Homilía para el 32º domingo ordinario 2017

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Estar prevenidos

Ordinario32 A 17

Estamos acercándonos al final del año. No del año civil, para el que falta un poco más de mes y medio, sino del año litúrgico, que termina con la fiesta de Cristo Rey. De ahí que este domingo y el próximo, en la Palabra de Dios se nos ofrezcan textos que ayudan a pensar en la cercanía del fin, en la importancia de estar prevenidos y en la necesidad de un cambio en la vida. Hoy Jesús compara el Reino de Dios con diez jóvenes, cinco de las cuales eran previsoras y cinco no.

Estar prevenidos

Textos: Sb 6, 12-16; 1 Tes 4, 13-18; Mt 25, 1-13.

Ordinario32 A 17

Estamos acercándonos al final del año. No del año civil, para el que falta un poco más de mes y medio, sino del año litúrgico, que termina con la fiesta de Cristo Rey. De ahí que este domingo y el próximo, en la Palabra de Dios se nos ofrezcan textos que ayudan a pensar en la cercanía del fin, en la importancia de estar prevenidos y en la necesidad de un cambio en la vida. Hoy Jesús compara el Reino de Dios con diez jóvenes, cinco de las cuales eran previsoras y cinco no.

En la vida ordinaria se da esta dimensión de la previsión, aunque no en todos los aspectos y dimensiones de la vida, lo que nos tiene que hacer pensar, sobre todo en relación a la advertencia de Jesús de estar preparados porque no sabemos ni el día ni la hora. Entre el sábado y el domingo muchas personas, sobre todo donde trabajan los dos, previenen la despensa para la semana; esto cuando no se va al día, como sucede en la mayoría de las familias. Por las noches se prepara la comida del día siguiente, tanto el lonche para el trabajo como lo que van a comer los hijos.

Para evitar los desastres ante las catástrofes, continuamente se nos invita a cultivar la prevención: tener todos los documentos de la familia en una bolsa y a la mano, no construir en zonas de vulnerabilidad, respetar los ciclos y procesos de la naturaleza, no contaminar el ambiente, etc. Poco hacemos caso a esas advertencias y cuando llega un temblor o una inundación se vienen las complicaciones, no sabemos qué hacer, comenzamos a renegar contra la naturaleza o contra Dios. Y si a esto se suman la corrupción, el negocio, las tranzas –como sucede frecuentemente–, la situación se complica todavía más y las consecuencias son desastrosas.

Jesús nos advierte de la necesidad de estar preparados para el final de los tiempos, cuando vaya a ser su segunda venida. Nos pasa lo mismo que a las jóvenes de la parábola que se acostaron a dormir. Igualmente cuando no hacemos caso a las indicaciones para la prevención de desastres. Yo creo que poco tenemos conciencia de esto y vivimos como si no fuera a llegar su venida definitiva, aquella de la cual decimos: “Ven, Señor Jesús”, sobre todo después del momento de la consagración en la Misa. Lo expresamos de corrido, de memoria, pero generalmente sin conciencia de lo que significa y sin manifestar que realmente esperamos que Jesús regrese.

Cuando llegaba el esposo, a eso de la medianoche, las muchachas se despertaron y tomaron sus lámparas para entrar con él al banquete de bodas. Fue cuando entró el desconcierto. Cinco habían prevenido más aceite del que traían en su lámpara; las otras solamente el de su lámpara. Estas quisieron aprovecharse de lo que llevaban las previsoras, pero no lo lograron y por andar buscando aceite –lo que debieron hacer antes de irse a la fiesta– se quedaron sin entrar en ella. Incluso el esposo las desconoció, a pesar de la insistencia para que les abriera la puerta.

Los bautizados en general pasamos la vida sin preocuparnos de la segunda venida de Jesús. Vivimos como si nada. Quizá si nos aseguramos la comida, el vestido, el celular, las cosas que nos dan bienestar, pero nos olvidamos del aceite que mantiene encendidas nuestras lámparas mientras llega el esposo, es decir, Jesús. No nos esforzamos por encontrarnos con la Palabra de Dios, por vivir como hermanos, por salir a llevar el Evangelio, por construir la comunidad, por cuidar la Casa común que Dios nos encomendó, por perdonar, por atender a los enfermos, por ser solidarios con los migrantes, por recibir los sacramentos… Nos falta todo esto, que es el aceite para mantener encendida nuestra vida y estar prevenidos para la segunda venida de Jesús.

12 de noviembre de 2017

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