Homilía para el 2º domingo ordinario 2017

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Dar testimonio de Jesús

Ordinario2 A 17

Después de que Juan el Bautista le preparó el camino al Mesías que estaba por llegar, lo presentó ante sus discípulos y ante la gente que lo escuchaba a orillas del río Jordán. Lo señaló como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, dio testimonio de Él y lo presentó como el Hijo de Dios. Es lo que acabamos de escuchar en el texto del Evangelio. En esta Misa dominical como en todas las celebraciones Eucarísticas, poco antes de la Comunión sacramental Jesús será presentado precisamente como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Dar testimonio de Jesús

Textos: Is 49, 3. 5-6; 1 Cor 1, 1-3; Jn 1, 29-34.

Ordinario2 A 17

Después de que Juan el Bautista le preparó el camino al Mesías que estaba por llegar, lo presentó ante sus discípulos y ante la gente que lo escuchaba a orillas del río Jordán. Lo señaló como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, dio testimonio de Él y lo presentó como el Hijo de Dios. Es lo que acabamos de escuchar en el texto del Evangelio. En esta Misa dominical como en todas las celebraciones Eucarísticas, poco antes de la Comunión sacramental Jesús será presentado precisamente como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Lo que hizo Juan Bautista es importante para nosotros, que estamos bautizados y nos confesamos cristianos. Nuestra tarea es dar testimonio de Jesús dondequiera que andemos: en la familia, el trabajo, la comunidad, la sociedad. Con su testimonio, el Bautista provocó que muchos de sus discípulos se fueran a seguir a Jesús, como narra el evangelista Juan después de este pasaje.

Juan había dicho de Jesús que era más importante que él, que no era digno de desatarle las correas de sus sandalias, que bautizaría en el Espíritu Santo y su fuego, que había que ponerse en proceso de conversión para recibirlo. Ante la posibilidad de decir que él era el Mesías, como mucha gente pensó al ver su estilo de vida y escuchar su predicación, varias veces afirmó que él no era el Mesías sino el otro que venía detrás.

Cuando lo vio venir, lo señaló como el Cordero de Dios. Para entonces ya lo había bautizado. En aquella ocasión aclaró que Jesús era el Mesías, al ver que el Espíritu Santo descendió sobre Él. Por eso lo presentó como más importante que él, como el que venía a quitar los pecados del mundo, como el Hijo de Dios. Desde ese momento, Juan disminuyó en su predicación, porque a quien tenían que hacerle caso era a Jesús. Y así sucedió con Andrés, Juan, Simón, Felipe, Natanael y muchos otros. Ellos se fueron encontrando con Jesús y, después de esa experiencia, se convirtieron en testigos suyos ante sus amigos y paisanos. También pusieron a Jesús como el centro de su vida y provocaron que los demás fueran a vivir la misma experiencia.

Esto nos cuestiona. Nosotros somos bautizados y debiendo tener como centro de nuestra vida a Jesús, ponemos a otras personas como más importantes que Él. Ciertamente no con las palabras, porque seguramente decimos que Jesús es la persona más grande que tenemos o podemos tener en la vida; más bien con nuestros hechos. ¿A quién admiramos? ¿A quién consideramos importante? ¿Cómo quién quisiéramos ser o vivir? ¿A quién le ponemos mucha atención, tanto en lo que dice como en lo que hace? Quizás sean artistas, deportistas, empresarios, narcos, políticos, modelos. A muchas de estas personas se les admira por su dinero, su físico, su poder, su influencia, pero no por su testimonio de vida, que generalmente está muy lejos del que Jesús marca, a pesar de que la mayoría de ellos estén bautizados.

Además, ¿qué testimonio damos de Jesús, sea en la familia o en la comunidad? ¿Qué tanto provocamos que otros busquen encontrarse con Él? Creo que en esto también tenemos deudas. Casi siempre el estilo de vida de nosotros, los bautizados, dista mucho de parecerse al de Jesús.

Al escuchar las palabras: “Este es el Cordero de Dios”, antes de la Comunión, recordemos que el importante en nuestra vida es Jesús y que hacia Él debemos encauzar a los demás, sobre todo con nuestro testimonio de vida. No busquemos otros referentes que atraen por su dinero, figura o poder, sino a Jesús que, como el siervo de que habla Isaías, dio su vida para la salvación de todos.

15 de enero de 2017

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