Homilía para el 2º domingo de Adviento 2015
Como los camineros
Los textos de la Palabra de Dios de este domingo de Adviento, para prepararnos a la llegada del Señor, nos invitan a realizar en nuestra vida lo que hacen los camineros en su trabajo. Ellos, cuando ya tienen el trazo de la brecha o carretera, con las máquinas van quitando partes de loma y la tierra y las piedras las van echando en las cunetas hasta que el camino queda parejo. Algo parecido era lo que Juan el Bautista pedía a sus paisanos que hicieran con su vida.
Como los camineros
Textos: Bar 5, 1-9; Flp 1, 4-6. 8-11; Lc 3, 1-6.
Los textos de la Palabra de Dios de este domingo de Adviento, para prepararnos a la llegada del Señor, nos invitan a realizar en nuestra vida lo que hacen los camineros en su trabajo. Ellos, cuando ya tienen el trazo de la brecha o carretera, con las máquinas van quitando partes de loma y la tierra y las piedras las van echando en las cunetas hasta que el camino queda parejo. Algo parecido era lo que Juan el Bautista pedía a sus paisanos que hicieran con su vida.
Tanto en el Evangelio como en la primera lectura se escuchan palabras semejantes: que se rebajen las montañas y las colinas, y que se rellenen los valles hasta que la tierra quede aplanada; que los caminos curveados se hagan rectos. La razón de hacer esto estaba en que el Señor por allí llegaría y por allí conduciría a su pueblo, lo haría contemplar la salvación que Él traía. Lo que se estaba pidiendo en aquel tiempo al pueblo de Dios era que se viviera la conversión.
La conversión es un cambio de vida. Este cambio nace en el corazón de las personas y se manifiesta en los hechos. Es un cambio de vida personal y comunitario, y se prolonga en la vida de la sociedad y la naturaleza. El Bautista hacía el llamado a la conversión para que sus paisanos se prepararan a la llegada del Mesías prometido por Dios. Este acontecimiento estaba muy cercano con la presencia de Jesús en la tierra, pues para entonces Él ya vivía en Nazaret.
En estos días nos estamos acercando a la Navidad y como Iglesia se nos invita a preparar esta celebración. Uno de los modos de hacer esta preparación es precisamente con la conversión. Por eso lo que dijeron Baruc y Juan Bautista es para nosotros y lo tenemos que tomar en serio. Tenemos que quitar de nuestra vida lo que sobra: el orgullo, la violencia, las desavenencias, las injusticias, los rencores; y además cultivar el encuentro, la hermandad, la justicia, el perdón.
En una palabra, se nos pide llenar nuestra vida de amor, como pedía Pablo en su oración por los Filipenses. Quería que su experiencia de amor creciera cada día más y se manifestara con los hechos. Y les decía que si lo lograban, es decir, si vivían el amor mutuo y la justicia, entonces podrían llegar bien preparados a la venida de Cristo. Esto del amor está ligado a la misericordia y a la justicia; no las podemos ni debemos separar del amor, puesto que son sus signos visibles.
La misericordia y la justicia son necesarias para recibir al Señor. Por eso debemos cultivarlas en nuestro corazón, en la vida de nuestra familia, como comunidad, en medio de la sociedad y en el modo de relacionarnos con la Creación. Pasado mañana, 8 de diciembre, iniciaremos en la Iglesia el Año Jubilar de la Misericordia, convocado por el Papa Francisco. Esta es una oportunidad que Dios nos concede para repensar nuestra vida y preparar la segunda venida de su Hijo.
Si aprovechamos esta oportunidad, haremos realidad el sueño de Dios expresado en la primera lectura: por el camino plano, Él guiará a su pueblo con alegría, a la luz de su gloria, entre su misericordia y su justicia. Imagínense lo que sería experimentar la alegría porque hay armonía entre las personas y con la naturaleza, ser testigos de la gloria de Dios porque vivimos en el amor mutuo, ver la salvación de Dios porque en el mundo se vive la justicia y la misericordia.
Hagámosle caso al Señor que nos llama a la conversión. Seamos en nuestra vida como los camineros, que para hacer las carreteras quitan lo que sobra y rellenan los huecos. Para seguir preparando la llegada del Señor, trabajemos en nuestro corazón el amor, el perdón, la misericordia y la justicia, enseñemos y aprendamos el amor mutuo en nuestras familias, cultivemos la justicia en la comunidad y la sociedad, seamos misericordiosos para con la naturaleza.
6 de diciembre de 2015