Homilía para el 22º domingo ordinario 2020

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Las condiciones para ser discípulos de Jesús
El texto del evangelio que acabamos de escuchar es fundamental en la vida de los bautizados y casi no lo tenemos en cuenta. Esto cuestiona la experiencia de formación en la fe en las familias y los procesos de Iniciación cristiana en nuestra parroquia. Hoy que nos vamos a encontrar sacramentalmente con Jesús en la Comunión, tenemos la oportunidad de renovar el compromiso de seguirlo, de acuerdo a las condiciones que Él mismo planteó a sus discípulos.

Las condiciones para ser discípulos de Jesús

Textos: Jr 20, 7-9; Rm 12, 1-2; Mt 16, 21-27

El texto del evangelio que acabamos de escuchar es fundamental en la vida de los bautizados y casi no lo tenemos en cuenta. Esto cuestiona la experiencia de formación en la fe en las familias y los procesos de Iniciación cristiana en nuestra parroquia. Hoy que nos vamos a encontrar sacramentalmente con Jesús en la Comunión, tenemos la oportunidad de renovar el compromiso de seguirlo, de acuerdo a las condiciones que Él mismo planteó a sus discípulos.

Pedro lo acababa de confesar como el Mesías, el Hijo de Dios vivo, como escuchamos y reflexionamos el domingo pasado. Pero, ante la concepción que ellos tenían de un Mesías poderoso, Jesús les aclaró lo que implicaba ser el Mesías para Él y para quien quisiera convertirse en discípulo suyo.

Lo primero que hizo fue anunciarles su ida a Jerusalén y el final de ese camino. Les dijo que iba a padecer, ser condenado a muerte y resucitar. Nada qué ver con la imagen de un Mesías poderoso; más bien, sería un Mesías sufriente, derrotado, fracasado, muerto. Jesús era consciente de que su misión le traería persecución, dolor y muerte, como le había pasado a Jeremías. Sin embargo, Él estaba decidido a seguir adelante con su misión hasta el final, al igual que Jeremías.

Al escuchar el anuncio de Jesús, Pedro, que hasta había sido felicitado por Jesús por reconocerlo como el Mesías y había sido puesto como piedra de fundamento de la comunidad, se resistió que el Señor sufriera y acabara asesinado. Y se lo dijo, como para cambiarle su idea de Mesías y desanimarlo para que no continuara su misión. No coincidía la imagen de Mesías de los discípulos con la que Jesús les estaba presentando y eso lo metió en crisis. Se puso como piedra de tropiezo para Jesús; por eso fue llamado Satanás. Y Jesús le pidió que más bien caminara detrás de Él, sin poner peros ni condiciones, sin diseñar otro proyecto en la misión al servicio del Reino. Eso no le tocaba a Pedro. Su responsabilidad era simplemente seguirlo por donde y hasta donde caminara.

Lo segundo que hizo Jesús fue plantear las condiciones para convertirse en discípulo suyo: renunciar a sí mismo, tomar la propia cruz y seguirlo, sin buscar la seguridad y sin temer a las dificultades, ni al camino doloroso de la pasión, ni a perder la vida por su causa. Esto no era sólo para los Doce, que lo iban acompañando en aquella ocasión sino para todos sus discípulos y discípulas.

Y esto es lo que no hemos trabajado en nuestras familias ni en nuestra comunidad parroquial, por lo que nos tenemos que cuestionar seriamente. Al presentar a la comunidad a sus hijos e hijas y pedir para ellos el Bautismo, los papás se comprometen a educarlos en la fe. No es otra cosa que enseñarles a vivir como Jesús, a seguirlo en su camino, a dar la vida por los demás, a cargar la propia cruz y las cruces de los condenados a muerte; y esto prácticamente no sucede en la vida ordinaria de las familias. Los papás diseñan más bien que sus hijos tengan sus sacramentos y punto.

Igualmente en la comunidad. Nuestra vida de Iglesia en gran parte está centrada en la catequesis infantil y ésta orientada a la Primera Comunión y la Confirmación, pero no a formar seguidores de Jesús, de acuerdo a las condiciones que Él puso para quien quisiera seguirlo. Prácticamente no tenemos procesos de Iniciación cristiana que acompañen y formen a niños, niñas, adolescentes y jóvenes para decidirse a seguir a Jesús, renunciando a sí mismos, cargando la propia cruz, siguiéndolo en su estilo de vida, formándose para la vida de comunidad y para ser fermento en medio de la sociedad, y asumiendo el camino doloroso de la entrega de la vida, consecuencia de la misión al servicio del Reino. Con esta celebración dominical renovemos estas tareas y ese estilo de vida.

30 de agosto de 2020

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