Homilía para el 5º domingo ordinario 2014
Cristianos desabridos y apagados
Textos: Is 58, 7-10; 1 Cor 2, 1-5; Mt 5, 13-16.
Este domingo la Palabra de Dios nos ayuda a vernos en nuestra vida cristiana a partir de dos imágenes muy sencillas y claras: las de la sal y la luz. Jesús dijo a sus discípulos que son la sal de la tierra y la luz del mundo. La tierra y el mundo son los espacios donde los discípulos de Jesús hacen su vida, en medio de muchas otras personas: la familia, la comunidad, la escuela, el trabajo, la sociedad. Si vemos bien, casi todos los cristianos estamos desabridos y apagados.
Cristianos desabridos y apagados
Textos: Is 58, 7-10; 1 Cor 2, 1-5; Mt 5, 13-16.
Este domingo la Palabra de Dios nos ayuda a vernos en nuestra vida cristiana a partir de dos imágenes muy sencillas y claras: las de la sal y la luz. Jesús dijo a sus discípulos que son la sal de la tierra y la luz del mundo. La tierra y el mundo son los espacios donde los discípulos de Jesús hacen su vida, en medio de muchas otras personas: la familia, la comunidad, la escuela, el trabajo, la sociedad. Si vemos bien, casi todos los cristianos estamos desabridos y apagados.
La sal sirve para dar el sabor a los alimentos. Antes de que se ponga en la cazuela o la olla, la sal se ve; pero, una vez que se le ha puesto a la comida, desaparece. Su función se descubre en el sabor de la comida. No se ve, pero allí está. Quien prueba los alimentos sabe si tienen sal o no, si tienen poca o mucha. Dice Jesús que así tiene que ser la vida de sus discípulos en la tierra. Si eso no sucede, como la sal que no sirve porque perdió su sabor, se tira a la calle.
La responsabilidad de los discípulos es dar buen sabor a su familia, a su comunidad, a su escuela, a su trabajo, a la sociedad. Se trata del sabor de la hermandad. Esto quiere decir que donde hay bautizados, y nosotros lo estamos, tiene que haber un ambiente de fraternidad. No se trata de que los cristianos seamos exhibicionistas, sino de crear buenas relaciones por el encuentro, el diálogo, el servicio, la solidaridad, el perdón, la alegría, la paz.
¿Cómo andamos? Para responder a esta pregunta, hay que ver cómo se vive en nuestra familia, cómo nos llevamos entre vecinos, qué ambiente hay en nuestro trabajo o escuela. Hay que ver si estamos colaborando a que se viva en la hermandad. Como bautizados no basta con vivir en una casa con la familia, o con familias vecinas, o tener compañeros de trabajo o estudio, o ser miembros de la sociedad. Si nada más la vamos pasando, somos cristianos desabridos.
La luz sirve para iluminar. Donde hay luz, se acaba la oscuridad y se puede ver todo con claridad. La función de la luz es ayudar a que se vean las cosas y las personas. La luz como tal no se ve, pero nos ayuda a ver. Jesús dice que así tenemos que ser sus discípulos en medio del mundo. Nuestra presencia tiene que iluminar a los demás, no solamente porque allí estemos sino por nuestras buenas obras. Quien nos vea debe descubrir cómo vive un cristiano.
¿Cuáles son las buenas obras? El profeta Isaías señala varias, que son centrales en la vida del pueblo de Dios y que poco realizamos: compartir el pan con el hambriento, saciar la necesidad del humillado, abrir la propia casa al pobre sin techo, vestir al desnudo, no dar la espalda al hermano, renunciar a oprimir a los demás, quitar los gestos amenazadores, evitar ser ofensivos. ¿Cómo andamos en esto? Si lo hacemos, somos luz; si no, somos cristianos apagados.
Estamos llamados a ser sal y luz no sólo de manera personal; también como comunidad. Juntos, de manera organizada, conscientemente, los bautizados tenemos que dar buen sabor al barrio, a la colonia, a la ciudad. Se espera que iluminemos porque nos vemos bien, nos tratamos como hermanos, nos perdonamos si hay dificultades; se espera que atendamos a los pobres, enfermos, migrantes, ancianos; que vivamos la justicia, que cuidemos la Creación.
No seamos cristianos desabridos y apagados, ni personalmente ni como comunidad. Hagamos caso a la Palabra de Dios que nos pide ser sal de la tierra y luz del mundo. Pidamos a Dios que nos ayude a ser discípulos que den buen sabor a nuestro ambiente, bautizados que iluminen la vida de nuestro pueblo, de modo que por nuestras buenas obras, Dios sea glorificado. Alimentados con el Cuerpo y la Sangre de Jesús, vayamos a vivir como discípulos suyos.
9 de febrero de 2014
Padre Lorenzo, mas que un comentatio, es un saludo el que le mando, soy Meche, de zacoalco de torres, haber si se acuerda de mi, soy hija de doña Elva y de don Rafael(qepd.)de la familia Ortega de la Garza, en nuestro barrio Espiritu Santo.reciba respetuosamente un abrazo y un saludo. hasta pronto.