Homilía para el 4º domingo de Cuaresma 2020

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Unidos a Jesús, ser luz
La situación del ciego de nacimiento, que Jesús y sus discípulos vieron cuando iban de camino, desató el diálogo y la reflexión entre ellos y movió a Jesús una vez más a la solidaridad, aunque esto le trajo conflictos. La narración de san Juan nos ayuda a revisar nuestra vida, teniendo en cuenta que estamos en Cuaresma, y a vivir mejor nuestro encuentro dominical para ir, como Jesús, a vivir la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas que sufren en la comunidad.

Unidos a Jesús, ser luz

Textos: 1 Sam 16, 1. 6-7; 10-13; Ef 5, 8-14; Jn 9, 1-41

La situación del ciego de nacimiento, que Jesús y sus discípulos vieron cuando iban de camino, desató el diálogo y la reflexión entre ellos y movió a Jesús una vez más a la solidaridad, aunque esto le trajo conflictos. La narración de san Juan nos ayuda a revisar nuestra vida, teniendo en cuenta que estamos en Cuaresma, y a vivir mejor nuestro encuentro dominical para ir, como Jesús, a vivir la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas que sufren en la comunidad.

Las situaciones de enfermedad y sufrimiento no son para pasar de largo cerrando los ojos, ni para echar culpas. Los judíos decían que eran castigo por los pecados cometidos. Jesús aclaró muy bien que esa y toda situación de dolor son para que se manifiesten las obras de Dios. Y las obras de Dios están en función de que sus hijos e hijas vivamos con dignidad, pero con el aporte de todos y todas. En esto, Jesús se nos ofrece como la Luz que ilumina a sus discípulos y al mundo.

Jesús no dijo más. Simplemente hizo lodo con su saliva, se lo untó al ciego en los ojos y lo envió a lavarse a la piscina de Siloé. Esto cambió la vida del hasta entonces ciego, porque pudo ver y convertirse en testigo de Jesús; cambió la vida de sus discípulos, porque captaron que por encima de los prejuicios está el servicio hacia quien sufre; cambió la propia vida de Jesús, porque crecieron las dificultades, habladas y condenas en contra de Él. Quienes no cambiaron en su vida fueron los fariseos, porque se cerraron a los signos de la vida de Dios manifestados por Jesús. Veían bien con sus ojos de la cara, pero estaban cegados en su corazón, lleno de soberbia, prejuicios y condenas; siguieron en su pecado, como les dijo Jesús en su respuesta final.

Aunque estamos llamados a vivir como Jesús, pues recibimos su luz el día de nuestro Bautismo y se nos pidió que camináramos todos los días como hijos e hijas de la luz, casi siempre pasamos de largo ante las situaciones de enfermedad y sufrimiento, no nos detenemos a reflexionar sobre ellas y nuestra responsabilidad para realizar las obras de Dios, nos ubicamos con prejuicios ante las personas sufrientes y desechadas por la sociedad, no nos planteamos la vivencia de la solidaridad. Estamos ciegos del corazón, como los fariseos, y permanecemos en nuestro pecado.

Teniendo en cuenta que estamos en la Cuaresma, tiempo para entrar en un proceso más fuerte de conversión como preparación a la Pascua de Jesús, san Pablo nos pide que vivamos como hijos de la luz, que busquemos lo que le agrada al Señor y no tomemos parte en las obras estériles de los que son tinieblas. Las obras que le agradan al Señor son la bondad, la justicia, la verdad, la solidaridad, la atención a los enfermos y sufrientes. Pero, necesitamos mantenernos unidos a Jesús para ser también luz. El que nació ciego nos da un buen ejemplo. Una vez que comenzó a ver y, sobre todo, a partir de que vio a Jesús, lo escuchó, lo reconoció y creyó en Él, se mantuvo unido al Señor dando testimonio de su persona y de sus obras. Eran las obras de Dios, eran las obras de la luz.

Que esta celebración Eucarística de domingo, vivida en el ambiente de contingencia por el Covid-19, nos reanime para mantenernos en las obras de Dios. Que colaboremos en la prevención del contagio, que estemos al pendiente de los más vulnerables, que aprovechemos esta oportunidad para fortalecer la solidaridad, pues los pobres son los más golpeados por la situación. Que, unidos a Jesús y asumiendo nuestros compromisos, seamos luz en el mundo y manifestemos las obras de Dios. Revisemos y renovemos nuestra ubicación en la vida, para no tener nuestro corazón cegado en nuestra soberbia, prejuicios y condenas, y sepamos detenernos como Jesús y sus discípulos ante las situaciones de enfermedad y sufrimiento que encontremos en nuestro camino.

22 de marzo de 2020

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