Homilía para el 5º domingo de Pascua 2021
Jesús pide de sus discípulos permanecer unidos a Él para dar fruto abundante. Esta petición se repite como estribillo a lo largo del texto del evangelio.
Permanecer unidos a Jesús para dar frutos
Textos: Hch 9,26-31; 1Jn 3,18-24; Jn 15,1-8
Jesús pide de sus discípulos permanecer unidos a Él para dar fruto abundante. Esta petición se repite como estribillo a lo largo del texto del evangelio. Lo señala también san Juan en la segunda lectura, haciéndose eco del mandato de Jesús: nos recuerda el mandamiento de creer en Jesucristo y amarnos unos a otros para permanecer unidos al Padre.
Para explicar mejor lo que sucede cuando los discípulos se mantienen unidos a Jesús, puso el ejemplo de lo que sucede en los sarmientos o ramas cuando permanecen unidas al tronco de la vid. Mientras las ramas están totalmente unidas al tronco, dan hojas, flores y frutos; cuando se doblan, comienzan a secarse y dejan de fructificar, no se diga cuando son arrancadas: se secan y ya nada producen, porque no reciben la vida que trae la savia.
Eso es lo que sucede con los discípulos y discípulas, sea personalmente sea como comunidad: si se despegan de Jesús, comienzan a secarse y simplemente nada producen en la comunidad o en la sociedad. Están ahí, pero secos; está la gente, pero sin frutos. Tristemente así está la mayoría de los bautizados y gran parte de los barrios, porque viven sin Jesús, hacen su vida como si Jesús no existiera, poco o nada lo tienen como referente.
Al igual que las ramas con el tronco, la unión con Jesús debe ser permanente, para que en los barrios y ranchos haya vida de hermanos, para que las comunidades ayuden a que haya frutos de justicia en medio de la sociedad y la Iglesia colabore a que se mantenga la armonía de la Casa común. Mientras permanezca la unión con Jesús, el Espíritu Santo —que es la savia que lleva vida de Jesús a los discípulos— alimentará a los discípulos y los hará crecer, mantenerse con vida y llegar a fructificar en donde estén viviendo.
La unión con Jesús se mantiene con la oración, la lectura y meditación de los evangelios, la recepción de los sacramentos, la vida comunitaria, el encuentro con los pobres y el servicio que se les dé. ¿Cuántas personas hacen su vida de esta manera? Si nos fijamos bien, en la práctica son muy pocas. ¿Cuántos barrios se reúnen y organizan para orar, leer y meditar la Palabra de Dios, animar la vida de comunidad, atender a los pobres, todo en común? También son muy pocos. ¿Cuántos de los que estamos en esta celebración dominical, además participar en Misa, oramos, leemos y meditamos la Biblia, nos reunimos con los vecinos en la comunidad, buscamos responder a las necesidades y vivimos la solidaridad con y entre los pobres? Pero no de vez en cuando, sino de manera permanente. Pocos.
En la primera lectura tenemos un ejemplo de alguien que, una vez que se encontró con Jesús, permaneció unido a Él hasta su muerte: san Pablo. En Jerusalén, al principio le tenían miedo porque se había dedicado a perseguir a los discípulos de Jesús, pero Bernabé lo respaldó presentándolo como discípulo del Señor. Desde que se integró a la comunidad, se dedicó a predicar el evangelio y a animar la vida de las comunidades, y, porque estaba unido a Jesús, fue amenazado de muerte y después le quitaron la vida. En su misión lo sostuvo su unión permanente con Jesús y la fuerza vivificante del Espíritu Santo.
Fortalezcamos nuestra unión con Jesús recibiéndolo en la Comunión sacramental.
2 de mayo de 2021