Homilía para el 25 de diciembre de 2020
Con la solemnidad del Nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios hecho carne en el vientre de la Virgen María, iniciamos nuestra fiesta patronal en Huescalapa. Este año nos tocará celebrarla en el ambiente de prevención y emergencia por la pandemia de Covid-19. Hoy damos gracias a Dios por el regalo de su Hijo, identificado e invocado en este Santuario como Santo Niño Milagroso. Él es la Palabra por medio de la cual nos habla nuestro Padre Dios.
Dios se encarnó en nuestra historia
Textos: Is 52,7-10; Hb 1,1-6; Jn 1, 1-18
Con la solemnidad del Nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios hecho carne en el vientre de la Virgen María, iniciamos nuestra fiesta patronal en Huescalapa. Este año nos tocará celebrarla en el ambiente de prevención y emergencia por la pandemia de Covid-19. Hoy damos gracias a Dios por el regalo de su Hijo, identificado e invocado en este Santuario como Santo Niño Milagroso. Él es la Palabra por medio de la cual nos habla nuestro Padre Dios.
Por amor los papás hacen todo lo que pueden por sus hijos e hijas, especialmente cuando estos andan mal. Así ha sido Dios con su pueblo y con la humanidad. Por amor se abajó hasta nuestra condición humana para sacarnos del pecado, del mal, del sufrimiento. Nunca ha dejado solo a su pueblo. Nos ama tanto que hasta nos regaló a su propio Hijo. En el texto del evangelio, san Juan nos acaba de presentar a este Hijo como la Palabra eterna de Dios, la Vida, la Luz de los hombres que brilla en las tinieblas, la Palabra hecha carne.
Entonces, el Hijo de Dios, el Santo Niño, puso su tienda de campaña en medio de la humanidad, se encarnó en nuestra historia, se hizo hombre en Jesús de Nazaret. Solamente de esta manera, haciéndose uno como nosotros, podía Dios hablarnos para que lo recibiéramos, para comunicarnos su proyecto de salvación, para que lo entendiéramos y le hiciéramos caso, para concedernos de esta manera ser sus hijos e hijas. Con la celebración eucarística agradecemos al Señor esta expresión tan grande de su amor por nosotros.
Lo que nos toca hacer es escuchar a Jesús, hacerle caso, seguir su camino, vivir su estilo de vida. En la Diócesis, que se prepara para celebrar sus 50 años en junio de 2022, el Señor nos ha hablado de muchas maneras: a través de su Palabra escuchada y puesta en práctica en barrios y ranchos; por medio del Concilio Vaticano II, que nos dijo que somos pueblo profético, sacerdotal y real y pidió la participación consciente y activa de laicos y laicas en la misión; nos ilumina a través de los obispos de América Latina, que nos han estado recordando el compromiso de hacer vida de comunidad, servir a los pobres, responder a las necesidades del pueblo, alimentar la esperanza de una vida digna; nos habla por el testimonio de las personas que viven su servicio a la comunidad de una manera comprometida.
A través de estas y otras maneras, Jesús mismo, Palabra encarnada del Padre, nos sigue llamando como comunidad parroquial a conocerlo, a dejarnos iluminar por Él, a seguir fortaleciendo su presencia vivificante en nosotros, a ser sus testigos, a hacerlo presente en el aquí y ahora de nuestra historia. Agradecemos también esta presencia suya entre nosotros, desde hace 70 años en la imagen de Santo Niño Milagroso. Este Niño, cuyo Nacimiento celebramos hoy, se encarnó en la historia de Huescalapa, ha puesto su morada en este Santuario y en el corazón de miles de personas del Sur de Jalisco, para revelarnos el amor del Padre. Decidámonos a hacerle caso para vivir como hijos e hijas de Dios.
En la Comunión recibiremos al mismo Hijo de Dios, nacido en nuestra carne mortal, muerto en la cruz y resucitado. Él se meterá hoy en el Pan y el Vino para que lo podamos comer y llevar con nosotros, para que nos convirtamos en presencia suya en la comunidad.
25 de diciembre de 2020