Homilía para el 31er domingo ordinario 2016

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Una experiencia de misericordia

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En su camino hacia Jerusalén, Jesús se encontró con Zaqueo, un jefe de cobradores de impuestos y muy rico, según nos narra san Lucas. Este encuentro con Jesús, a quien tenía ganas de conocer, fue una experiencia fundamental en la vida de Zaqueo: se abrió a la salvación que Jesús traía de parte de Dios. Pero para esto se ocupó recibirlo, dedicarle todo el tiempo, escucharlo, entrar en proceso de conversión, reflexionar sobre su vida, tomar la decisión de cambiar.

Una experiencia de misericordia

Textos: Sb 11, 22-12, 2; 2 Tes 1, 11-2, 2; Lc 19, 1-10.

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En su camino hacia Jerusalén, Jesús se encontró con Zaqueo, un jefe de cobradores de impuestos y muy rico, según nos narra san Lucas. Este encuentro con Jesús, a quien tenía ganas de conocer, fue una experiencia fundamental en la vida de Zaqueo: se abrió a la salvación que Jesús traía de parte de Dios. Pero para esto se ocupó recibirlo, dedicarle todo el tiempo, escucharlo, entrar en proceso de conversión, reflexionar sobre su vida, tomar la decisión de cambiar.

Hoy hospedamos a ese mismo Jesús, al escucharlo en el Evangelio y al recibirlo en la Comunión sacramental. Zaqueo nos muestra el camino a recorrer en esta experiencia de encuentro dominical con el Señor. Hay que aprender de él. Zaqueo tenía mala fama en su ciudad, una fama ganada a pulso, pues se había enriquecido a costa de los pobres, con tranzas y abusos. Por eso era considerado un pecador de los más grandes, como murmuraron de él sus paisanos.

El deseo de conocer a Jesús, al menos de vista, terminó en una experiencia de misericordia. No se sabe qué platicaron durante el tiempo en que Jesús estuvo en su casa. San Lucas solamente nos presentó el desenlace. Lo importante fue vivir el encuentro con Jesús y decidirse a cambiar de vida. Así tendríamos que terminar cada ocho días nuestro encuentro semanal con Jesús. Zaqueo expresó públicamente su decisión de ser misericordioso con los pobres.

Está muy claro su proyecto de cambiar de vida. Si antes de recibir a Jesús en su casa se la había pasado engordando sus bolsillos con tranzas y abusos en contra de los pobres, a partir de su visita comenzó a devolverles lo que les había robado. Cayó en la cuenta de que su estilo de vida estaba lejos del proyecto salvador de Dios, que consistía en vivir la hermandad. Y él no estaba siendo hermano de los demás. Quien roba al pobre y abusa de él, se aleja de Dios.

Con Zaqueo se cumplió lo que dicen los otros dos textos bíblicos que se proclamaron: que Dios da la ocasión para arrepentirse de los pecados, como expresa el libro de la Sabiduría; que la gracia de Dios y de Jesucristo actúa en las personas, de acuerdo al deseo de Pablo en su carta a los tesalonicenses. Zaqueo se abrió a la misericordia de Dios traída por Jesús y decidió ser misericordioso para con los pobres. Por eso Jesús dijo que la salvación había llegado a su casa.

La conversión es consecuencia del encuentro con Jesús. En este caso no se quedó como muchos de nosotros, en el buen deseo de que vamos a ser buenos o a portarnos bien, sino que se tradujo en un compromiso bien claro para con los pobres: darles la mitad de sus bienes y restituir cuatro veces más a quienes había defraudado. La conversión se manifiesta con signos bien concretos, con un compromiso bien decidido, con la orientación de la vida hacia los pobres.

Que no nos suceda lo que a una señora de dinero, cuando escuchó este texto en unos temas cuaresmales –hace unos cuarenta años–; no le gustó lo que hizo Zaqueo ni lo que dijo Jesús, y en cuanto llegó a su casa inmediatamente fue a buscar su Biblia y arrancó la hoja donde estaba escrito este testimonio de conversión. No estaba decidida a devolver a los pobres lo que les había quitado ni a compartir con ellos su persona y sus bienes. Así nos podemos hacer nosotros.

La experiencia de encuentro con Jesús nos debe traer una vida nueva. Necesitamos abrirnos a la misericordia de Dios, que nos da la oportunidad de reconocer nuestros pecados y arrepentirnos de ellos, de decidirnos a cambiar de vida, de hacer propia la opción por los pobres, de experimentar el perdón que nos ofrece. Hoy que Jesús se hospeda en nuestra persona y comunidad por la Comunión sacramental, decidámonos a ser misericordiosos para con los pobres.

30 de octubre de 2016

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