Homilía para el 31er domingo ordinario 2019
Convertirnos al Señor y a los pobres
Los textos de hoy nos ayudan a caer en la cuenta de que Dios está siempre dispuesto a perdonar y de que estamos llamados a la conversión. Dios, como dice el Salmo que hemos proclamado, es compasivo, misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. El autor del libro de la Sabiduría reconoce que el Señor aparenta no ver los pecados de las personas y les da ocasión de arrepentirse, poco a poco las va corrigiendo, las reprende y les hace acordarse de sus pecados para que se arrepientan y crean en Él. Con la Eucaristía dominical damos gracias a Dios por esto.
Convertirnos al Señor y a los pobres
Textos: Sb 11, 22-12, 2; 2 Tes 1, 11-2, 2; Lc 19, 1-10
Los textos de hoy nos ayudan a caer en la cuenta de que Dios está siempre dispuesto a perdonar y de que estamos llamados a la conversión. Dios, como dice el Salmo que hemos proclamado, es compasivo, misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. El autor del libro de la Sabiduría reconoce que el Señor aparenta no ver los pecados de las personas y les da ocasión de arrepentirse, poco a poco las va corrigiendo, las reprende y les hace acordarse de sus pecados para que se arrepientan y crean en Él. Con la Eucaristía dominical damos gracias a Dios por esto.
Jesús hizo presente y visible ese amor misericordioso de Su Padre durante toda su misión. El Evangelio nos narra la experiencia de Zaqueo en su encuentro con Jesús, para ayudarnos a tomar conciencia de que tenemos que entrar en el proceso de conversión a Jesús y a los pobres.
Zaqueo era mal visto por su trabajo y su estilo de vida. Era un cobrador de impuestos y se había enriquecido a costa de los demás, abusando de los débiles, robándoles, haciéndoles transas. Los publicanos o cobradores de impuestos no tenían buena reputación porque trabajaban para Roma y porque abusaban de su cargo. Ellos, en la mentalidad judía, estaban entre los más grandes pecadores. Por eso, la gente se escandalizó de que Jesús fuera a meterse a su casa.
Zaqueo vivió un encuentro especial con Jesús. Él solamente esperaba verlo cuando pasara por la calle. Pero Jesús lo vio, lo miró al corazón y se invitó a hospedarse en su casa. Zaqueo se alegró, abrió su corazón y su casa a Jesús. Recibió más de lo que esperaba. Sólo quería verlo y lo tuvo como huésped. Este encuentro, por el que Jesús fue criticado, cambió la vida de aquel publicano.
De repente, Zaqueo se puso de pie y expresó lo que había decidido en su corazón. Le dijo que había decidido repartir la mitad de sus bienes entre los pobres y les iba a restituir cuatro veces más lo que en sus transas había robado. Esta fue la consecuencia del encuentro con Jesús. Le abrió su corazón, su casa, lo acogió, dejó que la gracia de Dios actuara en él, como dice san Pablo; repensó su vida, decidió cambiar de vida y expresó su decisión, tanto a Jesús como a los demás que estaban en su casa. La conversión no se queda en la decisión tomada o en las palabras dichas, sino que se manifiesta con hechos. En este caso, Zaqueo se convirtió al Señor y a los pobres.
Jesús, que vino a traer el perdón de Dios, a manifestar su misericordia, valoró y reconoció la conversión de Zaqueo. Por eso dijo que ese día había llegado la salvación a esa casa. La salvación venía con Jesús y Zaqueo se abrió a Él, lo escuchó, dejó actuar la gracia, decidió cambiar de vida. Se puso en el camino de la salvación. A eso había venido Jesús –y así lo expresó–, a buscar y salvar a las personas que, como la oveja y como Zaqueo, se habían perdido. Quienes lo criticaron porque había entrado en casa de un pecador, se quedaron sin experimentar la misericordia de Dios y, aunque ahí estaba la salvación, no la aprovecharon porque se cerraron a la acción de la gracia.
Zaqueo nos muestra el camino que debemos seguir en nuestra vida, para que la gracia de Dios actúe en nosotros y vivamos la conversión: buscar a Jesús, dejarnos encontrar por Él, abrirle nuestro corazón, revisar nuestra vida, tomar la decisión de cambiar, asumir compromisos concretos a favor de los pobres y realizarlos. Cómo nos falta dejar de ser jueces de los demás, considerándolos y criticándolos de pecadores, para vivir esta experiencia de gracia en el encuentro con Jesús.
Hoy lo recibiremos en la Eucaristía. Preparémonos para este encuentro sacramental con Él.
3 de noviembre de 2019