Homilía para el 4º domingo de Adviento 2019

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José, el varón justo y obediente
Estamos a la víspera de la celebración de la Navidad, para la que nos hemos estado preparando durante el Adviento. En la liturgia de este domingo se resalta la figura de María, la mamá del Hijo de Dios, del Dios-con-nosotros, como lo anunció el profeta Isaías. El Hijo de Dios se encarnó en el vientre de la Virgen; allí asumió nuestra condición frágil, limitada, mortal, por la acción del Espíritu Santo, como les explicó el ángel, primero a María y después a José. Hoy viene a nuestro encuentro en un pedazo de pan y un poco de vino, ofreciéndose como alimento para el camino.

José, el justo y obediente

Textos: Is 7, 10-14; Rm 1, 1-7; Mt 1, 18-24

Estamos a la víspera de la celebración de la Navidad, para la que nos hemos estado preparando durante el Adviento. En la liturgia de este domingo se resalta la figura de María, la mamá del Hijo de Dios, del Dios-con-nosotros, como lo anunció el profeta Isaías. El Hijo de Dios se encarnó en el vientre de la Virgen; allí asumió nuestra condición frágil, limitada, mortal, por la acción del Espíritu Santo, como les explicó el ángel, primero a María y después a José. Hoy viene a nuestro encuentro en un pedazo de pan y un poco de vino, ofreciéndose como alimento para el camino.

En el texto del Evangelio de hoy nos encontramos con el relato de la anunciación a José. María ya estaba embarazada, ya había aceptado la propuesta que Dios le hizo de ser la madre del Mesías. Ella se puso a su servicio como esclava. José se dio cuenta hasta después y esto lo metió en crisis, pero también le abrió el camino a la experiencia de Dios. Si ya estaba comprometida en matrimonio con él, ¿cómo era posible que estuviera esperando un hijo que no era suyo? José comenzó a darle vueltas a la situación y a lo que iba a hacer. Tenía la ley en la mano, que le permitía hacerle un escándalo público a María, incluso al grado de provocar que fuera apedreada porque le había sido “infiel”. También tenía la posibilidad de darle el divorcio o de dejarla e irse a vivir a otro lugar.

En su discernimiento, José había elegido esta última opción, como nos narra san Mateo. Él no quería hacerle ningún daño a María, sino respetarla y protegerla. Dios le habló por medio del ángel y le ayudó a aclarar que el hijo que ella estaba esperando había sido engendrado por obra del Espíritu Santo. Además, le pidió hacerse responsable de los dos: de María, llevándosela a su casa para realizar su vida matrimonial; del Niño, reconociéndolo como hijo suyo, al ponerle el nombre, y cumpliendo la tarea de criarlo y educarlo. José, obediente, hizo lo que le mandó el ángel. Aquí tenemos un buen ejemplo para todos los papás de escucha a Dios, discernimiento y compromiso en el cuidado de la esposa y en la educación responsable de los hijos.

De acuerdo a la cultura judía, el nombre de las personas significa su misión. El Hijo de Dios recibe dos nombres en la narración de la anunciación a José: Jesús y Emmanuel. Jesús significa “Dios salva” y Emmanuel, “Dios-con-nosotros”. El Hijo de Dios se hizo uno de nosotros en el vientre de María para salvarnos; pero para eso tuvo que morir en la cruz y resucitar, como testimonia san Pablo. Como parte del proyecto de salvación, Emmanuel, el Hijo de Dios, se identificó no sólo con los humanos, sino especialmente con los pobres, en quienes quiso quedarse para que lo atendiéramos. Además, antes de regresar al Padre, al enviar a sus discípulos y discípulas a la misión, prometió estar con ellos –o sea, ser Dios-con-nosotros–, para acompañarlos todos los días hasta el fin de la historia en el anuncio de la Buena Nueva. Le agradecemos a Dios esta acción salvadora de Jesús.

José colaboró directamente en la primera venida del Hijo de Dios al mundo, aceptándolo en su corazón después de su experiencia de discernimiento y apertura a Dios; recibiendo a María en su casa y cuidando de ella, caminando juntos en su viaje a Belén para empadronarse, buscando casa para pasar la noche y que su esposa diera a luz al Mesías. Después, yendo a registrarlo como Hijo suyo, protegiéndolo del tirano Herodes y educándolo como judío e Hijo de Dios.

Con esta Eucaristía dominical agradezcamos a Dios el testimonio de San José y de la Virgen María y pidámosle que, como ellos, estemos abiertos y disponibles para colaborar desde nuestra comunidad en su proyecto salvador. Preparémonos para recibir a Jesús su Hijo, que viene a nuestro encuentro de manera sacramental en el Pan y el Vino, para seguir siendo Dios-con-nosotros.

22 de diciembre de 2019

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