Homilía para el 4º domingo ordinario 2013
Pecadores y evangelizadores
Textos: Is 6, 1-2. 3-8; 1 Cor 15, 1-11; Lc 5, 1-11.
Acabamos de escuchar en el texto del Evangelio cómo, puesto a los pies de Jesús, Simón Pedro se confesó pecador. De la misma manera el profeta Isaías había reconocido ser una persona de labios impuros y Pablo se describió como un aborto, debido a su condición de perseguidor de la Iglesia. Sin embargo, los tres fueron enviados a la misión: Isaías como profeta, Pablo como apóstol y Simón como pescador de hombres. Todos fueron purificados por Dios para predicar.
Pecadores y evangelizadores
Textos: Is 6, 1-2. 3-8; 1 Cor 15, 1-11; Lc 5, 1-11.
Acabamos de escuchar en el texto del Evangelio cómo, puesto a los pies de Jesús, Simón Pedro se confesó pecador. De la misma manera el profeta Isaías había reconocido ser una persona de labios impuros y Pablo se describió como un aborto, debido a su condición de perseguidor de la Iglesia. Sin embargo, los tres fueron enviados a la misión: Isaías como profeta, Pablo como apóstol y Simón como pescador de hombres. Todos fueron purificados por Dios para predicar.
Ser y reconocerse pecador es condición indispensable para colaborar en la evangelización. De otra manera no es posible. Nosotros lo hemos hecho ya al comienzo de esta Eucaristía dominical. Le pedimos perdón a Dios por nuestros pecados, como preparación a la escucha de su Palabra y a la participación en la Comunión sacramental. Pero no todo termina con escuchar la Palabra de Dios y comulgar; de esta celebración, siendo pecadores, salimos enviados a la misión.
El hecho de ser pecadores no se nos quita ni por hacer el acto penitencial al principio de la Misa, ni por escuchar la Palabra escrita de Dios –a pesar de que al concluir el Evangelio, el sacerdote reza en silencio: “Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados”–; tampoco por comulgar o por acercarnos al sacramento de la Reconciliación. Se borran los pecados pero seguimos siendo pecadores toda nuestra vida y no debemos perder la conciencia de esto.
Quien se reconoce pecador, como Simón Pedro, tiene la posibilidad de encontrarse con Jesús y enriquecerse con su persona y su mensaje; se pone en el camino de la salvación. Quien se siente o se sabe puro, perfecto, sin pecado, automáticamente se cierra a la gracia de Dios y no logrará el encuentro con el Maestro. Jesús no se hace para atrás en la elección de sus discípulos y discípulas: elige personas pecadoras para encomendarles la tarea de anunciar el Evangelio.
Para realizar la misión es indispensable también escuchar a Jesús. Pedro nos pone el ejemplo. Él y sus compañeros habían trabajado toda la noche con el afán de pescar. No lo lograron. Así sucede con los pescadores: a veces pescan, a veces no. Ya de día, después de estar predicando a la multitud, Jesús le pidió a Simón que se adentrara en el mar y echara las redes. Él echó las redes confiado a su palabra y lograron una pesca abundante.
Aquí no hay que ver el milagro sino la actitud del discípulo. Si no se escucha la Palabra de Jesús, no se logrará la pesca. No se refiere a los pescados sino a las personas, porque esta es la tarea a la que Simón fue llamado después de confesarse pecador. Nadie podrá evangelizar, aunque se sepa y reconozca pecador, si no escucha con atención a Jesús. De aquí la importancia de leer y meditar el Evangelio, de orar con Él, de convertirse a lo que pide y hacerlo vida.
Para ser colaborador en la misión del anuncio del Evangelio en el barrio o rancho, se necesita una disponibilidad total. Simón Pedro, Santiago, Juan y sus demás amigos, dejaron todo y siguieron a Jesús. No hay que poner pretextos para ir a la misión: ni el hecho de ser pecadores, ni el trabajo que se tiene, ni la familia, ni la falta de tiempo, ni las dificultades para expresarse. Jesús llama a todos, a todos nos llena con su palabra y su gracia, a todos nos envía.
En unos momentos más nos encontraremos sacramentalmente con Jesús. Siendo pecadores nos da su Cuerpo y Sangre para alimentarnos. Teniendo miedo de ir a evangelizar nos dice que no temamos, que así nos acepta y nos quiere apóstoles, como a Pablo. Después de escuchar la Palabra de Dios, dispongamos nuestro corazón para comulgar, dispongamos nuestra persona para salir a la misión y ser pecadores evangelizadores. Preparémonos para recibir la Comunión.
10 de febrero de 2013