Homilía para el 3er domingo de Adviento 2020

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La alegría de los pobres
La liturgia de este domingo nos lleva a la alegría ante la cercanía de la llegada de Jesús. En este ambiente, de nuevo aparece san Juan Bautista en nuestro camino de preparación para recibir a Jesús que se acerca. Hoy, presentándose como testigo de la luz, nos repite la invitación que hizo a sus paisanos a enderezar los caminos para la llegada del Mesías.

La alegría de los pobres

Textos: Is 61,1-2.10-11; 1Tes 5,16-24; Jn 1,6-8.19-28

La liturgia de este domingo nos lleva a la alegría ante la cercanía de la llegada de Jesús. En este ambiente, de nuevo aparece san Juan Bautista en nuestro camino de preparación para recibir a Jesús que se acerca. Hoy, presentado como testigo de la luz, nos repite la invitación que hizo a sus paisanos a enderezar los caminos para la llegada del Mesías.

El motivo de la alegría de los miembros del pueblo de Dios es la llegada de la justicia, la salvación y la paz que trae la presencia del Hijo de Dios. El profeta Isaías anuncia que esta alegría es especial en los pobres, primeros destinatarios de la vida de Dios. Esta profecía la retomó Jesús como su proyecto de misión, reconociendo que fue ungido por el Espíritu Santo para llevarlo a cabo. Él se sabía enviado a anunciar la buena nueva a los pobres, a curar los corazones quebrantados, a devolver la vista a los ciegos, a traer el perdón, a dar libertad a los cautivos. De ahí la alegría del profeta, voz de Dios para su pueblo.

Esta alegría es muy diferente de la que provocan el dinero y los bienes materiales, el poder, el honor y la fama; quienes los tienen se creen felices, pero no se sacian y siempre quieren más, están con pendiente de que se los quiten en las luchas por el poder y permanentemente buscan asegurarse y defenderse. En cambio, la alegría que viene de Dios consiste en experimentar la justicia, el perdón, la libertad, la paz, la vida nueva, la salvación. En esto no hay luchas por el poder ni angustia porque alguien las vaya a robar. Por eso, Pablo pide abstenerse de todo mal, vivir siempre alegres y orando continuamente.

Juan Bautista le preparó el camino a Jesús, quien venía a traer la vida del Reino y a hacer que los pobres experimentaran la alegría que viene de Dios. Para disponer el corazón de las personas a recibirlo, pidió enderezar el camino, es decir, vivir la conversión. Una vez convertidos es necesario conocerlo y tenerlo como luz, tal como lo presentó el evangelista.

Quienes conocen a Jesús y se dejan iluminar por Él, se abren a la vida del Reino y experimentan la alegría por el hecho de recibir la buena nueva, el perdón, la libertad, la justicia, la paz. De hecho, Jesús mismo expresó su alegría porque los pobres estaban siendo evangelizados y le agradeció a su Padre que así sucediera, porque ese es su proyecto salvador. Sin embargo, esta felicidad lo llevó a la muerte, pues por anunciar el Reino, servir a los pobres, denunciar las injusticias, terminó clavado y muerto en la cruz.

Para continuar con nuestra preparación para recibir a Jesús que se acerca a nosotros esta Navidad, hagamos caso a la llamada del Bautista a enderezar nuestra vida. Revisemos en dónde tenemos puesta nuestra fuente de alegría. Si no es en Jesús y su proyecto del Reino, que tiene como destinatarios principales a los pobres, es el momento de replantear nuestro proyecto de discípulos. Dejemos todo aquello que esté ligado al mal, como nos pide san Pablo. Seamos parte de los pobres que encuentran su alegría en la justicia y en la salvación que Jesús trae, y colaboremos a que este proyecto sea una realidad en nuestra comunidad. Dispongámonos a recibir a Jesús en la Comunión este domingo, para trabajar unidos a Él en la construcción del Reino, de modo que lleguemos a experimentar la verdadera alegría.

13 de diciembre de 2020

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