Homilía para el 20º domingo ordinario 2016
El fuego de la misericordia
De acuerdo a lo que dice el texto del Evangelio, Jesús iba realizando con mucho entusiasmo su misión y quería que sus discípulos la vivieran de la misma manera. Era la pasión por el Reino de Dios, que Jesús describió como un fuego interior que quema por dentro y se transmite a los demás. Era el fuego de la misericordia que él iba viviendo y deseaba que ardiera ya en la vida de sus discípulos. Es el fuego que se aviva este domingo con la Comunión sacramental.
El fuego de la misericordia
Textos: Jr 38, 4-6. 8-10; Hb 12, 1-4; Lc 12, 49-53.
De acuerdo a lo que dice el texto del Evangelio, Jesús iba realizando con mucho entusiasmo su misión y quería que sus discípulos la vivieran de la misma manera. Era la pasión por el Reino de Dios, que Jesús describió como un fuego interior que quema por dentro y se transmite a los demás. Era el fuego de la misericordia que él iba viviendo y deseaba que ardiera ya en la vida de sus discípulos. Es el fuego que se aviva este domingo con la Comunión sacramental.
Jesús iba de camino hacia Jerusalén. Seguía realizando la misión que el Padre le había encomendado y para la que el Espíritu Santo lo había ungido. La fuerza del Espíritu y la conciencia de haber sido enviado para manifestar la misericordia de Dios, lo sostenían en el anuncio de la Buena Nueva a los pobres, en la curación de los enfermos, en el perdón de los pecados, en la entrega de la vida por todos. Sus discípulos iban siendo testigos de todo esto día a día.
Jesús soñaba con que ellos se contagiaran de su entusiasmo y vivieran la misión con la misma intensidad que Él. Por eso expresó su deseo de que el mismo fuego que llevaba por dentro ardiera en ellos. Ciertamente ya había enviado a misionar, primero a los Doce y después a los Setenta y dos; unos fracasaron y otros volvieron alegres. Pero la misión no se terminaba con su regreso porque es permanente y la tenían que realizar mientras vivieran. Además, con gusto.
Vivir como Jesús no es fácil, seguirlo en su camino es complicado, el cumplimiento de la misión trae dificultades. Jesús lo sabía y se lo dijo a sus amigos, como escuchamos. Las primeras complicaciones se dan en la propia familia. Él mismo lo había experimentado cuando sus parientes lo trataron de loco, endemoniado, y habían ido por Él para llevárselo a su casa. En la misma familia hay quien acepta y quién no su mensaje; unos lo reciben y otros lo rechazan.
Incluso en el modo de vivir no siempre hay coincidencias, aunque todos los miembros de la familia estén bautizados. Mientras a uno le interesa hacer oración y participar en la Misa, a otros no; incluso le reclaman porque hace eso. En una situación de desavenencia, uno de los dos perdona y el otro no; al que perdona se lo echan en cara y hasta le piden explicaciones por lo que hizo; y al otro lo felicitan porque no perdonó y más si se vengó de la otra persona.
Igualmente sucede hacia fuera de la familia, en la comunidad, el trabajo, la sociedad. Hay quienes buscan la justicia, el bien común, la solidaridad, el perdón, al mismo tiempo que otros traman y realizan injusticias, sacan ventaja en todo, son indiferentes ante el sufrimiento de los pobres, guardan rencor y se desquitan. Lo vemos diariamente y por dondequiera. Incluso hemos recibido invitaciones a hacer daño, tranzas, injusticias, abusos, etc. y de parte de cristianos.
Cuando alguien denuncia situaciones de estas, porque sabe que no están de acuerdo al proyecto del Reino que Jesús nos trajo, tiene problemas; es amenazado, difamado, corrido del trabajo, levantado, asesinado. Algo semejante a lo que le pasó al profeta Jeremías, como escuchamos en la primera lectura, y al mismo Jesús, como testimonia el autor de la Carta a los Hebreos. Esta es la división anunciada por Jesús y hay que tener claro que eso nos puede suceder.
¿Cómo andamos en nuestra vida? ¿Con el fuego del Espíritu por dentro y siendo hermanos por fuera? ¿O más bien tibios y sin compromiso? ¿O, todavía peor, haciendo el mal y cuestionando a quienes actúan misericordiosamente como Jesús? Él se nos dará hoy en el Pan y el Vino. Este es el alimento que ayuda a avivar el entusiasmo para realizar la misión –es el mismo Jesús hecho comida– y que sirve para mantener encendido el fuego de la misericordia.
14 de agosto de 2016