Homilía para el 3er domingo de Pascua 2021

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Al igual que aquella tarde del día de la Resurrección, este domingo nos encontramos con Jesús como comunidad, para descubrirlo, escucharlo, compartir la mesa, recibir la paz y volver a la misión como testigos suyos.

Somos testigos

Textos: Hch 3,13-15.17-19; 1Jn 2,1-5; Lc 24,35-48

Al igual que aquella tarde del día de la Resurrección, este domingo nos encontramos con Jesús como comunidad, para descubrirlo, escucharlo, compartir la mesa, recibir la paz y volver a la misión como testigos suyos. Fue lo que sucedió con sus discípulos y discípulas, reunidos en el Cenáculo, después de su primer encuentro con el Resucitado.

Los discípulos de Emaús estaban dando testimonio de su experiencia de encuentro con Jesús, vivido a lo largo de la tarde por el camino y en su casa, cuando Él se les hizo presente. Ya se había encontrado con las mujeres al amanecer, con Simón Pedro a media mañana, con los de Emaús durante la tarde, y por la noche fue a reunirse con la comunidad.

Lo primero que hizo fue transmitirles la paz. Era la paz que se experimenta cuando se ha cumplido con fidelidad una misión. Jesús había realizado lo encomendado por su Padre: llevar buenas nuevas a los pobres, liberar, perdonar, dar la vista. Al recibirla, los discípulos tenían que transmitirla a los demás, haciendo lo mismo que el Señor. Esta es nuestra misión, que recibimos en el Bautismo y renovamos cada vez que celebramos la Eucaristía.

La misión consiste en ser sus testigos. Con eso termina el texto del evangelio. Jesús les dijo, y nos dice hoy a nosotros: “Ustedes son testigos de esto”. ¿De qué? No sólo de que estuvo con ellos ya resucitado, no sólo de que se encuentra con nosotros cada domingo, sino de que el Resucitado es el Crucificado. Los discípulos tenemos que dar testimonio con nuestras palabras y, sobre todo, con nuestros hechos, de que seguimos a un fracasado, al profeta asesinado, al Mesías despedazado en la cruz, al que Dios resucitó al tercer día.

Esto lo escuchamos realizado ya en la práctica en la primera lectura. Pedro estaba dando testimonio de Jesús, a quien los sumos sacerdotes habían dado muerte y al que Dios resucitó de entre los muertos. “Y de ello nosotros somos testigos”, les dijo sin miedo.

Jesús ayudó a sus discípulos a convencerse de su Resurrección por medio de su cuerpo y de su palabra. Primeramente, les enseñó sus llagas y los invitó a que las tocaran, para que se convencieran de que no era una aparición, sino el mismo de carne y hueso que había estado en la cruz; comió con ellos de lo mismo que estaban comiendo y les explicó que las Escrituras ya habían anunciado su muerte y resurrección como Mesías. Con estos modos les ayudó a convencerse de que realmente había resucitado para que luego fueran a dar testimonio con su vida. Jesús se manifiesta resucitado y presente, no como fantasma, en sus llagas, que son hoy los pobres, los borrachitos, los presos, los migrantes, los indígenas, los que no tienen para el pan del día, las mujeres violentadas… y nos invita a acercarnos y tocarlo. Jesús se manifiesta en el compartir el alimento. Donde se comparte el pan, se hace presente la vida de resucitados. Jesús se da a conocer en los evangelios y quiere que lo escuchemos para que nos convenzamos de Él y su proyecto de salvación.

Hoy domingo, vivimos este encuentro con el Resucitado de estas mismas maneras, pero para ser sus testigos. Tenemos que salir de esta Eucaristía a transmitir y construir la paz, a acercarnos a las llagas de Jesús para curarlas, a dar testimonio de su Muerte y Resurrección.

18 de abril de 2021

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