Homilía para el 3er domingo de Adviento 2016

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No escandalizarnos por Jesús

adviento3-a-17

La Palabra de Dios nos ayuda este domingo a valorar lo que significa Jesús para nosotros. Él fue anunciado y presentado por Juan. El mismo Juan, al enviar a sus discípulos a preguntarle si era el que había de venir o no, pone la mesa para que tanto los dos enviados como nosotros nos encontremos con Jesús, pongamos atención en su actuar y no nos avergoncemos de su persona ni de su estilo de vida. Esto nos ayudará a disponernos para recibirlo en la Comunión.

No escandalizarnos por Jesús

Textos: Is 35, 1-6. 10; St 5, 7-10; Mt 11, 2-11.

adviento3-a-17

La Palabra de Dios nos ayuda este domingo a valorar lo que significa Jesús para nosotros. Él fue anunciado y presentado por Juan. El mismo Juan, al enviar a sus discípulos a preguntarle si era el que había de venir o no, pone la mesa para que tanto los dos enviados como nosotros nos encontremos con Jesús, pongamos atención en su actuar y no nos avergoncemos de su persona ni de su estilo de vida. Esto nos ayudará a disponernos para recibirlo en la Comunión.

Dios había anunciado por los profetas, especialmente por medio de Isaías, una vida nueva para su pueblo, sumido en el sufrimiento, el desánimo, la esclavitud. Si ya a su pueblo en general le decía que se regocijara, se alegrara, floreciera, diera gritos de júbilo, porque verían la gloria y el esplendor del Señor, había unos destinatarios especiales: los ciegos, los sordos, los cojos, los mudos, los esclavos. A ellos les anunció que su pena y su aflicción terminarían, porque se iluminarían sus ojos, se abrirían sus oídos, saltarían como venados, cantarían con su lengua, volverían a casa entre cantares de júbilo y llenos de alegría. ¡Qué palabras tan consoladoras de Dios para su pueblo y para los últimos de su pueblo!

Jesús vino a cumplir ese anuncio de Dios. De esto nos da testimonio el texto del Evangelio. Juan, encarcelado por anunciar la verdad, le mandó preguntar a través de dos de sus discípulos si Él era el que había de venir o había que esperar a otro. En la cárcel recibía noticias de Jesús, de lo que decía y hacía. Alguien le servía de mensajero. Esto es importante, porque la mayoría de los bautizados no están en prisión y, sin embargo, ninguna noticia recibe de Jesús. De ahí que tenemos que preguntarnos qué estamos haciendo los demás miembros de la Iglesia, quienes asistimos a la Misa dominical o tenemos algún ministerio en la comunidad: ¿estamos cumpliendo la misión? Porque si el Evangelio no está llegando a todos, tenemos una deuda con Jesús.

Ante la pregunta del Bautista, la respuesta de Jesús fueron sus hechos. Les dijo a los enviados de Juan que fueran a contarle lo que veían y oían. Era exactamente lo anunciado por Isaías: los ciegos veían, los cojos caminaban bien, los leprosos quedaban limpios de la lepra, los sordos oían, los muertos resucitaban y a los pobres se les anunciaba la Buena Nueva. Hay que preguntarnos si nosotros estamos haciendo lo mismo que Jesús, puesto que al ser bautizados recibimos su misma misión. ¿Qué dirán de nosotros los enfermos, los migrantes, los indígenas, los alejados de la Iglesia, los homosexuales, los drogadictos, los presos? ¿Les estamos llevando el Evangelio?

Además, Jesús culminó su respuesta a su primo Juan señalando que es dichoso quien no se sienta defraudado por Él, quien no se avergüence de ser su seguidor, quien no sienta pesar por ser discípulo suyo. ¿No será que Jesús es piedra de escándalo para la gran mayoría de los que nos confesamos creyentes en Él, porque no queremos tener en el corazón a los pobres y nos pesa dedicar el tiempo a los enfermos, tender la mano a los migrantes e indígenas que están entre nosotros, organizarnos como comunidad para atender a los pobres? Más bien buscamos comodidades, seguridades, éxito, lo último de la moda, evitar la fatiga, ver sólo por nuestros intereses egoístas.

Con la conciencia de que la venida del Señor está cerca, como nos recuerda Santiago, y que esto exige que nos sigamos preparando para recibirlo, renovemos el compromiso de vivir como Jesús en la atención a los pobres de nuestra comunidad. Anunciémosle que su sufrimiento está por terminar, pero mostrémoselo con nuestra presencia, tiempo, dedicación, como lo hacía Jesús.

11 de diciembre de 2016

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