Homilía para el 4° domingo de Cuaresma 2017

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Dejar que Jesús nos ilumine

Cuaresma4 A 17

En este domingo, el cuarto de la Cuaresma, nos encontramos con el testimonio de un ciego de nacimiento que se dejó iluminar por Jesús y dio testimonio de Él. En estos días de reflexiones cuaresmales nos hemos estado encontrando como comunidad para revisarnos sobre lo que vivimos en nuestras familias y sobre lo que hacemos en relación a las situaciones de las familias de nuestras comunidades. Estamos reunidos aquí para el encuentro sacramental con Jesús, quien se nos ha presentado como la Luz del mundo, para dejarnos iluminar con su palabra, alimentarnos con su Cuerpo y Sangre, y salir luego a dar testimonio, algo en lo que el ciego nos da ejemplo.

Dejar que Jesús nos ilumine

Textos: 1 Sam 16, 1. 6-7. 10-13; Ef 5, 8-10; Jn 9, 1-41.

Cuaresma4 A 17

En este domingo, el cuarto de la Cuaresma, nos encontramos con el testimonio de un ciego de nacimiento que se dejó iluminar por Jesús y dio testimonio de Él. En estos días de reflexiones cuaresmales nos hemos estado encontrando como comunidad para revisarnos sobre lo que vivimos en nuestras familias y sobre lo que hacemos en relación a las situaciones de las familias de nuestras comunidades. Estamos reunidos aquí para el encuentro sacramental con Jesús, quien se nos ha presentado como la Luz del mundo, para dejarnos iluminar con su palabra, alimentarnos con su Cuerpo y Sangre, y salir luego a dar testimonio, algo en lo que el ciego nos da ejemplo.

Gracias al encuentro con Jesús, la vida de aquel ciego cambió. Vivía excluido de la comunidad, señalado por ella como pecador, dependiendo de la limosna que le daban para sobrevivir. Con él podemos identificar a muchas de nuestras familias, como lo descubrimos en estos días de reflexiones cuaresmales. En nuestras familias se lucha por la vida; por la pobreza casi en todas los dos tienen que trabajar y dejar a sus hijos encargados con algún vecino, con los abuelitos o solos. En muchas familias hay violencia, desavenencias, drogadicción, alcoholismo, enfermedades. Un buen número de parejas se han separado o divorciado, con las consiguientes consecuencias para los hijos; hay madres solteras, mamás o papás que quedan con una parte de los hijos, o parejas que viven una nueva unión y llevan a uno o dos de sus hijos.

Ahí está la situación, que podemos comparar con la que vivía el ciego del evangelio, y ante ella podemos ubicarnos o como Jesús o como los fariseos. Se esperaría que fuéramos como Jesús. Él primero dijo que la situación del ciego era para que en él se manifestaran las obras de Dios; luego se acercó a él, lo tocó, le untó lodo hecho con su propia saliva y lo envió a lavarse en la piscina de Siloé. Él siguió las indicaciones y comenzó a ver. Eso es lo que la comunidad debería realizar con sus familias: acercarse, escucharlas, tocarlas, confortarlas, curarlas, incluirlas. Así lo aclaramos en las reflexiones cuaresmales en los barrios.

Pero también podemos tomar la actitud de los fariseos y en esto hay que estar atentos. Ellos le echaron tierra a Jesús, diciendo que no venía de Dios porque no respetaba el sábado, que era un pecador, que no tenía la autoridad de Moisés, que no sabían de dónde venía; en relación a la gente abusaron de su “autoridad”, amenazándola con expulsar de la sinagoga a quien dijera que Jesús era el Mesías. Al que era ciego lo llevaron a juicio al igual que a sus papás; le dijeron que era puro pecado y terminaron expulsándolo de la sinagoga. Lo mismo nos puede suceder, especialmente a los sacerdotes y los demás agentes de pastoral: sentirnos buenos y con derecho a juzgar, condenar, reprochar a las familias por las situaciones que viven; incluso a señalarlos en el pueblo, a expulsarlos del templo o de la comunidad, a negarles el servicio o la atención.

Como bautizados, nuestra tarea es acoger, atender y acompañar a las familias de nuestra comunidad en todas sus situaciones, especialmente en las de angustia y sufrimiento, para que en ellas se manifiesten las obras de Dios. Nuestras familias, a partir de su propia realidad tienen que seguir haciendo su proceso de fe en Jesús y a nosotros nos toca facilitarles esta experiencia, como hizo Jesús con el ciego. Pero para eso necesitamos también abrirnos a Jesús, dejar que Él nos ilumine, seguir fortaleciendo nuestro proceso de fe, ser conscientes de que también tenemos problemáticas y limitaciones, sabernos hermanos de las demás parejas y familias. Aprovechemos la oportunidad que tenemos hoy de alimentarnos sacramentalmente de Jesús para vivir como Él.

26 de marzo de 2017

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