Homilía para el 30° domingo ordinario 2102

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Proceso de fe

Textos: Jr 31, 7-9; Hb 5, 1-6; Mc 10, 46-52.

Escucha la homilía → Ordinario30 B.

En Bartimeo nos encontramos un verdadero proceso de fe, al que nos comprometimos antes de recibir el Bautismo, en la voz de nuestros papás y padrinos. Ellos asumieron la responsabilidad de educarnos en la fe; es el compromiso que se echan a cuestas cuando piden el Bautismo para sus hijos o ahijados. Según lo que escuchamos en la narración del evangelista san Marcos, Bartimeo comenzó ciego y terminó siguiendo a Jesús por el camino hacia Jerusalén.

Proceso de fe

Textos: Jr 31, 7-9; Hb 5, 1-6; Mc 10, 46-52.

Escucha la homilía → Ordinario30 B.

En Bartimeo nos encontramos un verdadero proceso de fe, al que nos comprometimos antes de recibir el Bautismo, en la voz de nuestros papás y padrinos. Ellos asumieron la responsabilidad de educarnos en la fe; es el compromiso que se echan a cuestas cuando piden el Bautismo para sus hijos o ahijados. Según lo que escuchamos en la narración del evangelista san Marcos, Bartimeo comenzó ciego y terminó siguiendo a Jesús por el camino hacia Jerusalén.

Es interesante el proceso de fe de este ciego. Estaba a la orilla del camino, seguramente pidiendo limosna para sobrevivir; ya había escuchado algo sobre Jesús. Aunque no se había encontrado con Él, ya la identificaba como Jesús, como el Hijo de David y como Maestro. Así lo llamó las tres veces que le dirigió la palabra. Eso indica que también creía en Jesús. Luego se encontró con Él, lo escuchó, dialogó, le presentó su necesidad y, ya viendo y viéndolo, lo siguió.

Este es un proceso de fe completo, proceso que los discípulos de Jesús no habían vivido, aunque andaban con Él. Al final de cuentas ellos, a diferencia de Bartimeo, aunque veían con sus ojos, estaban ciegos en relación a Jesús. Y no sólo eso, sino que querían impedir que el ciego de orillas del camino se encontrara con Jesús, lo viera, lo escuchara y platicara con Él. Hay que revisar si nosotros que vemos, no estamos como los discípulos y otros que iban con Jesús.

¿Por qué estaban ciegos los discípulos, a pesar que lo veían? Si tenemos en cuenta los textos del Evangelio de domingos anteriores, descubrimos los signos: cuando Jesús los habló de su Pasión y muerte, Pedro lo quiso apartar de ese camino; mientras que Jesús les dijo nuevamente de su padecer y morir, ellos discutían sobre quién era el más importante de todos; Santiago y Juan le acababan de pedir sentarse uno a su derecha y otro a su izquierda en su Reino.

Si se cierra el corazón a la propuesta de Jesús, se manifiesta la ceguera; al buscar el poder, el éxito, la fama, se vive ciegamente; mientras se siga un camino de vida fácil, no el de la entrega y el servicio que Jesús propone, se camina a ciegas; cuando los intereses en la vida son los puestos, el dinero, la primacía sobre los demás, no se ve. Y, además de eso, impedimos que los hijos, los ahijados, los vecinos, los miembros de la comunidad… vivan su proceso de fe.

Cuando Jesús le dice al ciego que su fe lo ha salvado, está queriendo decir que así tendríamos que vivir todos sus discípulos. El discipulado es una experiencia especial: hay que tirar todo lo que nos estorbe, acercarnos a Jesús, encontrarnos con Él, escucharlo, presentarle nuestras limitaciones y necesidades, conocerlo, creer en él y su proyecto del Reino, seguirlo en su camino y estilo de vida. Esto es lo que significa recobrar la vista, exactamente como le pasó a Bartimeo.

Lo que vivió Bartimeo en su proceso de fe manifiesta el cumplimiento de la promesa que Dios hizo a través de Jeremías: congregar a los débiles y excluidos en su pueblo. De esa manera Jesús vivía su entrega sacerdotal, de la que habla la Carta a los Hebreos: comprendía a los considerados ignorantes, estorbos, extraviados, porque así fue considerado Él: un ignorante, un estorbo para el sistema imperante y para el Imperio Romano, un extraviado en su modo de vivir.

Hoy nos encontramos con este Jesús, ignorante y estorbo para el poder político y religioso de su tiempo, y extraviado para sus familiares y discípulos; pero Maestro e Hijo de David para Bartimeo, y Sumo Sacerdote para el autor de la Carta a los Hebreos. Lo estamos escuchando en el Evangelio y nos acercaremos a recibirlo especialmente en el momento de la Comunión. Abrámosle nuestro corazón para fortalecer nuestro proceso de fe y no impedir a otros que lo vivan.

28 de octubre de 2012

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