Homilía para el 22º domingo ordinario 2105

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Poner en práctica la Palabra

Ord22 B 15

Los tres textos bíblicos nos insisten en que la Palabra de Dios es para ponerse en práctica. De otra manera, si la escuchamos y no la traducimos a los hechos, nos pareceremos a aquellos fariseos y escribas a quienes Jesús llamó hipócritas porque conocían muy bien la Escritura, sabían de memoria los mandamientos, conocían todas las tradiciones, pero no ponían en práctica los mandamientos de Dios. Poner en práctica la Palabra nos lleva a la comunión con Dios.

Poner en práctica la Palabra

Textos: Dt 4, 1-2. 6-8; St 1, 17-18. 21-22. 27; Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23

Ord22 B 15

Los tres textos bíblicos nos insisten en que la Palabra de Dios es para ponerse en práctica. De otra manera, si la escuchamos y no la traducimos a los hechos, nos pareceremos a aquellos fariseos y escribas a quienes Jesús llamó hipócritas porque conocían muy bien la Escritura, sabían de memoria los mandamientos, conocían todas las tradiciones, pero no ponían en práctica los mandamientos de Dios. Poner en práctica la Palabra nos lleva a la comunión con Dios.

Los judíos tenían cosas, prácticas o personas consideradas como impuras. En el Evangelio aparecen algunas, como no lavarse las manos para comer, hacer los ritos de purificación de los trastes, varios alimentos. Pero también en esta condición de impureza estaban los extranjeros, los leprosos, las prostitutas, los difuntos, los cobradores de impuestos, los que nacían con alguna enfermedad, los que tenían otras religiones… y quienes entraban en contacto con ellos.

Los fariseos y los escribas, catalogados fieles conocedores y guardianes de la ley y de las tradiciones judías, se la daban de puros, perfectos, santos. Ellos se consideraban personas que estaban bien ante los ojos de Dios. Realizaban todos los ritos al pie de la letra –como en esta ocasión lavarse las manos antes de comer–, repetían de memoria los mandamientos, hacían todo lo mandado por la ley; con esto se sentían también con derecho a juzgar a los demás.

Jesús los llamó hipócritas cuando lo cuestionaron porque sus discípulos comían con las manos impuras, o sea, sin lavárselas antes. Hipócrita significa engañador, aparentador, doble; es decir, el que hace las cosas aparentando ser bueno, cumplido, observador, fiel, y esperando que lo feliciten por eso. Hacen ver que Dios está contento con ellos. Y, sin embargo, Jesús les aplicó el texto con que Isaías reclamó lo lejos que Israel estaba de Dios, aunque lo alababan con los labios.

Se aleja de Dios quien no cumple sus mandamientos, aunque asista a las oraciones y celebraciones, o realice todos los ritos establecidos. Lo central es la vivencia de la hermandad y era lo que no hacían los escribas y fariseos. Cumplían las normas pero no sabían ser hermanos, repetían los mandamientos de memoria pero no vivían la justicia, aparentaban ser buenos y se volvían jueces inmisericordes de los demás cuando éstos no hacían o cumplían lo mandado.

La impureza que ellos reprochaban no estaba ni está en lo externo, en los ritos, los alimentos, las personas, el trabajo, la religión o el pueblo a que se pertenezca, sino en el corazón, como Jesús aclaró. En el corazón se cultiva la bondad o la maldad; lo que sale de él y se traduce a los hechos es lo que hace que las personas sean puras o impuras, que estén limpias o manchadas. Esto del corazón hay que tenerlo en cuenta en nuestra vida personal y comunitaria.

Jesús hace una lista grande de lo que brota del corazón y mancha a las personas: intenciones malas, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfrenos, envidias, difamaciones, soberbia, frivolidad. ¿Cómo andamos? De ahí la invitación a escuchar y aceptar la Palabra de Dios y ponerla en práctica, como lo piden Moisés y Santiago. La escucha de la Palabra debe traducirse en servicio a los pobres, los huérfanos, las viudas, los enfermos.

Escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica lleva a estar en comunión con Él. Escuchar a Jesús y traducir a los hechos sus enseñanzas ayuda a mantener la comunión con Él. Recibir la Palabra y llevarla a los hechos en el servicio a los pobres y sufrientes hace realidad la comunión con ellos. Hoy que nos acercamos a la Comunión sacramental, sellamos la comunión vital con Dios, con Jesús y con la comunidad. Dispongámonos a recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesús.

30 de agosto de 2015

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