Homilía para el 25º domingo ordinario 2018

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¿Amigos hasta la muerte?

Jesús iba con sus discípulos camino a Cafarnaúm. San Marcos nos narra lo que pasó entre ellos. Jesús les enseñaba una cosa nada agradable ni para Él ni para los discípulos y, sin embargo, era parte de la amistad que tenían. Nosotros tenemos la experiencia de los amigos. Ordinariamente se buscan para estar juntos, platicar, ir y venir. En el caso de Jesús y sus discípulos se vivió una situación que puso a prueba la amistad y que cuestiona la que nosotros decimos tener con Él.

¿Amigos hasta la muerte?

Textos: Sb 2, 12. 17-20; St 3, 16-4, 3; Mc 9, 30-37

Jesús iba con sus discípulos camino a Cafarnaúm. San Marcos nos narra lo que pasó entre ellos. Jesús les enseñaba una cosa nada agradable ni para Él ni para los discípulos y, sin embargo, era parte de la amistad que tenían. Nosotros tenemos la experiencia de los amigos. Ordinariamente se buscan para estar juntos, platicar, ir y venir. En el caso de Jesús y sus discípulos se vivió una situación que puso a prueba la amistad y que cuestiona la que nosotros decimos tener con Él.

Les anunció que iba a ser entregado, lo iban a matar y resucitaría al tercer día. Es algo semejante a lo que pasa en nuestros días. Hay personas que son levantadas y entregadas a otras personas para que las torturen y les quiten la vida. Jesús sabía que eso le iba a pasar con Él y no por hacer daño o andar de malandrín o dedicarse al mal, sino por anunciar y hacer presente el Reino de Dios. Eso que les anunció no les gustó ni querían preguntarle de qué se trataba. Tenían miedo porque preveían que les podría suceder lo mismo. Y como los amigos van juntos a dondequiera, eso los sacudió.

Nosotros nos consideramos amigos de Jesús. ¿Nos gustaría que nos pasara lo mismo? O sea, que nos levantaran y nos entregaran a otras personas para que nos torturaran y nos quitaran la vida. Como que no. Esto cuestiona nuestra amistad con Jesús. Quiere decir que no la tenemos tan fuerte. Sin embargo, Jesús asumió el destino de los justos, como dice el libro de la Sabiduría. Los malvados ponen a prueba al justo, que les molesta porque denuncia sus males. Diseñan someterlo a la humillación y la tortura, condenarlo a muerte, a ver si es cierto que Dios ve por él. Eso le pasó a Jesús.

Mientras Jesús les hablaba de su Pasión, Muerte y Resurrección, sus discípulos discutían sobre quién de ellos era el más importante. Eso sí les interesaba, porque es agradable el poder. Jesús los oyó, pero nada les dijo hasta que llegaron a casa. Los sentó, como hacen los papás cuando quieren platicar seriamente con sus hijos, y les preguntó sobre lo que alegaban por el camino. Se quedaron callados. El silencio los acusó, se hicieron de delito. Allí apareció con claridad lo que dice Santiago en su Carta, que donde hay envidias y rivalidades llega el desorden. Jesús, que los había escuchado, les indicó el estilo de vida que deberían llevar. Les dijo que, si querían ser grandes, importantes, si buscaban ser los primeros, tenían que hacerse los últimos y los servidores de todos. Esto es para nosotros. Como amigos de Jesús nos tenemos que parecer a Él y caminar con Él en el servicio.

Y para aclararles todavía más el servicio, puso un niño en medio de ellos. Los niños no contaban en la vida de la sociedad judía, no tenían valor para los demás. Jesús se identificó con ellos y les dijo, y nos dice hoy, que quien reciba a uno que nada vale para la sociedad lo recibe a Él y a su Padre. Entonces los amigos de Jesús tenemos que ser los últimos de todos y los servidores de todos, especialmente de los que la sociedad ha descartado, de los que ningún valor tienen para el mundo, de los últimos. Allí se manifiesta quién sí y quién no es amigo de Jesús. ¿Cómo nos catalogamos?

Hoy que nos reunimos para el encuentro dominical con Jesús, tenemos una oportunidad muy buena para renovar nuestra amistad con Él, no sólo porque lo recibamos sacramentalmente en la Comunión sino porque nos comprometemos a seguirlo en su camino. Él se hizo el último y el servidor de todos, pues dio la vida en la cruz por toda la humanidad; se identificó con los pequeños, con los que la sociedad ningunea y desprecia, y los puso al centro de su vida y misión para servirlos. Era consciente de que por eso le iba a venir la muerte como a los justos, pero como Justo estaba totalmente confiado en las manos de Dios. Por eso, Dios lo resucitó un día como hoy.

23 de septiembre de 2018

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