Homilía para el 2º domingo ordinario 2013
Servir a Jesús
Textos: Is 62, 1-5; 1 Cor 12, 4-11; Jn 2, 1-11.
A la luz del texto del Evangelio podemos reflexionar sobre el compromiso que tenemos por el Bautismo: hacer que Jesús llegue a los demás. Se acabó el vino en la fiesta de bodas donde participaban Jesús, su madre y sus discípulos. Esta situación, descubierta por María, sirvió para que Jesús actuara y fuera proclamado como el vino de mejor calidad en la historia de la humanidad. En la realización de ese signo de Jesús participaron los sirvientes de la fiesta.
Servir a Jesús
Textos: Is 62, 1-5; 1 Cor 12, 4-11; Jn 2, 1-11.
A la luz del texto del Evangelio podemos reflexionar sobre el compromiso que tenemos por el Bautismo: hacer que Jesús llegue a los demás. Se acabó el vino en la fiesta de bodas donde participaban Jesús, su madre y sus discípulos. Esta situación, descubierta por María, sirvió para que Jesús actuara y fuera proclamado como el vino de mejor calidad en la historia de la humanidad. En la realización de ese signo de Jesús participaron los sirvientes de la fiesta.
Lo que hicieron quienes servían la comida y la bebida en las bodas de Caná de Galilea, es lo que nos toca realizar a los bautizados en nuestras comunidades. Curiosamente son llamados diáconos por el evangelista. Diácono significa servidor. Los evangelizadores de las primeras comunidades cristianas eran reconocidos con el nombre de diáconos. Era la palabra genérica para designarlos. En nuestra Diócesis de Cd. Guzmán los identificamos como agentes de pastoral.
A ellos la Virgen les dijo que hicieran lo que Jesús les dijera. Los bautizados tenemos que hacer en nuestra vida lo que Jesús nos diga. Jesús les pidió dos cosas: una, llenar de agua las seis tinajas de piedra; otra, llevarle un poco del contenido al encargado de la fiesta para que lo probara. Eso les pidió Jesús y eso realizaron los sirvientes. Escucharon a Jesús y terminaron sirviendo el vino bueno. El vino mejor, el de mejor calidad, es Jesús mismo y hay que servirlo.
En nuestros días por la pobreza mucha gente carece de una vida digna, por la violencia se experimenta la inseguridad y la intranquilidad. Como a los novios de Caná, angustiados por la falta del vino que alegraba a sus invitados, la ausencia de signos de esperanza en una vida en paz y con dignidad invade a nuestro pueblo. Por otra parte, la mayoría de los bautizados está vacía, como aquellas tinajas, de Dios, de su Palabra, de la vida comunitaria, de los sacramentos.
Las palabras de la Madre de Jesús se dirigen hoy a nosotros: hay que hacer lo que Jesús nos dice para que la alegría, el sentido de la vida, la paz, la vida digna, regresen a nuestra gente. Nosotros somos los sirvientes a quienes Jesús envía. Él es quien devuelve la vida, la convivencia, la tranquilidad, la esperanza a todas las personas, especialmente a las que sufren. Pero hay que darlo a probar: anunciarlo, testimoniarlo, hacerlo presente, servirlo para los demás.
Esto de servir a Jesús en la mesa de los demás no es tarea solamente de los agentes de pastoral. Es responsabilidad de los bautizados. A todos los miembros de la Iglesia nos corresponde darlo a conocer con nuestras palabras y nuestros hechos. Algunos lo realizan además desde un servicio específico, como expresa la Carta a los Corintios: catequistas, coordinadores, celebradores de la Palabra, ministros de la Eucaristía, presbíteros, aspirantes a diáconos, etc.
Cada servicio, cada ministerio, cada actividad, son un don de Dios. Todos son para el bien común, como dice Pablo. El bien común es la comunión en la comunidad, la armonía en la familia, la concordia en la sociedad, la paz en el país. Para lograr una vida así, es necesario llenarnos de Jesús, empaparnos de Él, transmitirlo a los demás, como los sirvientes del banquete de bodas en Caná. Tomemos conciencia de esta obligación que tenemos por ser bautizados.
En este encuentro dominical tenemos la oportunidad de escuchar a Jesús, de llenarnos de su vida, de alegrarnos con su presencia, de alimentarnos de su Cuerpo y Sangre. Agradezcamos a Dios este Don, proclamado por el encargado de la fiesta como el Vino mejor guardado para el final. Como servidores, dispuestos a hacer lo que Él nos diga, volvamos a nuestras casas y comunidades a servir a Jesús para que regresen la alegría, la comunión, la vida digna, la paz.
20 de enero de 2013