Homilía para el 5º domingo de Cuaresma 2016
Fáciles para condenar, difíciles para perdonar
Somos fáciles para condenar y difíciles para perdonar. Es lo que nos llevan a reconocer los textos bíblicos que escuchamos, sobre todo el Evangelio. Reflexionar sobre el modo de proceder de aquellos escribas y fariseos hipócritas que llevaron a la mujer ante Jesús y sobre el modo de proceder de Jesús ante ellos, nos ayuda a prepararnos para vivir el encuentro sacramental con Él en este domingo de Cuaresma. No olvidemos que estamos preparándonos para la Pascua.
Fáciles para condenar, difíciles para perdonar
Textos: Is 43, 16-21; Flp 3, 7-14; Jn 8, 1-11.
Somos fáciles para condenar y difíciles para perdonar. Es lo que nos llevan a reconocer los textos bíblicos que escuchamos, sobre todo el Evangelio. Reflexionar sobre el modo de proceder de aquellos escribas y fariseos hipócritas que llevaron a la mujer ante Jesús y sobre el modo de proceder de Jesús ante ellos, nos ayuda a prepararnos para vivir el encuentro sacramental con Él en este domingo de Cuaresma. No olvidemos que estamos preparándonos para la Pascua.
La mujer había sido sorprendida en adulterio y, según la ley, debía ser apedreada hasta morir, junto con el varón que estaba con ella. Nada más que a él no lo llevaron para hacerle el mismo escándalo y conseguir el aval de Jesús para quitarle la vida. La decisión de matarla ya la tenían y la justificación para dar este paso también, porque lo marcaba la ley. Más que otra cosa, lo que querían era tener otro motivo para acusar a Jesús y también llevarlo a la muerte.
El modo en que Jesús reaccionó ante aquella acusación nos marca lo que debemos hacer en nuestra vida. Lo que hizo ante la insistencia de ellos, porque al principio no les respondió nada, fue expresar un principio para la vida. Les dijo que aquel que no tuviera pecados le aventara la primera piedra. Está claro: quien tiene pecados no tiene derecho a exhibir o condenar a otra persona que también ha caído en algún pecado. Aunque uno no los tuviera, no debe hacer esto.
Todos somos pecadores; unos tenemos más pecados que otros, pero todos pecamos. Eso no lo podemos negar. El hecho de compartir la condición de pecadores nos debe hacer sensibles ante las fallas de los demás. Así como nosotros cometemos pecados, así los cometen otros. Reconocer esto es fundamental para ubicarnos en la vida como Jesús. Los acusadores de la mujer reconocieron que al menos tenían un pecado y uno por uno se fueron yendo sin decir palabra.
Dice san Lucas que comenzaron a irse los más viejos. Quiere decir que estaban más cargaditos de pecados y ellos fueron los que quedaron en evidencia ante su conciencia y ante la mujer acusada. Jesús no negaba que la mujer tuviera su pecado y tampoco aprobaba que alguien cayera en alguno, pero ponía en claro que nadie tenía –ni tiene–, derecho a condenar a nadie. Al final se quedaron solos Jesús y la acusada, dos condenados a muerte, y comenzaron a dialogar.
En ese ratito de plática, apareció el modo de ser de Jesús. No condenó a la mujer, no le echó en cara lo que decía la ley, no le preguntó por su compañero de pecado. Simplemente le preguntó por sus acusadores y en qué había quedado su condena. Ella, todavía llorando y suspirando, le dijo que nadie la había condenado. ¿Qué hizo Jesús? Con ternura le dijo que tampoco la condenaba. Imaginemos lo que significó para ella escuchar estas palabras de perdón.
A diferencia de los escribas y fariseos que eran fáciles para condenar y difíciles de perdonar, Jesús se mostró fácil para perdonar y difícil para condenar. Y a la mujer, junto con el perdón que le dio, la invitó a no volver a pecar. Este es exactamente el modo de actuar de Dios: perdona sin más, da la oportunidad de comenzar una vida nueva y espera que la persona perdonada no vuelva a pecar. Así deberíamos ser todos los bautizados para con los demás. Pero no.
¿A cuántas personas hemos menospreciado, condenado o acusado porque se han equivocado o porque han caído en un pecado? Yo creo que a muchas. ¿Con cuántas personas hemos sido compasivos, conscientes de nuestro ser pecadores y de que también hemos pecado? Quizá con pocas. Pidamos perdón al Señor por las veces en que nos hemos ubicado en la vida como los escribas y fariseos hipócritas del Evangelio. Pidámosle la gracia de perdonar como Jesús.
13 de marzo de 2016