Homilía para el 2º domingo de Adviento 2020
Llamados a enderezar nuestra vida
Este domingo y el siguiente, san Juan Bautista nos ayudará en nuestra preparación para recibir a Jesús que se acerca. Hoy viene en la Comunión sacramental, el 25 celebraremos su Nacimiento y un día regresará para su segunda venida. Con esta celebración dominical expresaremos que estamos a la espera de su llegada y nos dispondremos para recibirlo.
Llamados a enderezar nuestra vida
Textos: Is 40,1-5.9-11; 2Pe 3,8-14; Mc 1,1-8
Este domingo y el siguiente, san Juan Bautista nos ayudará en nuestra preparación para recibir a Jesús que se acerca. Hoy viene en la Comunión sacramental, el 25 celebraremos su Nacimiento y un día regresará para su segunda venida. Con esta celebración dominical expresaremos que estamos a la espera de su llegada y nos dispondremos para recibirlo.
Juan el Bautista es el mensajero anunciado por Isaías y enviado por Dios para prepararle el camino al Mesías. Juan realizó su misión en el desierto y a orillas del río Jordán. Allí hizo la invitación al pueblo para que se dispusieran a recibir al Señor. El modo de hacerlo era con el cambio de vida. Por eso, retomando las palabras de Isaías, les pidió enderezar sus caminos, hacer derecho lo torcido, rebajar lo alto, rellenar los vacíos, limar lo áspero; es decir, tenían que volver a la vida de hermanos para mantenerse en la Alianza con Dios.
Isaías pedía todo esto a los israelitas para poder recibir a Dios, que venía a consolarlos, a liberarlos, a apacentarlos, a darles una vida nueva. El Bautista lo pedía para que recibieran al que los bautizaría con el Espíritu Santo. Dios llega siempre para que su pueblo viva con dignidad, sin sufrimientos, sin angustias, en la justicia, la armonía y la paz.
Esto mismo es para nosotros hoy. Jesús viene a nuestro encuentro y es necesario que le preparemos el camino y, a la luz de lo que pidieron Isaías y Juan Bautista, mensajeros de Dios, tenemos que hacerlo con un cambio de vida. No se trata de recibir por recibir a Jesús, sea en la Comunión sacramental, sea en la celebración de su Nacimiento, sea en su segunda venida, sino de recibirlo para que se quede entre nosotros, con nosotros, dentro de nosotros, para experimentar la vida nueva y luego convertirnos en sus testigos. De aquí la importancia de estar bien preparados, personalmente y como comunidad. Es necesario hacer lo mismo que cuando vamos a recibir una visita: le preparamos la casa, removemos, limpiamos, acomodamos, disponemos nuestro corazón para que esté a gusto.
Así es que hay que preguntarnos cómo andamos en nuestra vida. ¿Estamos bien con nosotros mismos? ¿Estamos bien en nuestra relación con todos en nuestra familia? ¿La llevamos bien con los vecinos y con lo que hacemos estamos ayudando a construir la comunidad? ¿Estamos bien con la sociedad, practicando la justicia, defendiendo los derechos humanos, colaborando al bien común? ¿Estamos bien con la Casa común, cuidándola, defendiéndola, viviendo en armonía con todas las creaturas? ¿Estamos bien con Dios porque cumplimos sus mandamientos, viviendo bien con todos y con la naturaleza? ¿En qué estamos impidiendo que haya una vida hermanable y agradable a Dios? En esto es en donde se nos pide que nos convirtamos y enderecemos nuestros caminos, para recibir bien a Jesús.
Aprovechemos lo que dice san Pedro del Señor: que nos tiene mucha paciencia y espera que nos arrepintamos. Cambiemos de vida, personal y comunitariamente; manifestemos que esperamos un cielo y una tierra nuevos, hagamos una vida hermanable y armónica con los demás y con la naturaleza, para que, cuando venga, el Señor nos halle en paz con Él. Dispongámonos para recibir a su Hijo, que viene hoy a nuestro encuentro en la Comunión.
6 de diciembre de 2020