Homilía para el 25º domingo ordinario 2104
Contratados y recontratados
El texto del Evangelio que acabamos de escuchar nos dispone para recibir sacramentalmente a Jesús, que nos viene a buscar para enviarnos a la misión. Se trata de una parábola con la que Él explica la dinámica del Reino de Dios. Todas las personas y todos los pueblos del mundo están llamados a participar en el Reino, a colaborar para que éste sea una realidad. Nadie está excluido de este proyecto de Dios que Jesús nos trajo. Él nos “contrata” para mandarnos a trabajar.
Contratados y recontratados
Textos: Is 55, 6-9; Flp 1, 20-24. 27; Mt 20, 1-16.
El texto del Evangelio que acabamos de escuchar nos dispone para recibir sacramentalmente a Jesús, que nos viene a buscar para enviarnos a la misión. Se trata de una parábola con la que Él explica la dinámica del Reino de Dios. Todas las personas y todos los pueblos del mundo están llamados a participar en el Reino, a colaborar para que éste sea una realidad. Nadie está excluido de este proyecto de Dios que Jesús nos trajo. Él nos “contrata” para mandarnos a trabajar.
El propietario de la viña sale a buscar trabajadores. A unos los contrata en la mañana, temprano; a otros, a eso de las nueve; a otros más, al medio día y hacia las tres de la tarde; a los últimos, ya casi para ponerse el sol. Contrata a los primeros a cambio del salario del día –un denario–; a lo largo del día promete darles lo justo a los que encuentra y manda a trabajar; a los de la tarde ya ni les dice cuánto les va a pagar, simplemente los envía a su viña.
Y luego viene lo impensable de parte de dueño del viñedo: comenzar a pagarles a los últimos que llegaron a trabajar; les da su salario completo del día por una hora de trabajo. Los que llegaron primero y recibieron lo mismo, le reclamaron. ¿Qué no le habrán dicho? Sin embargo, él les aclaró que no había hecho ninguna injusticia, pues les estaba dando lo que habían convenido. Y, además, les preguntó que si no podía ser bueno y hacer lo que quisiera con su dinero.
Este es exactamente el modo de actuar de Dios. Él es quien va llamando a todos los pueblos de la tierra a entrar en su Reino, Él es quien sale a invitar a todas las personas –desde los niños hasta los ancianos– a trabajar en la construcción de su Reino. La tarea a realizar es la misma para todos y la paga es la misma para todos. En esto, los últimos tienen la primacía. Dios hace presente su reinado con la colaboración de todos y resalta su predilección por los últimos.
Así es que la salvación, la entrada en el Reino de Dios, no es privilegio de los judíos en relación a los demás pueblos de la tierra, no es privilegio de los cristianos en relación a los no cristianos, no es privilegio de los católicos en relación a las demás Iglesias cristianas, no es privilegio de los católicos practicantes en relación a los alejados, no es privilegio de los agentes de pastoral en relación a quienes asisten a lo mínimo de la Iglesia: la Misa dominical.
Hoy, como preparación a la Comunión sacramental, la parábola del Evangelio nos recuerda que hemos sido buscados por Jesús para ir a trabajar por el Reino de Dios. El Reino consiste en vivir la justicia, la solidaridad, el perdón, el amor. Quienes hemos recibido el Bautismo, allí fuimos llamados y enviados por primera vez a la misión. La gran mayoría de los bautizados no está realizando esta tarea y Jesús vuelve a preguntar la razón: ¿por qué estamos de ociosos?
Ninguno de los bautizados podemos responder que nadie nos ha contratado. El contrato lo tenemos desde el momento del Bautismo y lo reafirmamos en la Confirmación. Allí le dijimos al Señor por nosotros mismos, en nuestra libertad, que sí nos comprometíamos a colaborar en la misión de la Iglesia, a trabajar en la construcción del Reino, a vivir en la hermandad, a ser solidarios, a luchar a favor de la justicia. ¿Por qué la mayoría no estaremos realizando esto?
Enseguida nos vamos a acercar a comulgar. En la Comunión recibiremos el alimento que nos une a Jesús en la tarea de construcción del Reino de Dios. Es el alimento que da fuerza para realizar la misión y para soportar las fatigas que esto trae. Preparémonos para recibir sacramentalmente a Jesús y volver desde este templo, que se convierte en la plaza donde somos recontratados por Él, a colaborar activamente en la comunidad el resto de nuestra vida.
21 de septiembre de 2014