Homilía para el 4º domingo ordinario 2018
Tener autoridad
Vivimos en un ambiente en el que las instituciones y las autoridades, tanto civiles como religiosas han perdido la credibilidad. En el texto del Evangelio de este domingo, Jesús es presentado por san Marcos como alguien que tenía autoridad. En la sinagoga enseñaba como quien tiene autoridad, mandaba a los espíritus inmundos con autoridad y lo obedecían. Hoy nos encontraremos sacramentalmente con ese mismo Jesús, lo recibiremos hecho Pan y Vino, lo llevaremos con nosotros a la casa, a la comunidad, al trabajo, a la sociedad, durante toda la semana.
Tener autoridad
Textos: Dt 18, 15-20; 1 Cor 7, 32-35; Mc 1, 21-28
Vivimos en un ambiente en el que las instituciones y las autoridades, tanto civiles como religiosas han perdido la credibilidad. En el texto del Evangelio de este domingo, Jesús es presentado por san Marcos como alguien que tenía autoridad. En la sinagoga enseñaba como quien tiene autoridad, mandaba a los espíritus inmundos con autoridad y lo obedecían. Hoy nos encontraremos sacramentalmente con ese mismo Jesús, lo recibiremos hecho Pan y Vino, lo llevaremos con nosotros a la casa, a la comunidad, al trabajo, a la sociedad, durante toda la semana.
La autoridad no consiste en el autoritarismo, en el abuso del poder, en mandar con fuerza o a gritos, en hacer sentir menos a los demás, en tenerlos al servicio propio, en hacer y deshacer al capricho propio. Así se propician más bien las injusticias, los abusos, las fracturas, los resentimientos, la destrucción de las relaciones y la armonía de la naturaleza. Son todos signos del mal presente en el mundo y de la maldad arraigada en el corazón de las personas.
Tienen autoridad más bien las personas que dan testimonio de hermandad, encuentro, amistad, escucha, servicio, disponibilidad, compromiso con el bien común y con la armonía con la naturaleza y con Dios. Jesús tenía todo esto. Así vivía y por eso causaba asombro y era reconocido y aceptado por las personas que se encontraban con Él. Su autoridad la tenía por su coherencia de vida, pues hacía lo que predicaba y predicaba lo que iba viviendo. Era muy distinto a los escribas, como lo reconocieron quienes estaban en la sinagoga aquel sábado. Los escribas leían y explicaban la Palabra la Dios, pero no la llevaban a la práctica; decían una cosa y hacían otra.
Por su coherencia de vida, Jesús era capaz de expulsar hasta a los demonios. También en eso se manifestó y fue reconocida su autoridad, como acabamos de escuchar. La liberación de las personas poseídas por los demonios era signo de la presencia del Reino de Dios en el mundo, pues las personas, sus familias y comunidades, comenzaban una vida nueva. La expulsión de los demonios era signo de la lucha de Jesús contra el mal y todas sus manifestaciones y consecuencias, era expresión de la vida digna que Dios quiere para sus hijos e hijas. Jesús no lo lograría si no escuchara a Dios y pusiera en práctica sus mandamientos.
El testimonio de Jesús cuestiona la crisis de autoridad que vivimos en nuestros días. Los gobernantes y los partidos políticos no la tienen con la ciudadanía, que está harta de promesas no cumplidas, de tranzas, abusos, corrupción; los ministros ordenados no la tenemos con los miembros de nuestras Iglesias, porque predicamos una cosa y vivimos otra; muchos papás no la tienen con sus hijos, porque no les dan buen ejemplo. A muchas otras instituciones les sucede lo mismo.
El ejemplo de Jesús nos desafía a sus discípulos y discípulas, porque se espera de nosotros un buen testimonio, que seamos coherentes, que seamos el buen olor de Cristo. Para esto se necesita ser como Jesús: escuchar la voz de Dios y cumplir sus mandatos; aquello que le pedimos en el Salmo: “Señor, que no seamos sordos a tu voz”.
Pidamos a Dios que sepamos ganarnos la autoridad ante los demás por el buen testimonio, por la coherencia de vida, por nuestra capacidad de ser hermanos, por el respeto a los demás y a la naturaleza. Que unidos a Jesús por la Comunión sacramental, luchemos en contra del mal y todas sus manifestaciones. Dispongámonos al encuentro sacramental con Jesús de este domingo para ir a vivir como Él con autoridad en la familia, el barrio, el lugar de trabajo, la sociedad.
28 de enero de 2018