Homilía para el 23er domingo ordinario 2021

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Las curaciones que hacía Jesús, como la del hombre sordo y tartamudo, eran signos de la presencia del Reino de Dios en el mundo.

Oír y proclamar el Evangelio

Textos: Is 35, 4-7; St 2, 1-5; Mc 7, 31-37

Las curaciones que hacía Jesús, como la del hombre sordo y tartamudo, eran signos de la presencia del Reino de Dios en el mundo. A propósito de que estamos iniciando el mes de la Biblia, lo que acabamos de escuchar en los textos bíblicos nos ayuda a ubicarnos en el sentido de acercarnos a la Biblia: no es para repetir textos de memoria, sino para aclarar nuestra tarea de bautizados, que es servir a los pobres y, de esta manera, colaborar en la misión de la Iglesia, que es anunciar y hacer presente el Reino de Dios en el mundo.

Todos sabemos lo que sufre una persona enferma por el solo hecho de la enfermedad. Pero, hay situaciones que agravan el sufrimiento de los enfermos, como la pobreza, el abandono, la soledad, el rechazo o las burlas, como los que padecen de sordera. ¿De cuántas personas nos hemos burlado por su discapacidad física o mental?

La persona que le llevaron a Jesús vivía todo esto y sus vecinos se organizaron para buscar que mejoraran sus condiciones de vida. Pensaron en llevárselo para que le impusiera las manos y pudiera oír y hablar bien. Jesús no lo rechazó, ni lo despreció, como hacemos muchos de nosotros con los pobres, sino que lo atendió inmediatamente. Con sus acciones de recibirlo, tocarlo con sus dedos, ponerle de su saliva, orar al Padre y mandar a los oídos que se abrieran, le cambió la vida. Aquel hombre no solamente comenzó a oír y hablar sin dificultad, sino que tenía todas las condiciones para hacer una vida normal en su familia, en su trabajo, en su pueblo, para ser tratado bien por todos y, como consecuencia de este encuentro sanador, para convertirse inmediatamente en testigo de Jesús.

Con esto, Jesús estaba cumpliendo la promesa de Dios, hecha a través de Isaías, de salvar a su pueblo. Dios había prometido, entre otras cosas, abrir los oídos de los sordos y hacer cantar a la lengua del mudo. Fue lo que realizó Jesús con su servicio. De esta manera estaba predicando la buena nueva del Reino y haciéndolo presente con signos concretos. La gente lo reconoció al expresar que todo lo hacía bien. Nosotros participamos de esta misma misión de anunciar con las palabras y hacer presente con signos el reinado de Dios.

En el Bautismo también se nos tocaron nuestros oídos y nuestra boca. En ese momento se le pidió a Dios que se nos abrieran los oídos para escuchar su Palabra y que nuestros labios sirvieran para profesar la fe. Desde entonces, la esperanza puesta en nosotros es que vivamos como Jesús atentos a la voluntad de Dios y a las necesidades de los demás, especialmente de los pobres, que les anunciemos el Evangelio y que los sirvamos para que tengan una vida digna. ¿Qué tan fieles estamos siendo a esa misión recibida en el Bautismo?

Con la Eucaristía de este domingo, junto con el salmista alabamos a Dios porque hace justicia al oprimido, da pan al hambriento, libera al cautivo, abre los ojos de los ciegos, hace oír a los sordos y cantar a los mudos. Lo alabamos porque se hace presente a través del servicio de Jesús y de su Iglesia. Dispongámonos a recibir sacramentalmente a Jesús para seguir, unidos a Él y con la fuerza de su Espíritu, en la misión de anunciar y hacer presente su Reino aquí en nuestra comunidad parroquial, sobre todo con el servicio a los pobres.

5 de septiembre de 2021

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