Homilía para el 24º domingo ordinario 2016
Misericordiosos como el Padre
Los tres textos bíblicos que se han proclamado nos dan testimonio de lo misericordioso que es el Padre Dios. Hoy que nos hemos reunido para celebrar la Resurrección de Jesús, como cada domingo, nos ayudan a prepararnos para participar de la fiesta Eucarística de la misericordia. Ya reconocimos nuestra condición pecadora y pedimos perdón a Dios al comienzo de la Misa; ahora nos dispondremos para sentarnos a la mesa de los pecadores que nos prepara el Señor.
Misericordiosos como el Padre
Textos: Ex 32, 7-11. 13-14; 1 Tim 1, 12-17; Lc 15, 1-32.
Los tres textos bíblicos que se han proclamado nos dan testimonio de lo misericordioso que es el Padre Dios. Hoy que nos hemos reunido para celebrar la Resurrección de Jesús, como cada domingo, nos ayudan a prepararnos para participar de la fiesta Eucarística de la misericordia. Ya reconocimos nuestra condición pecadora y pedimos perdón a Dios al comienzo de la Misa; ahora nos dispondremos para sentarnos a la mesa de los pecadores que nos prepara el Señor.
A Jesús lo criticaban los escribas y fariseos porque se juntaba con publicanos y pecadores y, para acabarla, comía con ellos. No toleraban que hiciera esto porque, según decían, estaba violando la ley, que mandaba alejarse de los pecadores para no contaminarse. No aceptaban que Jesús hiciera lo que Dios ha hecho siempre: perdonar a los pecadores. Ahí tenemos el testimonio en la primera lectura: a pesar de que su pueblo se había hecho un dios de oro, lo perdonó.
La respuesta de Jesús a las críticas fue describir a Dios, su Padre, con las tres parábolas que escuchamos en el Evangelio: la de la oveja y la moneda perdidas, y la del papá bueno. El pastor, la mujer y el papá reflejan el modo de ser de Dios. Él está preocupado siempre por sus hijos: si se pierden, los busca hasta encontrarlos; si se alejan de Él, los espera hasta que regresen. Cuando esto pasa, organiza una fiesta con sus vecinos y amigos. Es la fiesta del Reino.
Quienes criticaban a Jesús porque se juntaba con pecadores, se ubicaban como el hijo mayor de la parábola: se enojó con su papá y se le echó encima porque recibió al otro, no reconoció a su hermano como hermano, no perdonó, no quiso entrar a la fiesta. La alegría de su papá era inmensa, tan grande que ni siquiera dejó que su hijo menor le acabara de pedir perdón; le ahogó las palabras con sus abrazos y besos, lo recibió de nuevo en su casa y le organizó una fiesta.
Era la fiesta de la misericordia y el perdón, a la que los escribas y fariseos no quisieron entrar. Según ellos, Dios debía rechazar o castigar a los pecadores. Para Dios lo más importante era –y sigue siendo– buscar y encontrar a quienes se habían perdido, esperar el regreso de los se habían alejado para perdonarlos. Por eso, para Jesús lo más importante era que los pecadores se reencontraran con Dios, que experimentaran su misericordia, que recibieran el perdón.
Este es el mensaje que encontramos en las parábolas llamadas de la misericordia. Dios no es vengativo con sus hijos o su pueblo que caen en el pecado, sino un Padre misericordioso que perdona, independientemente de los pecados que hayan cometido, y así debemos ser sus hijos. Jesús ya había dicho a sus discípulos que fueran misericordiosos como el Padre. Este es el lema que el Papa Francisco eligió cuando convocó a la Iglesia a vivir el Año Jubilar de la Misericordia.
San Pablo también confiesa lo misericordioso que fueron con él el Padre Dios y Jesús. A pesar de haber blasfemado y perseguido a la Iglesia, por su misericordia lo perdonaron. Reconoce que Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Él mismo lo experimentó, no sólo por haber sido perdonado sino porque hasta lo convirtió en apóstol. De eso estaba dando testimonio, como escuchamos en la segunda lectura. Precisamente así debería ser nuestra experiencia.
A nosotros nos toca ser testigos de la misericordia de Dios. Para esto es necesario reconocer que estamos perdidos por nuestros pecados y pedirle perdón, tomar conciencia de nuestro alejamiento de Dios y decidirnos a volver para reencontrarnos con Él, perdonar a los hermanos o hermanas con quienes hemos tenido desavenencias o resentimientos. Sólo así podremos participar plenamente de la Eucaristía, que es fiesta de pecadores perdonados, preparada por Jesús.
11 de septiembre de 2016
Gracias, por pensar en los pendejos y subir a tiempo la homilía; pues en esta parroquia nos sirve para los Celebradores de la Palabra.