Homilía para el 2º domingo de Cuaresma 2015

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Escuchar al Hijo único

Cuaresma2 B 15

Los tres textos de la Palabra de Dios nos hablan de un hijo único: el Génesis, de Isaac; la Carta a los Romanos y el Evangelio de san Marcos, del Hijo de Dios. Se trata de un hijo entregado: Isaac fue entregado por Abraham a Dios; Jesús fue entregado por Dios a la humanidad. Esta entrega trae beneficios: para Abraham, la promesa de una gran descendencia; para la humanidad, el perdón. Hoy, domingo de Cuaresma, se nos entrega al Hijo único de Dios hecho Pan.

Escuchar al Hijo único

Textos: Gn 22, 1-2. 9-13. 15-18; Rm 8, 31-34; Mc 9, 2-10.

Cuaresma2 B 15

Los tres textos de la Palabra de Dios nos hablan de un hijo único: el Génesis, de Isaac; la Carta a los Romanos y el Evangelio de san Marcos, del Hijo de Dios. Se trata de un hijo entregado: Isaac fue entregado por Abraham a Dios; Jesús fue entregado por Dios a la humanidad. Esta entrega trae beneficios: para Abraham, la promesa de una gran descendencia; para la humanidad, el perdón. Hoy, domingo de Cuaresma, se nos entrega al Hijo único de Dios hecho Pan.

Se ha dicho a lo largo de la historia de la Iglesia que Isaac es figura de Jesús. Él es el hijo único de Abraham; cuando Dios se lo pidió como ofrenda y ya iban para el sacrificio, durante la subida al monte iba cargando la leña sobre la que sería sacrificado. Jesús, que es el Hijo único de Dios, fue entregado por Dios como ofrenda para la humanidad; subió hacia el monte Calvario cargando el leño de la cruz, donde fue crucificado. Dios, como dice Pablo, no nos lo escatimó.

En el texto evangélico se nos presenta a Jesús en un monte alto, transfigurado, con sus vestiduras blancas, platicando con Moisés y Elías. Enseguida, se oye la voz de Dios, el mismo que le pidió a Abraham el sacrificio de su hijo único; en esta ocasión vuelve a decir a los presentes, como había hecho en el Jordán, que ese era su Hijo amado. Lo sigue ofreciendo para quienes lo quieran recibir, encontrarse con Él, seguirlo en su camino. Además hace una petición.

Dios pide escuchar a su Hijo. Esta petición no es sólo para Pedro, Santiago y Juan, que habían sido invitados por Jesús al monte, sino que es para todos sus discípulos y discípulas. A Jesús es a quien tenemos que escuchar en nuestra vida. Esto significa que debemos estar atentos a todo lo que diga y todo lo que haga. Esto implica encontrarse con Él, dedicarle tiempo, reflexionar su Palabra. En la Cuaresma se nos presenta una oportunidad muy buena para esto.

En la vida ordinaria poco dedicamos al encuentro con Jesús. Habiendo recibido el Bautismo y varios sacramentos más, casi nadie dedica tiempo a escucharlo, es decir, a leer el Evangelio –al menos un texto–, meditarlo, confrontarse con él, descubrir su mensaje, encontrar luces, orientar la vida, las acciones, las opciones. ¿Cuánto hace que ustedes no leen un texto del Evangelio –personalmente, como pareja, como familia–, además del que se proclama en la Misa dominical?

Dios invita a escuchar a Jesús. A Él y a nadie más tenemos que oír para encauzar nuestra vida. Hay que aprender a seleccionar su Palabra entre tantas voces que hay a nuestro alrededor: medios de comunicación, mercado, política, etc. Éstas generalmente nos ofrecen consumir lo último de la moda, una vida placentera, luchas por el poder, actitudes individualistas y egoístas, ser más que los demás, tener fama, etc. Jesús, en cambio, nos ofrece seguirlo hasta la cruz.

Al bajar de la montaña, el Hijo amado de Dios les pidió a los tres discípulos que lo acompañaban que no dijeran lo que habían visto, hasta que Él resucitara de entre los muertos. Ya les había anunciado por primera vez su pasión, muerte y resurrección; allí les reafirmó ese camino. Ellos lo tendrían que seguir en silencio, meditando la muerte que le esperaba, y acompañándolo hasta el final. Esto es lo que la mayoría de los bautizados no quiere: la entrega de la vida.

Hoy, domingo de Cuaresma, nuevamente se nos pide escuchar a Jesús. Él nos invita a seguirlo en su servicio, entrega y muerte en cruz, con la esperanza de la Resurrección. En esta celebración, Jesús se sigue entregando por nosotros y para nosotros; se nos ofrece como alimento en el Pan y el Vino. Su sacrificio sigue produciendo los frutos del perdón. Dispongámonos a recibirlo sacramentalmente, una vez que lo hemos escuchado en el texto del Evangelio.

1º de marzo de 2015

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