Homilía para el 27° domingo ordinario 2016

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La misericordia expresa la fe

ord27-c-16

A Jesús le pidieron sus discípulos que les aumentara la fe para poder perdonar. Es que Él les acababa de decir que tenían que perdonar a su hermano si los ofendía y les pedía perdón siete veces al día. Y es que no es fácil hacerlo; a veces ni siquiera una sola vez, mucho menos siete. Eso lo sabemos muy bien. Para eso se necesitaría tener mucha fe según la petición de los discípulos, pero muy poquita, como la de una semilla de mostaza, de acuerdo a lo que dijo Jesús.

La misericordia expresa la fe

Textos: Hab 1, 2-3; 2, 2-4; 2 Tim 1, 6-8. 13-14; Lc 17, 5-10.

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A Jesús le pidieron sus discípulos que les aumentara la fe para poder perdonar. Es que Él les acababa de decir que tenían que perdonar a su hermano si los ofendía y les pedía perdón siete veces al día. Y es que no es fácil hacerlo; a veces ni siquiera una sola vez, mucho menos siete. Eso lo sabemos muy bien. Para eso se necesitaría tener mucha fe según la petición de los discípulos, pero muy poquita, como la de una semilla de mostaza, de acuerdo a lo que dijo Jesús.

Él puso esta comparación para aclarar que no se ocupan grandes cosas sino pequeñas para poder caminar en la vida como discípulos suyos. Puso de ejemplo algo que nos parece imposible, como es el hecho de decirle a un árbol que se arranque de raíz y se plante en el mar. Quien tiene fe puede hacer hasta lo que parece imposible. Ciertamente no se trata de hacer milagros espectaculares sino de vivir el perdón, la misericordia, el servicio, la solidaridad, el bien común.

Son cosas que parecerían imposibles. Pero no. Así lo dejó claro Jesús. Solamente basta tomar conciencia de que son dones de Dios que al mismo tiempo son tareas humanas y de que así, en cosas pequeñas, se hace presente su Reino. Se necesita confiar en Dios, aceptar sus mandatos y decidirse a realizar lo que él nos manda. En esto consiste la fe y hay que pedirla; y, además, pedir que nos la aumente, como hicieron los discípulos de Jesús. Siempre vamos a ocupar más.

Enseguida Jesús les puso un ejemplo sobre los servidores y el servicio, para dejar más claro todavía que por más que se perdone, por más que seamos misericordiosos, por más que vivamos el servicio, por más que seamos solidarios, por más que trabajemos por la justicia y el bien común, siempre se va a realizar lo que se tiene que hacer. Es decir, no se hace nada extraordinario, aunque así lo pareciera, sino vivir como discípulos suyos, porque así vivió Él.

¿Qué hace en la vida ordinaria un jornalero, un empleado, una trabajadora doméstica, un mozo? Lo que el patrón o patrona le ordena. Si hace lo que se le pide, ¿debe esperar agradecimientos o felicitaciones de parte de su patrón? Yo creo que no, aunque sí es obligación de éste reconocerle su trabajo, agradecérselo y pagarle lo justo. Y más si el patrón se confiesa cristiano. Al empleado le basta con reconocer que sólo ha hecho lo que debía hacer y no más.

En la vida de hoy es lo mismo que Jesús explicó con el ejemplo narrado en el Evangelio. Él sabía del servicio y de vivir entre los demás como servidor. Por eso les dio esta enseñanza. Día a día se dedicaba a curar, consolar, perdonar, devolver la vida, multiplicar el pan. Por dondequiera vivía la misericordia y no buscaba agradecimientos o felicitaciones por eso. Simplemente realizaba lo que su Padre le había encomendado. Y Él se sabía servidor. Así lo dijo varias veces.

Hoy, como preparación a la Comunión nos podemos preguntar si tenemos fe, si somos misericordiosos, si vivimos el servicio como opción de vida, pues la fe se expresa con signos concretos. Quien tiene fe, aunque sea tan pequeña como una semilla de mostaza, es misericordioso con los demás, perdona a los que lo han ofendido, atiende a quienes están sufriendo, consuela a los que lloran sus penas, sirve con gusto a los demás. De todos modos se ocupa pedir más fe.

¿Cómo anda nuestra fe? Pidamos a Dios que nos la aumente. Dispongámonos a recibir a Jesús en la Comunión para llenarnos de su vida y salir de esta celebración dominical a vivir la misericordia, el perdón, el servicio, la solidaridad, la justicia, la paz. Hagámoslo con la conciencia de que esa es nuestra responsabilidad como miembros de la Iglesia y reconozcamos que, si vivimos de esta manera, somos siervos que solamente hacemos lo que tenemos que hacer.

2 de octubre de 2016

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