Homilía para el 5º domingo de Pascua 2013
Vivir en el amor
Textos: Hch 14, 21-27; Ap 21, 1-5; Jn 13, 31-33. 34-35.
Nos hemos convocado para celebrar la Eucaristía en este quinto domingo de Pascua. Con la escucha y reflexión de la Palabra nos preparamos para participar del banquete del amor, que es la Comunión sacramental. Es banquete de amor, primero, porque Dios nos da a su Hijo, que se hace Pan para alimentarnos; y luego porque comerlo nos compromete a vivir en el amor, que es lo que Jesús pide que vivamos sus discípulas y discípulos. Es el mandamiento nuevo.
Vivir en el amor
Textos: Hch 14, 21-27; Ap 21, 1-5; Jn 13, 31-33. 34-35.
Nos hemos convocado para celebrar la Eucaristía en este quinto domingo de Pascua. Con la escucha y reflexión de la Palabra nos preparamos para participar del banquete del amor, que es la Comunión sacramental. Es banquete de amor, primero, porque Dios nos da a su Hijo, que se hace Pan para alimentarnos; y luego porque comerlo nos compromete a vivir en el amor, que es lo que Jesús pide que vivamos sus discípulas y discípulos. Es el mandamiento nuevo.
Cuando Jesús dio este mandamiento a sus discípulos, ya les había lavado los pies; ya había vivido el servicio como esclavo de ellos. Ya había realizado gran parte de su ministerio entre los pobres, los enfermos, endemoniados, despreciados de la sociedad. Y estaba a horas de entregar definitivamente su vida en la cruz, signo supremo de su amor para con nosotros. Él pidió amarse unos a otros, pero teniendo como referente su manera de amar: “como yo los he amado”.
Esta aclaración en el modo de vivir el amor mutuo a lo interno de la comunidad es la novedad del mandamiento, pues no se trata de amar a los demás con un amor como el que se vive entre miembros de la familia; aunque frecuentemente no se da el amor entre esposos o entre hermanos o entre papás e hijos o con los tíos, sobrinos o primos. No se trata de ese tipo de amor. Ni del que amor hacia quien sufre, como un servicio altruista hacia un ser humano.
Tampoco se refiere Jesús al amor existente entre dos personas que se aman y viven solamente para ellas; mucho menos cuando lo que se busca es la satisfacción o el gozo individual. El amor vivido por Jesús, y es el que pide de sus discípulos, es el de la entrega total para el bien de los demás, sin esperar nada a cambio, incluso experimentando el sufrimiento, el sinsabor, como le sucedió a Él en su pasión y muerte en la cruz. Así quiere que vivamos amando.
En nuestro ambiente, en las relaciones con las demás personas, en la familia, en la comunidad, se habla mucho –muchísimo– del amor, pero en la práctica poco se vive. Si damos una revisada a nuestra manera de vivir, lo descubriremos. Cuántas cosas hacemos por los demás, sea una persona sea la comunidad, a fuerzas, porque no nos queda otra, porque nos lo mandan, porque lo tenemos como reglamento. O, todavía peor, porque queremos algún provecho.
Vivir en el amor exige una formación en la vida familiar. Desde que es concebida la creatura tiene que experimentar el buen trato, el respeto, la valoración. En su vida como esposos, los papás tienen que ser ejemplo para sus hijos e hijas; es fundamental que se respeten, se cuiden, se traten bien, se sirvan mutuamente, eviten todo sufrimiento para la otra persona. Esto crea un ambiente favorable para que sus hijos crezcan y aprenan a amar como modo de ser.
Sobre la base que a cada persona le ofrece su propia familia, en la comunidad se tiene que cultivar la vida en el amor. Jesús pide el amor de unos para con otros en la comunidad. Este es precisamente el distintivo de sus discípulos. Dice que en el modo de amarnos las demás personas y comunidades nos reconocerán como sus discípulos. De parte de cada miembro se necesita la opción por amar, decidirse a hacer el bien a todos y asegurarles la felicidad sin más a cambio.
La participación en la Eucaristía, la recepción de la Comunión, nos trae un gran compromiso. Comulgamos para vivir en el amor como estilo de vida, comulgamos para amar como Jesús nos amó, comulgamos para mostrar luego nuestro ser discípulos de Jesús. Cuando amamos, hacemos realidad el cielo nuevo y la tierra nueva, porque Dios vive con su pueblo. Cuando amamos entramos en el Reino de Dios. Cuando amamos, Jesús es glorificado y Dios es glorificado en Él.
28 de abril de 2013