Homilía para el 21er domingo ordinario 2015
Para salir del paso
Hemos escuchado la última parte del discurso de Jesús sobre el Pan de la vida. Tanto en este texto del Evangelio como en las otras lecturas nos encontramos con preguntas de fondo, preguntas que nos sacuden cuando se nos hacen. Hoy nos ayudan a revisar nuestro estilo de vida y, en esta celebración Eucarística, nos disponen para la Comunión sacramental. Son preguntas vitales a las que debemos responder con total sinceridad y no para salir del paso.
Para salir del paso
Textos: Jos 24, 1-2. 15-17. 18; Ef 5, 21-32; Jn 6, 55. 60-69.
Hemos escuchado la última parte del discurso de Jesús sobre el Pan de la vida. Tanto en este texto del Evangelio como en las otras lecturas nos encontramos con preguntas de fondo, preguntas que nos sacuden cuando se nos hacen. Hoy nos ayudan a revisar nuestro estilo de vida y, en esta celebración Eucarística, nos disponen para la Comunión sacramental. Son preguntas vitales a las que debemos responder con total sinceridad y no para salir del paso.
Josué les preguntó a los israelitas si iban a servir a Yahvé, el que los había sacado de Egipto y los había llevado hasta la tierra prometida, o más bien a otros dioses. Con la pregunta y con su decisión de servir al Señor junto con su familia, los hizo definirse por Yahvé. A los Doce, Jesús les preguntó si también ellos lo iban a dejar, pues muchos de sus discípulos ya lo habían abandonado, escandalizados por sus palabras. Los hizo definirse por Él, como le dijo Pedro.
Ni los israelitas ni Pedro respondieron por salir del paso, como nosotros hacemos muchas veces. Los israelitas decidieron servir a Dios, en base a lo que Él hizo con sus antepasados al sacarlos de la esclavitud, protegerlos de todos los peligros del desierto y hacerlos entrar en su propia tierra, de donde habían salido 450 años antes buscando la vida. Pedro manifestó su decisión de seguir a Jesús, pues se había convencido de que sus palabras eran de vida eterna.
Ellos expresaron su decisión totalmente convencidos y con el compromiso de sostenerse en lo dicho, es decir, los israelitas en mantener la Alianza con Dios de vivir en la hermandad y los Doce en continuar su experiencia de seguimiento a Jesús. No fueron respuestas por quitarse de encima la pregunta. Son respuestas que tienen detrás una experiencia de reflexión, de toma de conciencia, de claridad en lo que el Señor ofrece. Esto nos tiene que hacer pensar a nosotros.
¿Cuántas veces ante las preguntas de fondo, en las que se nos pide expresar decisiones vitales, dudamos y echamos mentiras, aunque no estemos convencidos, solamente por salir del paso? Muchas veces. Cuando nos preguntan si somos católicos o si algo es justo; o antes de los sacramentos, cuando se nos pregunta si renunciamos al mal o si asumimos los compromisos que traen esos sacramentos, como el del Matrimonio –a propósito de la segunda lectura–.
En el Matrimonio se pregunta sobre el amor a la otra persona, la fidelidad, la ayuda mutua, la recepción y educación de los hijos, estar juntos en las buenas y en las malas, cuidarse y respetarse. Todo esto forma parte de la vida matrimonial, aunque las parejas no estén casadas por la Iglesia; lo mismo se les pregunta en el matrimonio por lo civil. Y son preguntas de fondo, que exigen un compromiso de por vida, asumido, expresado y vivido con plena conciencia.
Quizá nos pase como a los discípulos de Jesús. Mientras las cosas iban bien, mientras tenían pan, lo seguían por dondequiera; cuando ya no hubo pan y sobre todo cuando les preguntó si lo iban a abandonar, entonces vino la duda. ¿Seguirlo o no seguirlo, andar con Él o tomar otro rumbo, gloriarse o avergonzarse de Él? Cuando hay sacramentos, estamos puestos; cuando se trata del compromiso, nos vamos. El reto está en presentarnos como bautizados convencidos.
¿Cómo hacer para que nuestras familias sean formadoras de discípulos de Jesús que no se avergüencen de serlo, que vivan con la conciencia de que Él tiene palabras de vida eterna, que den testimonio de su persona y proyecto del Reino? Ojalá que nosotros, como Josué y como Pedro, nos confesemos con las palabras y toda nuestra vida discípulos de Jesús. Para sostenernos en esto y no decir que sí lo somos por salir del paso, Jesús nos da su Carne y su Sangre.
23 de agosto de 2015