Homilía para el 23er domingo ordinario 2016
Familia, cruz, bienes
Nos reunimos este domingo para celebrar la Resurrección del Señor como cada ocho días. Vamos a escuchar la Palabra de Dios, que nos prepara para recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesús en la Comunión. Ese es el momento central de la celebración. Al comulgar expresamos nuestra fe en Jesús y, como sus discípulos, renovamos el compromiso de mantenernos en comunión con Él. Esto significa que queremos vivir de acuerdo a su proyecto, sus opciones, su estilo de vida.
Familia, cruz, bienes
Textos: Sb 9, 13-19; Flm 9-10. 12-17; Lc 14, 25-33.
Nos reunimos este domingo para celebrar la Resurrección del Señor como cada ocho días. Vamos a escuchar la Palabra de Dios, que nos prepara para recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesús en la Comunión. Ese es el momento central de la celebración. Al comulgar expresamos nuestra fe en Jesús y, como sus discípulos, renovamos el compromiso de mantenernos en comunión con Él. Esto significa que queremos vivir de acuerdo a su proyecto, sus opciones, su estilo de vida.
En el Evangelio acabamos de escuchar a Jesús, que señaló tres referentes que debe tener en cuenta y sopesar quien quiera ser su discípulo: la familia, la cruz, el dinero. Para nosotros, jóvenes y adultos, sobre todo quienes tenemos a nuestra responsabilidad niños y adolescentes, nos sirve reflexionar en esto para ver si los estamos acompañando bien. A los papás, que llevaron sus hijos a bautizar y se comprometieron a educarlos en la fe, les ayuda a valorar su tarea.
Jesús pidió preferirlo a Él por encima de la familia. La familia es de lo más importante que tenemos en la existencia. Cuando se hace una encuesta y se pregunta qué es lo que más se quiere en la vida, una respuesta común es: la familia. Es fundamental en nuestra vida porque en ella llegamos al mundo, recibimos cariño, atenciones, aprendemos a relacionarnos, se nos da lo necesario para comer, vestir, curarnos. Por medio de la familia nos abrimos paso a la vida.
Y Jesús se puso por encima de la familia. Pidió que se le prefiriera a Él más que al papá, a la mamá, a los hermanos, a los hijos. Esto quiere decir que a quien se le tiene que hacer caso es a Jesús. Él debe ser el referente en el estilo de vida, porque dio el mandato de amar, puso como centro la misericordia, invitó al perdón, pidió entregar la vida por los demás. Esto es lo que los papás tienen que testimoniar ante sus hijos: amarse, ayudarse, cuidarse, servirse mutuamente.
Otra cosa que pidió fue cargar la propia cruz. No hablaba tanto a la cruz de la enfermedad, del sufrimiento, del matrimonio, de los problemas, como ordinariamente se dice. Él se refería a hacer propio el estilo de vida que llevaba y que pasó por la cruz. De hecho, cuando dijo esto a sus discípulos iba camino a Jerusalén para vivir la experiencia de la cruz. Jesús iba dando la vida día a día en la misericordia para con los demás y esto lo condujo a morir crucificado.
Lo último que pidió fue renunciar a todos los bienes. Esto significa no hacer del dinero y los bienes materiales el centro de la propia vida, ofrecerles la propia persona, sacrificar a los demás por poseerlos. Esta es una tentación fundamental en la vida. El dinero amarra, impide actuar con libertad, es obstáculo para estar disponibles para vivir como Jesús y para entregar la vida por los demás, es decir, amando, sirviendo, compartiendo, solidarizándose, perdonando.
Son tres realidades que podemos revisar hoy. ¿Cómo estamos ubicados ante ellas? ¿Qué testimonio estamos dando a los que vienen detrás de nosotros? ¿Jesús es el centro de nuestra vida, seguimos sus enseñanzas, llevamos su modo de vivir, estamos cargando nuestra cruz, vivimos desprendidos del dinero y los bienes materiales? Si no lo estamos haciendo, entonces se puede decir de nosotros que comenzamos a construir y no vamos a ser capaces de terminar.
Pidamos a Dios que hagamos caso a las indicaciones de Jesús. Que lo tengamos como más importante de lo que lo es nuestra familia, que tomemos nuestra cruz y las cruces de los pobres para entregar nuestra vida por ellos, que nos desapeguemos del dinero y los bienes para asumir el estilo de vida que Él nos marcó. Dispongámonos a recibirlo sacramentalmente y al comulgar renovemos nuestro compromiso de seguirlo, de acuerdo a las exigencias que nos plantea.
3 de septiembre de 2016