Homilía para el 2º domingo ordinario 2021

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Para disponernos a recibir a Jesús en la Comunión, en la Palabra de Dios se nos ofrece el testimonio de respuesta del joven Samuel y de los primeros dos discípulos de Jesús al llamado que el Señor les hizo. Al escuchar su llamada, inmediatamente acudieron.

Responder inmediatamente a la llamada

Textos: 1Sam 3,3-10.19; 1Cor 6,13-15.17-20; Jn 1,35-42

Para disponernos a recibir a Jesús en la Comunión, en la Palabra de Dios se nos ofrece el testimonio de respuesta del joven Samuel y de los primeros dos discípulos de Jesús al llamado que el Señor les hizo. Al escuchar su llamada, inmediatamente acudieron.

En su juventud, Samuel fue capaz de responderle al Señor que lo llamó. Tes veces pronunció su nombre y las tres, a pesar del sueño, fue corriendo a ver qué se ofrecía. “Aquí estoy. ¿Para qué me llamaste?”, le dijo al sacerdote Elí, pensando que él lo llamaba. Esta actitud es una buena enseñanza, no sólo para los y las jóvenes, sino para todos los bautizados. A través de muchas personas y de diferentes maneras, el Señor nos ha llamado al trabajo por el Reino, y no siempre nos hemos mostrado dispuestos a escucharlo y hacerle caso, ni mucho menos hemos acudido inmediatamente a su invitación, como hizo Samuel.

La llamada de Dios no es gratis, es para encomendar una misión. No es sólo para estar con Él, rezarle, quedar a gusto, sino para recibir una encomienda, para la cual Él elige y envía. Esta llamada se da de una manera especial en la juventud, aunque no siempre se comprenda en qué consista la misión. Si quien es llamado se siente incapaz de realizarla, Dios le ofrece su apoyo, estar a su lado, como estuvo con Samuel. Todos y todas tendríamos que responder igual que Samuel: “Habla, Señor; tu siervo/a te escucha”.

Otros dos jóvenes, Juan y Andrés, que eran discípulos de Juan Bautista, escucharon la voz de Dios en las palabras del Bautista. Ellos, como muchas otras personas, se estaban preparando para recibir al Mesías, haciendo caso a la predicación de Juan, que pedía convertirse y recibir el bautismo. Cuando les dijo que aquel que iba pasando era el Cordero de Dios, inmediatamente dejaron a su maestro para seguir a Jesús. Lo que hizo Juan con estos dos discípulos, fue lo mismo que había realizado Elí con Samuel, y es lo mismo que los papás tienen como tarea en relación a sus hijos: disponerlos, ayudarles a abrir su corazón al Señor, para escucharlo, irse con Él, recibir la misión, convertirse en testigos suyos.

Jesús les preguntó qué buscaban y, cuando escuchó que querían saber de su casa, su persona y su vida, los invitó: “Vengan a ver”. Lo siguieron, se quedaron con Él, y, después, se convirtieron en testigos suyos. Fueron a platicar con sus hermanos y amigos su experiencia de encuentro con Jesús. Pero no les platicaron una información entre muchas, como las que muchas veces se hacen o comparten en las redes, sino que lo hicieron de tal manera que los interesaron por ir a vivir la misma experiencia que ellos, como le sucedió a Simón.

¿Cuántas veces hemos recibido invitaciones semejantes a las de Samuel, Andrés, Juan, Simón? ¿Nuestra respuesta ha sido inmediata como la de ellos o simplemente no hemos hecho caso? Hoy Jesús nos repite nuevamente aquel “vengan y verán”, dicho a sus primeros dos discípulos. Y no sólo nos invita, sino que se nos da en el Pan y el Vino. Es el Alimento que nos mantiene unidos a Él en la misión de anunciar y hacer presente el Reino de Dios en nuestra comunidad; por eso, a este sacramento le decimos la Comunión. Recibirlo nos compromete a ser sus testigos y a interesar a otros a buscarlo para encontrarse con Él.

17 de enero de 2021

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