Homilía para el 26° domingo ordinario 2017

0

Hacer la voluntad del Padre

Ordinario26 A 17

Este domingo, Jesús nos habla con su palabra y nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre para fortalecernos en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Aunque estaba hablando a los sumos sacerdotes y a los ancianos, lo que dijo es para nosotros hoy. Él nos invita a la conversión. Reflexionar sobre esta llamada nos preparará para recibirlo sacramentalmente en la Comunión y para salir de esta celebración dominical a continuar con la misión.

Hacer la voluntad del Padre

Textos: Ez 18, 25-28; Flp 2, 1-11; Mt 21, 28-32.

Ordinario26 A 17

Este domingo, Jesús nos habla con su palabra y nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre para fortalecernos en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Aunque estaba hablando a los sumos sacerdotes y a los ancianos, lo que dijo es para nosotros hoy. Él nos invita a la conversión. Reflexionar sobre esta llamada nos preparará para recibirlo sacramentalmente en la Comunión y para salir de esta celebración dominical a continuar con la misión.

Los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo conocían muy bien los mandamientos, a los que nosotros llamamos los de la ley de Dios. Esos eran los compromisos de la Alianza que el pueblo de Israel hizo con Dios, y se comprometió a cumplir para expresar que era el pueblo que Dios había elegido como suyo. Aunque los sabían, como nosotros también los aprendimos y repetimos de memoria, no los ponían en práctica. Ellos estaban representados en el primero de los hijos al que su papá le pidió ir a trabajar a la viña. Le dijo que sí, incluso llamándolo señor con mucho respeto, pero no fue. No hizo lo que su padre le pidió. Ellos ni siquiera aceptaron la predicación de Juan el Bautista, que llamaba a la conversión para poder recibir al Mesías; es más, ni aún viendo las obras de Jesús, que invitaba a la conversión, curaba, perdonaba, daba vida.

¿No será que nosotros estamos así? Es decir, que conocemos los mandamientos, los repetimos de memoria, sabemos que como bautizados tenemos que evangelizar, pero no lo hacemos, a pesar de que a Dios lo llamamos Señor, a pesar de que participamos en Misa los domingos. Cuando vamos a recibir un sacramento o a acompañar a los hijos o ahijados para el Bautismo, la Comunión, la Confirmación o el Matrimonio, decimos que sí vamos a salir a la misión, a ir a ver a los enfermos, a integrarnos en la vida comunitaria, a vivir la justicia, a cuidar de la Casa común. ¿Y qué hacemos? Muchos de nosotros estamos como el primero de los hijos del evangelio.

El segundo hijo, en cambio, aunque le rezongó a su papá y le dijo que no quería ir a trabajar a la viña, se arrepintió y sí fue. Él fue capaz de cumplir la voluntad de su Padre. Así esperaba Jesús que fueran los sumos sacerdotes y los ancianos, y así espera que reaccionemos nosotros. Jesús valoró mucho a las prostitutas y a los publicanos, considerados entre los más grandes pecadores; a ojos vistos vivían en el pecado, eran señalados y rechazados por los dirigentes religiosos judíos “buenos”. Sucedió que los publicanos y las prostitutas le creyeron al Bautista y se arrepintieron; también le estaban creyendo a Jesús y se estaban adelantando en el camino del Reino de Dios. Jesús los puso como ejemplo ante los sumos sacerdotes y los ancianos, y ante sus discípulos.

La pregunta de Jesús no fue quién dijo que sí a su papá o quién lo trató con mucho respeto, sino quién hizo su voluntad. Esto es lo importante: cumplir la voluntad de Dios, vivir sus mandamientos, realizar la misión, asumir el camino de la cruz marcado por Jesús.

A esto nos invita hoy Jesús. No basta con llamar Padre o Señor a Dios, con decir que creemos en Él, con decir de memoria unos rezos, entre ellos los mandamientos; no es suficiente con rezar el Padrenuestro diciéndole que se cumpla su voluntad. Se necesita cumplirla, vivir como hermanos, colaborar para construir la comunidad en el barrio, salir a la misión, vivir la justicia y la solidaridad. Eso es lo que Dios quiere y espera de nosotros. Con la celebración de la Eucaristía reavivemos nuestro compromiso de mantenernos en la conversión y renovemos el proyecto de hacer la voluntad del Padre, para que nuestras oraciones no queden en puras palabras.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *