Homilía para el 22º domingo ordinario 2018

0

Purificar nuestro corazón

Ordinario22 B 18

Los textos de la Palabra de Dios nos insisten en el deseo de Dios de que cumplamos sus mandamientos, para que vivamos como sus hijos e hijas y manifestemos con los hechos que somos su pueblo. La reflexión nos ayudará a prepararnos para recibir a Jesús en la Comunión y para que, al salir del templo y a lo largo de la semana, vivamos en la justicia y la hermandad.

Purificar nuestro corazón

Textos: Dt 4, 1-2. 6-8; St 1, 17-18. 21-22. 27; Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23

Ordinario22 B 18

Los textos de la Palabra de Dios nos insisten en el deseo de Dios de que cumplamos sus mandamientos, para que vivamos como sus hijos e hijas y manifestemos con los hechos que somos su pueblo. La reflexión nos ayudará a prepararnos para recibir a Jesús en la Comunión y para que, al salir del templo y a lo largo de la semana, vivamos en la justicia y la hermandad.

Santiago nos invita a aceptar con docilidad la Palabra de Dios y a ponerla en práctica. Es lo mismo que pedía Moisés al pueblo de Israel, cuando Dios lo llevaba por el desierto hacia la tierra prometida. Moisés les dijo que escucharan y pusieran en práctica los mandatos que le iba a comunicar de parte de Dios, para que pudieran entrar limpios a la tierra de la que habían salido 450 años antes. Esto es para nosotros también. La Palabra de Dios es para aceptarla con sencillez y docilidad, pues Dios es quien nos habla; es para interiorizarla, ponernos frente a ella, revisar nuestra vida personal y comunitaria, descubrir en qué estamos viviendo bien y qué tenemos que cambiar de nuestro modo de vivir, traducirla en oración a Dios y ponerla en práctica.

Dios pidió a los israelitas vivir como hermanos. Entre muchas otras cosas, ellos tenían que vivir, cada quien de manera personal y todos como pueblo de Dios, de acuerdo a lo que dice el salmo responsorial: proceder con honradez, obrar con justicia, ser sincero con las palabras, no desprestigiar a nadie, no hacer mal al prójimo, no difamar al vecino, no ver con aprecio lo que realizan los malvados, honrar a quienes cumplen los mandamientos de Dios, no ser usureros; no aceptar sobornos, mucho menos cuando se va en contra de los inocentes. ¿Cómo andamos nosotros en esto?

El apóstol Santiago nos recuerda lo que Dios esperaba siempre de su pueblo ante las más claras situaciones de pobreza y necesidad: visitar y atender a las viudas y a los huérfanos. Además, aclara que el mejor modo de vivir la religión pura e intachable, es decir, una religión en la que se mantenga la unión con Dios, es atenderlos en sus necesidades. Podemos preguntarnos qué estamos haciendo nosotros para atender a los enfermos, migrantes, indígenas, madres solteras, borrachitos… Dependiendo de esto, podemos descubrir si estamos o no viviendo una religión pura e intachable.

Algunos fariseos y escribas le reclamaron a Jesús que ni Él ni sus discípulos se purificaban las manos para comer. Jesús, conociendo el modo de vivir de ellos, después de llamarlos hipócritas, les recordó el reclamo de Dios a su pueblo de que lo alababan con sus labios y le rendían culto, pero su corazón lo tenían muy lejos de Él. O sea que no ponían en práctica su Palabra cumpliendo sus mandamientos, a pesar de que los conocían. ¿No estaremos nosotros así? Cumplimos con el mandato dominical de celebrar la Eucaristía, pero ¿cómo anda nuestra vida?

Jesús vuelve sobre lo central de la vida: el corazón. Importa más el interior de las personas que el alimento, la limpieza exterior, los ritos religiosos. Con esto nos ayuda a revisar cómo estamos viviendo, porque del corazón, así como salen las cosas buenas para poner en práctica la Palabra de Dios también sale todo tipo de maldad. Jesús hace una lista larga: intenciones malas, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidias, difamación, orgullo, frivolidad. A esta lista podemos añadir muchas otras situaciones que nos manchan y tenemos que estar alertas para no pensar que con venir a la Misa dominical ya estamos bien.

Dispongámonos a recibir sacramentalmente a Jesús, que nos purifica para vivir como hermanos, para luchar por la justicia y el amor, para poner en práctica la Palabra de Dios.

2 de septiembre de 2018

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *