Homilía para el 5º domingo ordinario 2019

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Misioneros pecadores

La Palabra de Dios que se nos ofrece para este domingo desdice lo que muchos ponen como pretexto para no colaborar en el anuncio del Evangelio en la comunidad: que son indignos o que son pecadores. El Señor siempre llama a pecadores, no a puros ni perfectos, invita a gente ordinaria a colaborar en su proyecto de salvación. Esto se ve bien claro en tres personajes que aparecen en los textos bíblicos de hoy: Isaías, Pedro y Pablo. Su testimonio nos ayuda a prepararnos para renovar nuestro compromiso de ser misioneros y a recibir a Jesús en la Comunión sacramental.

Misioneros pecadores

Textos: Is 6, 1-2. 3-8; 1 Cor 15,1-11; Lc 5,1-11

La Palabra de Dios que se nos ofrece para este domingo desdice lo que muchos ponen como pretexto para no colaborar en el anuncio del Evangelio en la comunidad: que son indignos o que son pecadores. El Señor siempre llama a pecadores, no a puros ni perfectos, invita a gente ordinaria a colaborar en su proyecto de salvación. Esto se ve bien claro en tres personajes que aparecen en los textos bíblicos de hoy: Isaías, Pedro y Pablo. Su testimonio nos ayuda a prepararnos para renovar nuestro compromiso de ser misioneros y a recibir a Jesús en la Comunión sacramental.

Es interesante la conciencia que aquellas tres personas tenían de ser pecadores. Y lo dijeron en su momento. No se avergonzaron, sino que se abrieron a la misericordia del Señor; algo que todos nosotros deberíamos realizar con nuestra vida. Isaías se confesó como un hombre de labios impuros, miembro de un pueblo también de labios impuros; Pablo se reconoció ante los Corintios como una especie de aborto, sobre todo por haber sido perseguidor de la Iglesia; Pedro, postrado ante Jesús después de aquella pesca abundante, le pidió que se alejara de él porque era un pecador.

Tener la conciencia de ser pecadores y reconocer esa condición delante de Dios es un signo de la apertura a lo que venga del Señor: la gracia, el perdón, la purificación, la oportunidad de una vida nueva; pero también el encargo de una misión. Qué importante y necesario es que nos reconozcamos pecadores, pero no para decirlo como pretexto para no asumir un compromiso a favor de la comunidad y para el bien común de la sociedad, sino para abrirnos a la vida de Dios.

Isaías, después de ser tocado con la brasa en sus labios, quedó limpio de su perversidad y perdonado de sus pecados. Entonces pidió ser enviado, cuando Dios le preguntó que a quién enviaría de parte suya como profeta. Pablo, después de encontrarse con Jesús, experimentó la gracia de Dios y fue convertido en apóstol, y vivió su misión con la conciencia de ser el último de los apóstoles y de ser indigno de haber sido llamado a ese ministerio. Pedro, después de reconocer su condición de pecador, fue elegido y llamado por Jesús para ser pescador de hombres. Los tres aceptaron la misión que se les encomendó y la realizaron con fidelidad, hasta la persecución y la muerte.

No eran personas puras, sin manchas, sin pecado. Sin embargo, al abrirse a la misericordia del Señor, reconociendo y confesando su pequeñez, su fragilidad, su indignidad, se pusieron en el camino del servicio a los demás y de la transmisión de la Palabra de Dios a su pueblo y a los que nunca la habían escuchado. “Aquí estoy, Señor, envíame”, dijo Isaías; “Confiado en tu palabra, echaré las redes”, le dijo Pedro a Jesús y lo siguió dejándolo todo. Pablo predicó el Evangelio que le fue transmitido de parte de la comunidad y trabajó en esto más que los demás.

Cómo hacen falta personas dispuestas a vivir la misión de salir a los alejados para anunciar el Evangelio, para colaborar en la construcción de la comunidad en los barrios y ranchos, para luchar por la justicia y el bien común en la sociedad, para trabajar en el cuidado de la Casa común. Dios no quiere perfectos, puros, sin caídas, sino pecadores abiertos a su misericordia y dispuestos a colaborar con Él en su misión salvadora. Se necesitan misioneros conscientes de ser pecadores y en continuo proceso de conversión. Abramos nuestro corazón a la acción salvadora de Dios y expresémosle nuestra disposición para ser enviados, manifestémosle nuestra confianza en su gracia para ser anunciadores del Evangelio, vivamos el seguimiento a Jesús con decisión.

Conscientes de ser pecadores, recibamos el Cuerpo y la Sangre Jesús para ir a la misión.

10 de febrero de 2019

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