena de desigualdades. Tienen la vida asegurada porque viven conforme a los mandamientos de Dios, en la sencillez, en la libertad de frente a los bienes materiales, en el compartir lo que tienen, en la experiencia de Dios. Así tendríamos que estar viviendo, con la certeza de que, ante las dificultades, por estar enraizados en el Señor, nos mantendremos con vida y dando frutos.

Jesús llama dichosos también a los que son aborrecidos, expulsados, insultados y maldecidos por su causa, a los que experimentan el sufrimiento por andar en el anuncio del Evangelio, en la construcción de la comunidad, en la lucha por la justicia y el bien común, en el cuidado de la Casa común, en la vida de hermanos. A quienes entran en esta dinámica de sufrimiento por causa de Jesús, Él les promete una recompensa grande en el cielo, como les ha sucedido a los profetas.

En la Asamblea Diocesana revisaremos si como Diócesis estamos enraizados en Dios y su proyecto de vida, si estamos respondiendo a los gritos de los pobres y de la Madre Tierra, si estamos experimentando las consecuencias de dar testimonio del Hijo del hombre, como se identificaba Jesús. Haremos una revisión para descubrir si somos de los que Jesús considera dichosos o de aquellos a los que les dice: “¡Ay de ustedes!”. Pidamos a Dios que en nuestra comunidad parroquial trabajemos para que los pobres, los sufrientes y los testigos de Jesús sigan siendo dichosos.

17 de febrero de 2019

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